Doce trabajos de primera fila logran un Heidegger más cortés El ser y el tiempo en el tiempo

A propósito de A. J. Wendland y T. Keiling (eds.), Heidegger´s Being and Time. A Critical Guide, Cambridge: Cambridge University Press, 2025, 295 pp. ISBN 978-1-108-49600-1
Este volumen es en su conjunto una aportación digna de tener en cuenta dentro de la heurística heideggeriana
Doce trabajos reunidos aquí, todos de primera fila logran hacer que Heidegger, sea más cortés, al menos a los que estén dispuestos a 'luchar' con sus planteamientos o a 'vigilar' el desvelamiento del ser (sein), distinguiéndolo de los seres (seienden)
Doce trabajos reunidos aquí, todos de primera fila logran hacer que Heidegger, sea más cortés, al menos a los que estén dispuestos a 'luchar' con sus planteamientos o a 'vigilar' el desvelamiento del ser (sein), distinguiéndolo de los seres (seienden)
| Macario Ofilada Mina
Desde su publicación en 1927, la publicación de Sein und Zeit (El ser y el tiempo o ST) de Martín Heidegger, en la colección dirigida por el maestro de este Edmund Husserl hizo mella en el filosofar occidental. No cabe duda, pese a las numerosas críticas lanzadas contra dicha obra, que es una de las obras cumbre del siglo XX, lo cual es en sí justificación para una lectura actualizada de la misma.
Desde su aparición desbordó los limítrofes husserlianos para imprimir su propia personalidad en la conciencia cultural colectiva de tal forma que incluso los enemigos o al menos críticos acérrimos de dicha obra reconocen que no se puede prescindir de esta obra. Su influencia en el tiempo hasta el nuestro es indudable. Pocas obras en la historia de la filosofía occidental del siglo XX han tenido el mismo impacto que ST.
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Este volumen es en su conjunto una aportación digna de tener en cuenta dentro de la heurística heideggeriana. No solo en lengua inglesa sino incluso para todas las áreas puesto que la precisión y la clarificación, que caracterizan a los denominados ‘heideggerianos analíticos’ son las metas a las que los autores de este volumen aspiran.

"Los colaboradores de este volumen han bebido y han sacado agua para que los demás podamos lavarnos al menos los ojos fatigados de tanto bregar y ver con más claridad los planteamientos heideggerianos desde diversos prismas que no dejan de brindarnos caminos interpretativo"
Sostenía Ortega que la claridad es la cortesía del filósofo. La densidad del pensamiento heideggeriano no es cortés en este sentido o en el sentido convencional sino que más bien posee una claridad, que podría denominarse ‘vocacional’, esto es, aspira a una fuente inagotable de luz cuya luminosidad es un reto sobre todo para el lenguaje convencional. Desde esta misma fuente los colaboradores de este volumen han bebido y han sacado agua para que los demás podamos lavarnos al menos los ojos fatigados de tanto bregar y ver con más claridad los planteamientos heideggerianos desde diversos prismas que no dejan de brindarnos caminos interpretativos (como hizo O. Pöggeler en su estudio ya clásico sobre el maestro nacido en Messkirch) para salir de los enredos, al menos conceptuales, de nuestra historia contemporánea.
No es que los doce trabajos reunidos aquí, todos de primera fila, cuyos autores ostentan credenciales impecables, cumplan al cien el requisito orteguiano (hubiera sido acertado hacer una confrontación heideggeriana en estas páginas con el filósofo madrileño) pero sí logran hacer que Heidegger, a través de los prismas que nos brindan, sea más cortés, al menos a los que estén dispuestos a ‘luchar’ con sus planteamientos o a ‘vigilar’ el desvelamiento del ser (sein), distinguiéndolo de los seres (seienden). Siendo así, por de pronto, cabe hacer esta pregunta: ¿hemos de asumir el rol de dasein para tal empeño? Nos inician en la faena un ensayo introductorio titulado ‘el círculo de la comprensión’ que es leitmotiv en ST (pp.1-6) que no solo destaca el carácter hermenéutico del empeño fenomenológico heideggeriano sino que, a mi juicio, es el fundamento del protagonismo del dasein en esta aventura filosófica.
Para alguien que se inició en la lectura de ST a través de lentes existencialistas, el estudio de D. McManus (pp.7-30) abre perspectivas como el pragmatismo, haciendo hincapié en el carácter práctico de nuestras preocupaciones que todos aspiramos a comprender. Por su parte K. Withy (pp.31-48) reflexiona acerca de la denominada ‘diferencia ontológica’. Para esta autora, esta nos incita a que preguntemos acerca del significado del ser. Mas siempre queda la pregunta si la obsesión heideggeriana con esta diferencia es vana. Esto se confirma de alguna manera en la aportación significativa de D. Cerbone (pp.49-70) acerca del realismo e idealismo. Si bien la conclusión de esta contribución llamativa es que el filósofo de la Selva Negra comparte con Quine un ‘realismo robusto’, quedan varios puntos por aclarar acerca de las supuestas bases idealistas de esta misma postura. Aquí la lógica y la epistemología (entendida más bien como filosofía de la ciencia) nos podrían echar una mano para esta temática tan candente pero claramente esto desbordaría los límites de las pretensiones de este aporte. Sin embargo, la cuestión de los presupuestos idealistas se hace patente sobre todo en lo referente al discurso que es el tema del trabajo sugerente de T. Carman (pp.71-83). Si bien es difícil aceptar que rede o discurso es lo que hace posible el lenguaje, la lectura de sus páginas, llenas de bagaje conceptual, es enriquecedora. Tal vez una vuelta a la clásica tesis de Saussure incluso a las de Chomsky pueda brindar perspectivas ‘refrescantes’ al respecto.

Hay tintes de posmodernismo en el capítulo de I. McMullin (pp.84-102) acerca de la curiosidad como vicio epistémico. Desde el horizonte definido por autores como E. Sosa, la virtud epistemológica sin duda nos puede ayudar a comprender las actitudes existenciales presentes en ST. El carácter sugerente de esta obra no puede ponerse en duda con la lectura feminista a cargo de C. Knowles (pp.103-124) que parece saca del callejón sin salida del das man o ‘los otros impersonales’. Sin embargo, a mi juicio, se ha perdido un poco aquí la perspectiva ontológica que ha de acompañar toda lectura de ST. Sin embargo, A. J. Wendland (125-157) al disertar sobre la autenticidad, verdad y cultura intenta contextualizar el denominado existencialismo en un diálogo con la ontología fundamental, teniendo por clave la responsabilidad que siempre ha de ser temporal y cultural. Lo mismo parece hacer S. Gollob (pp.158-176) con su reflexión muy matizada acerca de la autenticidad en ST.
Se puede entender la normatividad de la razón desde dicho horizonte ontológico. Es esta la tesis de S. Crowell (pp.177-197). En su estudio, el cuidado o la cura (sorge) ocupa el lugar central para tal analítica. El horizonte para comprender adecuadamente el ser, que es el tiempo, es el tema central del capítulo realizado por D. Dahlstrom (pp.198-216). Lo sorprendente de este ensayo es la insistencia desde E. Tugendhat en la prioridad de la atemporalidad sobre otras formas del tiempo. Esto parece encontrar su antítesis en las reflexiones sobre la posibilidad de la muerte, que marca toda temporalidad, de mano de M. Wrathall (pp.217-247). Su interpretación modal de la muerte no solo subraya la prioridad de una lectura existencial de ST sino que es, a mi modo de ver, una llamada urgente a reconsiderar nuestra comprensión ontológica de la noción de la posibilidad que termina con la muerte.
Todos sabemos que Heidegger no pudo cumplir con el proyecto original que él había trazado al escribir ST. El fracaso heideggeriano es el tema del aporte de T. Keiling (pp.248-273). En realidad, este escrito, más que una evaluación de este fracaso o carácter incompleto de ST, fundamenta nuestra comprensión del giro o kehre del filósofo alemán que el estudio clásico del jesuita norteamericano W. Richardson (cuya obra publicada en 1962 fue prologada por el mismo Heidegger y criticado por E. Levinas) ha denominado como un paso (kehre) a través de la fenomenología hacia el pensar (denken). ¿Inversión? ¿Cambio total? ¿Revolución? ¿Evolución? ¿Desarrollo? ¿Crecimiento? ¿Madurez? En mi opinión, pese a la afirmación heideggeriana, en su prólogo significativo, que el denominado Heidegger I está contenido en el llamado Heidegger II, es esta una cuestión abierta. Señores, ¡la polémica está servida!

Tal como demuestra de manera especial la última pieza de este volumen, Heidegger era capaz de ser su propio crítico. Pero no fue un crítico o apologeta perfecto, pues las supuestas o sospechosas ideologías fascistas acerca del denominado humanismo heideggeriano, centrado en el dasein, de ST, siguen haciendo sombra en la luminosidad de quien caminó por los holzwege o caminos del bosque que no llevan a ningún sitio. Más allá de lo meramente biográfico, habrá que explorar estas sendas o caminos que pueden vislumbrarse en los densos y lóbregos paisajes de ST.
Con una bibliografía nutrida y presentación nítida, este volumen, sin duda, no solo enriquecerá nuestro quehacer filosófico actual sino que también dará que hablar por mucho tiempo. Su publicación es un acontecimiento cultural no solo para los lectores o estudiosos de lengua inglesa sino para todos que encuentran en la obra heideggeriana, sobre todo ST, motivo para seguir pensando que, en la práctica, tiene su despliegue en la crítica, la cual no es solo temporal sino que posee a la vez la base ontológica y aspiración metafísica. Esto es aplicable para todo empeño humano sobre el cual ST arroja una luz inusitada desde su aparición en tiempos precarios para la civilización occidental.
Nuestros parabienes a los responsables de este volumen por una publicación que sin duda es ya un hito en los estudios filosóficos actuales. Claramente, quedan preguntas acuciantes como el lugar de Dios y de la fe en ST. Ojalá un atrevido investigador o equipo de exploradores de las sendas heideggerianas pronto coja este toro por sus cuernos y nos regale con cortesía (es decir, claridad) los resultados de su faena.
