El salmo 9 afirma lo que la Biblia da por sentado,
Dios no olvida jamás al pobre y al afligido. En el Éxodo lo vemos claramente cuando Yahvé dice a Moisés:
“He oído el clamor de mi pueblo y voy a librarlo” (3,7). Es notorio como el Señor se identifica totalmente con el pueblo hebreo oprimido por Egipto, dice el “clamor de mi pueblo”, los hebreos son su pueblo porque es un pueblo que sufre opresión.
Se inicia este salmo dando gracias a Dios: “Te doy gracias, Señor, de todo corazón, proclamando todas tus maravillas” (v 2). Es loable que al dirigirnos a Dios primero le demos gracias por sus inmensos beneficios, luego ya le expondremos nuestras necesidades. Es lo que hace el salmista que se encuentra en más de un apuro:
“Piedad de mi, Señor, mira cómo me afligen mis enemigos, levántame del umbral de la muerte, para que pueda proclamar tus alabanzas y gozar de tu salvación” (v 14-15).El Señor responde prontamente la petición que le hace el autor del salmo:“Él será refugio del oprimido, su refugio en momentos de peligro. Confiarán en ti los que conocen tu nombre, porque no abandonas a los que te buscan” (10-11).
Pero, no olvidemos que Dios se sirve de los hombres para auxiliar al pobre y oprimido. Es la petición que le hizo el cardenal Hummes cuando fue elegido Papa el cardenal Bergoglio:
“No te olvides de los pobres”.Texto: Hna. María Nuria Gaza.