El carnero de la legión, siniestro símbolo.
| Pablo Heras Alonso.
Vimos desfilar el pasado 12 de octubre al cuerpo más anecdótico del Ejército, la Legión, con su peculiar ritmo de paso acelerado, donde también destacaba algo que resaltaba por su extemporánea presencia, el carnero denominado “Baraka”, o sea, “bendición, suerte o carisma”.
Para responder al título, nos tenemos que referir a unos hechos trágicos en la reciente historia de España, no suficientemente conocidos por el gran público, hechos bélicos que tuvieron lugar a mediados de 1921 en el Rif, región norte de Marruecos entre el Mediterráneo y la cordillera del Atlas. Se les conoce como “el desastre de Annual”, aunque más propiamente habría que llamar “la masacre de Monte Arruit” y la caída de unas 130 posiciones militares españolas. El ejército perdió algo más de 10.000 hombres.
Annual era el campamento base a 100 km al oeste de Melilla y a unos 50 al este de Alhucemas. Allí comenzó la desbandada ante el acoso de las huestes de Abd-el-Krim. La huida hacia Melilla, pasando por Ben Tieb y Dar Drius, fue una carnicería. De 5.000 soldados, sólo 1.200 pudieron llegar a la posición de Monte Arruit. Allí quedaron encerrados casi 3.000. Entre el asedio, bombardeo constante, carencia de víveres, falta de agua y traición final, murieron todos menos una cincuentena.
Esto sucedió a primeros de agosto de 1921. La visión que dos meses después tuvieron los que liberaron el fuerte, fue estremecedora. El mismo comandante Franco, en su libro “Diario de una bandera”, se niega a describir lo que allí vio. También da cuenta de ello el P. Revilla, encuadrado en la Legión y que también recogió cadáveres allí esparcidos.
La reconquista de territorios al oeste y sur de Melilla duró relativamente poco tiempo. Para abril de 1922 estaba prácticamente dominado el territorio hasta el río Kert, aunque hasta 1925, con el desembarco en Alhucemas, no se pudo decir que cayera la “República del Rif”, con la rendición a los franceses de Abd-el-Krim, al que los marroquíes conocen como “el Jatabi”.
Acuarteladas las tropas en las posiciones reconquistadas quedaban por someter pequeños aduares. En la sed de venganza que anidaba en la mente de los legionarios por la visión de tanto cadáver masacrado y sin enterrar, se producen actos que dejan en mal lugar a la Legión cuando las fotos de sus bárbaras acciones se difunden por España y también por Europa: matanza de mujeres y niños, cabezas de hombres cortadas y expuestas en muretes, razias con el único fin de conseguir botín, destrucción de medios de vida… acciones que los áscaris de la Policía Militar a duras penas logran atajar.
En estas incursiones, los legionarios se apropiaban de yeguas, mulos, camellos, vacas, borregos, cabras y objetos que se encontraran en el aduar. La familia quedaba arruinada, de ahí la ferocidad con que los rifeños se enfrentaban a los legionarios porque sabían que, si no, lo perderían todo.
En estas razias está el origen de la extraña o anecdótica costumbre de llevar la Legión un carnero en sus desfiles. El carnero era el símbolo de aquello que el pillaje conseguía entre los poblados indígenas del Rif. Casi todo el botín se entregaba a las tropas indígenas, como si de una paga extra se tratara, botín que venía a engrosar su magro peculio familiar. Hubo algaradas verdaderamente salvajes y de extrema crueldad.
Si a estas razias que dejaban en la miseria a la población de las kabilas desafectas se añaden las pésimas cosechas que estaba padeciendo la región, podemos imaginar la situación de los habitantes del Rif: muertes, epidemias, hambruna… De ello da cuenta la prensa española para mover al gobierno a un cambio de política respecto al Protectorado.
En el ínterim de estas acciones bélicas, Emiliano Mª de Revilla, padre Revilla, tras finalizar su presencia en la Legión, se encuentra alojado en la residencia capuchina de Melilla, entregado a una labor propiamente sacerdotal. Y, dado su prestigio, con él cuentan para cualquier acto solemne: el 3 marzo 1922, ya caída la tarde, se celebra en el Club de Melilla una velada necrológica por los socios muertos en la campaña. En ella, según cuentan las crónicas, pronunció un panegírico el padre Revilla.
El 8 de marzo se suspenden las acciones bélicas por un cambio en la orientación política de la guerra: José Sánchez-Guerra, del partido liberal, sustituye a Maura, conservador, y ocupa la jefatura de Gobierno. El día 14 de marzo la aviación descubre una concentración numerosa de combatientes rifeños de todas las kabilas rebeldes en los poblados de Tuguntz y Chamo.
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Párrafos resumidos de mi libro “Una España convulsa: 1880-1936.Biografía de fray Emiliano Mª de Revilla, P.Revilla”.