Acerca de la soledad Más humano que religioso

La soledad inasumida

Después de una vida larga -he cumplido ya los 65 años- y una vida muy intensa y llena de retos y desafíos, de responsabilidades y de muchos viajes, puede dar la impresión de que ya nada puede impresionarme. ¡He disfrutado tanto y he sufrido tanto con la realidad humana con la que me he encontrado que parece que mis sentimientos ya están curados de espanto. ¡Lejos de la realidad! Lo último que quisiera es dejar de ser humano. Cuando dejamos de ser humanos no es posible vivir una experiencia religiosa de calidad, acabamos siendo funcionarios de lo sagrado. Eso que tan poéticamente expresaba León Felipe: “Para enterrar a los muertos, cualquiera sirve, cualquiera menos un sepulturero”. La soledad no asumida como positiva crea poetas mercantiles, sacerdotes funcionarios de lo sagrado, artistas descolocados. Por eso el Papa Francisco nos dijo que los sacerdotes teníamos que aprender a llorar desde el corazón cuando nos faltaran palabras para consolar y explicar nuestra inmensa vulnerabilidad. En estos días he vuelto a estremecerme con una noticia desgarradora: Un anciano, Rafael, es descubierto en su piso, muerto hace ya quince años y en estado esquelético. Ni su familia, ni sus amigos, ni sus vecinos le han echado de menos durante quince años, murió solo, sin nadie a su lado, como aquellos leprosos del evangelio que eran obligados a vivir alejados de la gente por ser considerados impuros. El tema de la soledad no escogida del ser humano en estos días de la comunicación clama al cielo. Las redes se cruzan por todos los sitios, las comunicaciones se multiplican, “whasapp”, videocámaras, móviles de alta precisión ¡Y estamos solos! ¡Y morimos solos! Nunca, como en estos tiempos del estado de bienestar, se ha dado la situación de sentirse solos en medio de tan grandes multitudes. Es la soledad del estado de bienestar. Lo tenemos todo pero nos falta lo esencial. Porque sentirse compañero de camino no es solo tener gente alrededor sino tejer vínculos emocionales profundos. Imagino al llegar la noche a muchos sacerdotes solos en su habitación, si no se agarran a la oración o a la ilusión de servir a su comunidad, el vacío puede ser abismal. He aquí uno de los desafíos más urgentes de las comunidades cristianas, convocadas a ser acompañantes de la vida y de los sufrimientos de la gente. El tema de la soledad es un tema de primer orden en la actualidad. En el Reino Unido se ha creado un Ministerio de la Soledad para hacer frente a este problema humano tan desgarrador. En Japón han surgido los ancianos delincuentes, que van a robar deliberadamente a los supermercados para que los detengan y así compartir su vida con alguien aunque sea en la cárcel. Mejor en la cárcel acompañados que en su casa solos. Todos los medios de comunicación ofrecen hoy la noticia de Rafael, el esqueleto encontrado en su casa por culpa de unas filtraciones de agua que han obligado a intervenir a los bomberos. Destacan los Medios que “nadie ha preguntado por él en estos quince años” y, lo que es peor, tenía dos hijos. En este tiempo nadie ha preguntado por él, a nadie le ha preocupado su vida, no ha tenido a nadie de quien sentirse amado ni a quien decirle te amo. Un verdadero drama humano que me produce un inmenso dolor. Es verdad que la soledad es una impresión subjetiva pero lo subjetivo puede ser en ocasiones traumatizante. La soledad ocasiona enfermedades muy preocupantes en la sociedad de hoy como deterioros cognitivos, depresión y ansiedad, problemas de sueño y suicidas. Dichosos aquellos que han escogido la soledad como opción de vida y de consagración porque siempre se sentirán acompañados. “Dichosos aquellos que en un mundo de ruidos han descubierto la armonía musical de la soledad”. Es el mejor lugar para encontrarnos a nosotros mismos, y pobres aquellos que, escogiendo la soledad como opción de vida y de consagración, no pueden vivir lejos del reconocimiento social y del aplauso. Y todos conocemos a algunos. Dios los acompañe. Y nos acompañe a todos.

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