El salmo 128 es un lamento del pueblo de Israel que desde sus orígenes como tal, ha sido oprimido, recordemos su esclavitud en Egipto, las diversas deportaciones:
“Cuanta guerra me han hecho desde mi juventud” (v 1).
Este salmo lo podemos aplicar a Jesús que en su infancia ya fue perseguido y en vida pública los “hombres de Dios” no dejaron de seguirle por todas partes con el fin de tenderle una trampa y poderlo acusar. Ellos
se creían los guardianes de la verdad. Estos guardianes ultraortodoxos no sólo estaban alrededor de Jesús, están también acechando la Iglesia. Esta es la condición de todo buen cristiano: Ser perseguido, acosado. Jesús ya lo dijo que sus seguidores serían perseguidos. Vemos como acabaron los apóstoles y como acaban tantos cristianos en el mundo.
Pero estos “ultraortodoxos” podemos ser nosotros cuando nos creemos poseedores de la verdad, que nuestra manera de pensar y decir es la correcta. ¿Dónde está entonces la humildad, cómo hacer comprender nuestras convicciones sin querer imponer? Hay que mirar al que dijo
“aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”.
Solamente mirando a Jesús podremos repetir con el salmista:
“Que el Señor te bendiga. Os bendecimos en el nombre del Señor” (v 8).
Texto: Hna. María Nuria Gaza.