El cura publica una biografía del obispo de Tortosa y 218.º papa de la Iglesia católica Josep Alanyà: "Teníamos que hacer justicia y explicar mejor la trayectoria vital del obispo y papa Adriano de Utrecht"

Alanyà es canónigo archivero, director del Archivo Histórico Diocesano y uno de los curas tortosinos que más bibliografía ha trabajado sobre la historia de este obispado, ahora complementada con "una obra que enriquece, y mucho, la vida, la obra y la trayectoria de Adriano VI"
"Posiblemente no se puede decir mucha cosa más sobre el obispo y papa Adriano", comenta
| Xavier Pete Vega
Poco antes de 2022, aproximándose la conmemoración del 500 aniversario de la elección como 218º papa de la Iglesia católica de Adriano de Utrecht (1459-1523), el actual arzobispo de Valencia, Enrique Benavent, consideró —entonces como obispo de Tortosa— que el cura tortosino Josep Alanyà (1943) era la persona indicada para sumergirse plenamente en la biografía de quien también fue líder de la Iglesia ebrense de 1516 hasta unos meses antes de morir. “No me podía negar”, expone el presbítero refiriéndose a una sugerencia que, con motivo de aquella efeméride, adquirió forma de conferencia y que, este 2025, culmina con la materialización del libro El Papa Adrià de Utrecht. Bisbe de Tortosa, editado por Onada.
“Acepté el reto de hacerlo porque teníamos que hacer justicia y actualizar la memoria de un personaje del cual se sabe poco”, continúa Alanyà, canónigo archivero, director del Archivo Histórico Diocesano y uno de los curas tortosinos que más bibliografía ha trabajado sobre la historia de este obispado, ahora complementada con “una obra que enriquece, y mucho, la vida, la obra y la trayectoria de Adriano VI”.
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Así es cómo durante tres años, Josep Alanyà ha rebuscado en archivos de manera insistente —la mayoría de ellos, en línea— de los Países Bajos, cuna del protagonista de la obra, de España y del Vaticano resiguiendo una documentación que le ha permitido “abrir en canal, como si fuera una autopsia”, la biografía de quien fue elegido papa sin haberlo pretendido, “y sin participar en el cónclave“, afirma el cura. “Después de esto”, prosigue Alanyà, “posiblemente no se puede decir mucha cosa más sobre el obispo y papa Adriano”, quien, hasta la elección de Juan Pablo II, en 1978, fue el último pontífice que no tuvo sangre italiana.

"Posiblemente no se puede decir mucha cosa más sobre el obispo y papa Adriano"
En un pontificado muy breve, accidentado e intenso, el papa Adriano rigió la Iglesia en unas circunstancias complejas en cuanto a ámbitos como la religión, la sociedad, la política, la economía y la cultura. “Era el tiempo del Humanismo que estalló en la literatura, la música y las artes plásticas; del arraigo y la expansión del protestantismo; de las divisiones y las guerras entre los príncipes cristianos; de la irrupción del islam en Europa y el derrumbamiento del Imperio de Oriente; de los cambios de vida de la sociedad medieval a la moderna; de la introducción de las nuevas tecnologías, y de la nueva manera de vivir y contemplar el mundo”, apunta el presbítero e historiador.
"Un hombre serio, recto de conciencia y justo"
Íntimo amigo del pensador valenciano Joan Lluís Vives (1492-1540) y de Erasmo de Róterdam (1466-1536), fue nombrado en 1507 por Maximiliano de Austria como preceptor de su nieto mayor, Carlos de Gante, también nieto de los Reyes Católicos por la parte materna, cuando este tan solo tenía 6 años. Después de la muerte de Fernando el Católico, en 1516, Adriano lo envió a negociar con el regente, el cardenal y arzobispo de Toledo Francisco Jiménez de Cisneros, con el fin de que Carlos fuera el nuevo soberano de los reinos de Castilla y de Aragón. Más tarde, también se convirtió en emperador del Sacro Imperio Romano germánico, después de la muerte de Maximiliano.
Alanyà, que ha recopilado tres visitas documentadas del obispo Adriano a Tortosa, también reconoce que su prematura muerte podría haber sido causada por algún intento de envenenamiento, “incluso de los mismos cardenales con los que compartió disputas y tensiones”, admite. “Él era un hombre serio, recto de conciencia y justo, mientras que en aquellos momentos predominaba, en el sur de Europa, un desmadre sociológico que entorpeció las haciendas vaticanas, sobre todo por cómo las había tratado su predecesor, León X”, concluye el cura.
