He estado en
Chartres, no queda muy lejos de Sainville, el pueblecito donde empezó nuestra
Congregación, siempre es bueno buscar las raíces y reafirmar los caminos que Dios nos da y que un día me pidió que siguiera.
He contemplado la hermosa catedral, esos vitrales que te hacen traspasar el tiempo… he llegado a la época de
mi fundadora. ¡Ay!, sus idas y venidas a Chartres, en pleno siglo XVII, para hacer que su
fundación perdurara y tuviera los pertinentes permisos eclesiales.
Ella esperó contra toda esperanza y ve desde el cielo como aún perdura su obra iniciada en 1696. Su
amor a la parroquia, su dedicación a la juventud y su entrega a los pobres enfermos continúa en ese camino empezado con tantas trabas pero siempre a la espera.
He mirado el gran rosetón de Chartres, he pensado en cuantas veces debió levantar la vista al cielo y
contempló esos magníficos vitrales anhelando rápidas respuestas celestiales, que tardaron 40 años en llegar. He pensado que seguro que los vio más o menos en la misma perspectiva que los he visto yo hoy, mi estatura es parecida a la de mi querida fundadora,
Marie Poussepin. Pues vaya, esa simple mirada hacia arriba me ha llenado de nuestro espíritu fundador. Así es la vida y así son las cosas de Dios. Esperar contra toda esperanza.
Texto y foto: Sor Gemma Morató.