Entrevista la salesina del pueblo Bará, auditora del Sínodo que comienza el próximo domingo Mariluce Mesquita: "El Sínodo significa un aprecio, atención, escucha, que la Iglesia nos está haciendo a los pueblos indígenas de la Amazonía"

"Es muy importante que la Iglesia nos valore, también para nosotros profundizar, vivir más, cómo los indígenas nos relacionamos con la naturaleza en nuestra vida cotidiana"
"Desde la formación hasta ahora, existe un diálogo, una relación entre nuestra convivencia y nuestra cultura, nuestras costumbres, se entrelazan con el carisma, la espiritualidad salesiana y la interconexión con nuestra espiritualidad indígena"
"Yo como persona, humanamente, sentí miedo, espiritualmente, como religiosa, me puse en las manos de Dios. Si Él iluminó a quién eligió, entonces tengo la responsabilidad de colaborar con lo que sé, lo que he aprendido desde la infancia hasta ahora"
"Yo como persona, humanamente, sentí miedo, espiritualmente, como religiosa, me puse en las manos de Dios. Si Él iluminó a quién eligió, entonces tengo la responsabilidad de colaborar con lo que sé, lo que he aprendido desde la infancia hasta ahora"
Luis Miguel Modino, corresponsal de RD en América Latina y Caribe

La salesiana, que pertenece al pueblo Bará, ha sido elegida como una de las auditoras del Sínodo para la Amazonía, que el próximo domingo 6 de octubre inicia su asamblea, que se reunirá en el Vaticano durante tres semanas a más de 300 personas. Ella ve el Sínodo como "un apreciaco, atención, escucha, que la Iglesia nos está haciendo a los pueblos indígenas de la Amazonía". Como indígena, la salesiana asume su cosmovisión, enriquecida por el carisma de la congregación, en un aprendizaje recíproco.
A los pueblos indígenas les gusta tener religiosas y sacerdotes indígenas entre ellos, la gente los escucha y los comprende, una realidad que el Instrumento de Trabajo del Sínodo para la Amazonía ve como una prioridad. Ante su elección como auditora, "yo, como persona, humanamente, me sentí asustada, espiritualmente, como religiosa, me puse en manos de Dios", dice la hermana Mariluce, que actualmente vive en el distrito de Taracuá, una comunidad indígenas de São Gabriel da Cachoeira. Ella quiere llevar con ella la voz de un pueblo sufriente, un pueblo que está pidiendo nuevos ministerios para ayudar a evangelizar a sus parientes, los pueblos indígenas de la región del Alto Río Negro.

¿Qué significa para usted todo este proceso del Sínodo para la Amazonía que la Iglesia está viviendo?
Para mí significa un aprecio, atención, escucha, que la Iglesia nos está haciendo los pueblos indígenas de la Amazonía, como pueblos nativos. Es muy importante que la Iglesia nos valore, también para nosotros profundizar, vivir más, cómo los indígenas nos relacionamos con la naturaleza en nuestra vida cotidiana. Con este trabajo, con esta misión que el Papa nos está poniendo, tuvimos que buscar una visión. Cómo cuidar a la Madre Naturaleza, el árbol, el río. Para nosotros los pueblos indígenas es natural, una relación natural, no es extraño. Pero hoy tenemos esta visión de cuidar realmente, con respeto, y no contaminar tanto, para que no suceda como en otros países.
¿Cómo combinan, no solo usted, como muchas salesianas indígenas de la región de Río Negro, esta dimensión indígena con ser religiosa?
Primero, lo sentimos cuando entramos en un mundo que no es nuestra forma de ser, pero hemos aprendido a vivir con otras hermanas que tienen más experiencia, y entendemos que existe esta comprensión. Desde la formación hasta ahora, existe un diálogo, una relación entre nuestra convivencia y nuestra cultura, nuestras costumbres, se entrelazan con el carisma, la espiritualidad salesiana y la interconexión con nuestra espiritualidad indígena. Así vivimos compartiendo, alegrándonos y acogiendo entre nosotras, en reciprocidad.

¿Qué cree que ustedes, como indígenas, han traído, enseñado, a la congregación de las Hijas de María Auxiliadora?
Nuestro aprendizaje es recíproco, aprendemos de ellas y ellas aprenden de nosotras, en simplicidad, hospitalidad, acogida, compartir, acogida de los pobres que están allí en la casa. No está cerrada, la casa es abierta, lo que nosotras como congregación, las hermanas indígenas, junto con ellas, compartimos, ampliamos nuestra mirada, en la itinerancia, en la pastoral, con las familias, en el compartir, en las fiestas, todo. Principalmente nosotras del Alto Río Negro, en la ciudad no tengo experiencia.
Fue elegida por el Papa Francisco para ser auditora del Sínodo para la Amazonía. ¿Qué significa ser elegida por el Papa y qué está llevando como representante de las hermanas indígenas, de la vida religiosa indígena, para ser escuchado por todos los participantes en la Asamblea Sinodal?
Para mí tiene un significado muy grande, en mi simplicidad, cuando escuché que fui llamada, me quedé con miedo. ¿Lo haré bien, ayudaré a la Iglesia? Me sentí así, con mucha responsabilidad. Yo como persona, humanamente, sentí miedo, espiritualmente, como religiosa, me puse en las manos de Dios. Si Él iluminó a quién eligió, entonces tengo la responsabilidad de colaborar con lo que sé, lo que he aprendido desde la infancia hasta ahora, teniendo dos formas de vida, en mi familia, como una diferente, y en la Congregación.
Con esta experiencia, con la convivencia que he ganado durante el camino hasta ahora, colaboraré dependiendo de lo que pregunten. Estoy leyendo el Instrumento de Trabajo, es muy importante aprender a leer que ahí está lo que trabajamos en la comunidad. De hecho, coordiné, trabajando con el distrito de Taracuá, junto con los profesores, trabajando durante dos meses, reflexionando sobre ecología, sobre el Sínodo de la Amazonía, qué es esto, qué significa para mí. Me sentí así, una pequeña, pequeña, pero así, en medio de la Iglesia, que es grande, como ya dije, es una responsabilidad muy grande.

En el Instrumento de Trabajo se habla de las vocaciones indígenas y su importancia. Dice que ustedes, pueblos indígenas, conocen el mundo indígena y las categorías de pueblos indígenas para hacer un mejor trabajo evangelizador. Desde su trabajo con sus parientes indígenas, con su gente, durante muchos años ha trabajado en Pari Cachoeira, en Taracuá, ¿cómo valoran el hecho de que la religiosa, que antiguamente venía de fuera, sea alguien que es pariente, que habla su lengua, que entiende su forma de ser y de vivir?
Les gusta hablar, vienen con mucha simplicidad y proximidad, con nuestra especificidad para escuchar y también hablar con nuestra lengua y dialogar, dialogar escuchando, aconsejando y también viviendo con la Iglesia, la Parroquia, la comunidad. Ellos con nosotras, nosotras con ellos, en fiestas, en reuniones, todo está junto, en colectividad. Entonces, en ese sentido, veo que nos valoran, nos alientan y no quieren vernos renunciar, se ponen muy tristes. Tenemos que cultivar nuestra oración, nuestra mística y nuestra fidelidad a Jesús. Los indígenas vemos lo que es negativo para nosotros, junto con la comunidad, y lo que es bueno cultivar y vivir.
Lo que no es bueno, nosotras como hermanas religiosas, tenemos que tener la valentía de hablar, evangelizar y decir, desde la Palabra de Dios, no es así, y estamos viviendo de esta manera que no está bien. Entonces escuchan, reflexionan, y luego vienen a hablar, hermana lo que dijo, reflexioné, es cierto, reflexioné mucho, necesito cambiar, necesito trabajar. Más evangelización, lo que lo hace más fácil, es una experiencia de convivencia con ellos, y ellos quieren que estemos. Siempre hablo con ellos, ¿cómo quieren que vivamos nuestro trabajo aquí? ¿Qué estamos haciendo bien? ¿Les gusta? Luego dicen que les gusta que estamos en reuniones, compartiendo, en el dabucuri (fiesta de ofrendas), en los ceremoniales.
En las fiestas que no son de nuestra cultura, que ellos promueven, estar allí, en la política, cuando es el tiempo, en la educación, en las cosas de nuestra realidad, estar con ellos. En las fiestas, dicen que tenemos que estar con nosotros, pero hasta el momento adecuado, sin ultrapasar. No queremos que sean hermanas, sacerdotes indígenas, iguales que nosotros, viciados, o que demos mal testimonio. Hasta el límite, su testimonio es bueno, pero no siendo como nosotros. Ustedes están ahí para nuestra profecía, trabajan nuestras dificultades, nuestras limitaciones, llaman la atención, pero les queremos con nosotros, caminando con nosotros, estando con nosotros, experimentando con nosotros. Siento que, en nombre de las hermanas indígenas, digo desde aquí que nos valoran, animan, apoyan, acogen y son felices.

Usted ha dicho que ha trabajado el Sínodo para la Amazonía, en el proceso de escucha, en la comunidad, vive en la comunidad indígena de Taracuá. ¿Qué piden los pueblos indígenas del Alto Río Negro, qué esperan del Sínodo para la Amazonía?
Dicen que están sufriendo. La tierra, hay políticos que engañan, tiene un muy buen discurso, y creemos y votamos, y luego se olvidan de nosotros, siempre discriminados, siempre explotados, nuestra conciencia explotada. Incluso nuestros parientes indígenas, que son elegidos por el pueblo, por los propios indígenas, son aconsejados por aquellos que no son indígenas, aquellos que solo quieren chupar o manipular. Entonces quieren que la Iglesia les ayude, esté con ellos también, en la política, en la sociedad, ayudando a luchar, como sucedió con la tierra demarcada. Fue un logro donde los misioneros estaban con ellos, peleando, gritando y escribiendo. Entonces, en ese sentido, es lo que esperan.
También para ser ministros, para ser diáconos permanentes. Allí en la comunidad hay pocos sacerdotes, que no pueden hacer frente, solo un sacerdote allí en Taracuá y muchas comunidades, falta visitar, itinerancia. Esperan eso, necesitamos formación para ello, dijeron. Esperan que la formación para ser diáconos permanentes. Allí todavía no tenemos.

¿Qué espera que el Sínodo para la Amazonía pueda aportar a la vida religiosa, especialmente a las vocaciones indígenas, de cara al futuro?
Que vivamos intensamente, para dar nuestro sí religioso todos los días, para saber lo que estamos haciendo. Siendo conscientes de nuestra vocación, la vocación es vida, vocación y misión. ¿Para qué me llamó Dios? Para servir, anunciar y experimentar con ellos, pero con nuestro testimonio de fe, estar con ellos, pero con nuestra alegría. Esto es lo que creo que nos ayudará a crecer e iluminar el carisma, la mirada y resignificar nuestra forma de servir, nuestra forma de vivir como comunidad, como religiosas, cada una de nosotras, en una acogida recíproca, en circularidad
En este caso, confiar las unas en las otras, en simplicidad, no en esa estructura de restricción, sino en simplicidad, como vivimos en nuestros hogares. Vivimos en simplicidad, no hay acumulación, no hay consumismo, no hay ambición. En ese sentido debemos enseñar y practicar. Teóricamente, ya lo sabemos, necesitamos apuntar y practicar la realidad donde vivimos, cada una donde estamos, cada una de nosotras religiosas, donde estamos insertas en la misión. Reunirse, escuchar a los pobres, escuchar a las familias, acompañamiento espiritual, acompañamiento también a los que tienen problemas.
Los niños, el padre, la madre, hoy es un gran desafío. Nuestros fundadores lo han hecho, por eso se ha expandido el carisma en los cinco continentes. Hoy en día, depende de nosotras asumirlo, reflexionar y avanzar para estructurar nuevas ideas, nuevas palabras, una nueva forma de vida, pero sin olvidar la fuente. Traer la fuente, el carisma salesiano, y dar fruto, dar un paso más concreto. Vivir nuestra vocación, basada en la Palabra de Dios, para que podamos fortalecer el camino de la itinerancia en la misión.
Primero, alimentarnos espiritualmente, la fuerza de Dios va a llevar este anuncio profundo a los demás también. Si anuncio superficialmente, rezo superficialmente, medito superficialmente, no ayudaré al otro a convertirse. Primero también tengo que convertirme, a través de la Palabra de Dios, para hacer su voluntad. Ahí está el carisma, nuestra misión, la semilla germinará, la semilla se enraizará y dará frutos nuevos y deliciosos, para poder alimentar a la humanidad, que es nuestro testimonio de alegría, de fe y de muchas cosas hermosas que tenemos.
