Mientras veía en la Tv la canonización de los Papas Juan XXIII y Juan Pablo II, vino a mi mente lo que decían los vecinos de un barrio periférico de Barcelona.
Una señora que tenía a su esposo en la cárcel nos regaló un tapiz de Juan XXIII que habían hecho los reclusos. Lo colocamos en una estancia que servía para recibir a las familias de los niños de la guardería y también para los que por la tarde-noche venían para asuntos sociales. Era una habitación relativamente pequeña de tal manera que el tapiz ocupaba todo un paño de una pared.
Lo curioso del caso es que todos los que entraban en el lugar al ver a Juan XXIII exclamaban:
“Es el nuestro”. No había excepciones, creyentes practicantes, que eran relativamente pocos, los creyentes no practicantes y hasta los indiferentes a la Iglesia, para todos era su Papa.
Con su sencillez, bondad y simpatía se había ganado el corazón de la gente sencilla.
Cuanto puede hacer el comportamiento de una persona. Seguro que no habían leído sus dos encíclicas magistrales, porque algunos ni tan siquiera sabían leer: La
Mater et Magistra ni la
Pacem in Terris, pero el buen hacer del Papa bueno había cautivado sus corazones.
Personas que no han tenido acceso a la cultura muchas veces son más capaces de leer la bondad que encierra el corazón de un santo.Texto: Hna. María Nuria Gaza.