Dios mira al corazón, no las apariencias

Mirar el corazón
En la elección de David como rey de Israel, de forma palpable se ve que Dios mira al corazón no la apariencia de de los hombres.

Cuando Samuel es enviado a Belén a la casa de Jesé para ungir al nuevo rey pasan por delante del profeta sus hijos para que el Señor le haga ver quien ha elegido como nuevo rey. El profeta al ver la buena apariencia de uno de los hijos de Jesé piensa: “De seguro que me encuentro ante el elegido de Dios” (1S, 7) pero no fue así. Pasaron ante Samuel todos sus hijos de los cuales ninguno era el elegido. Entonces el profeta pidió al padre: “No tienes ningún otro hijo”, éste respondió: “Queda el más pequeño que está cuidando el rebaño”. Entonces lo mandaron a buscar. Y este fue el elegido por el Señor.

El menor, el más modesto, se podría decir él que no contaba para nada. Y allí lo ungieron y desde entonces el espíritu del Señor se posó sobre David. Una de las virtudes que resalta la Sagrada Escritura de este rey fue su humildad, supo reconocer sus errores. Pasó de ser pastor de ovejas a pastorear al pueblo elegido.

Lo peor que le puede pasar a un gobernante es creerse el mejor. El único “mejor”, o dicho con más precisión el inmejorable es Jesús. Cuando más se parezca a él, mejor gobernante será.Texto: María Nuria Gaza.
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