Reina de la Paz

En el vestíbulo de mi convento hay una imagen de María, Reina de la Paz que preside nuestras entradas y salidas y acoge a todos cuantos llegan a nuestra casa. No importa sus creencias, ella es madre de todos y a todos acepta como hijos. La imagen está situada en un pedestal y de éste mana permanentemente una fuente.
Para mí esta agua que salta sin parar tiene mucho significado: La llena de gracia quiere que todos los hombres queden purificados al contacto del agua de la gracia que su hijo nos mereció. Quiere también que la paz se expanda por doquiera, que llegue hasta los más recónditos rincones del mundo que están en guerra. Quiere llegar a todos los corazones ensombrecidos por el odio, la discordia, la envidia y tantos otros sentimientos que son fuente de enfrentamientos y resentimientos que en cualquier momento pueden explotar como una bomba de relojería y destrozar la convivencia.
Me pregunto por qué los hombres seremos tan obtusos para comprender que todo se pierde con la guerra y todo se gana con la paz. De que sirven tantas muertes inocentes, tanto dolor y tanto sufrimiento como se engendran con las guerras. Los que se enriquecen con ellas, ¿pueden éstas darles la auténtica paz?
Cuando Jesús perdonaba a sus verdugos desde la cruz, su Madre hacia lo mismo y repetía con Él y repite siempre: “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen”. Ella quiere que los hombres estén perdonados por el Padre y quiere que éstos se sientan perdonados porque sólo así tendrán la verdadera paz, la que mana de un corazón que se sabe acogido por la misericordia de Dios. La paz es sosiego del alma de aquel que se sabe en armonía con los hombres, con la naturaleza y con Dios. Que la Reina de la Paz nos ayude a adquirirla con su ayuda maternal. Texto: Hna. María Nuria Gaza.