Desde dentro

Una tarde de lluvia, degustando del tiempo en buena compañía es una pasada. Estoy en compañía de dos hermanas, ante la tarde que se nos avecina, en la que el paseo por el jardín será para otro momento, una de ellas pregunta: ¿Y ahora qué hacemos? Pues… aquí estamos… la hermana se anima a cantar y aunque va lloviendo más no es por su canto que suena muy bien, canto que llega al corazón y va brotando una buena atmósfera que pacifica el alma, que alegra el corazón y donde la mirada brilla.

El canto ayuda a reír, en ciertos momentos a alborotarse y también para serenar entrando en clima de oración. Desde dentro brota lo bueno de la persona y nos abrimos al compartir fraterno, ese del que te miras y te hablas, donde vas al otro y el otro viene a ti, donde te das y te acogen… y llega otra hermana, la tarde promete, disponible el corazón nos encontramos para compartir desde dentro, desde nuestras realidades, en las preocupaciones y en nuestros gozos y grandes esperanzas.

La lluvia continua a lo lejos y de cerca se derrama alguna lágrima que se seca entre risas y desde el cariño fraterno de quienes se encuentran en presencia del Señor, nuestro Amado. La tarde va a más y nos la remata nuestro Señor, ese compartir continua en la capilla, con la adoración del Santísimo, puestos los ojos fijos en el Señor, ante el que llevamos cada día nuestra vida, y con el canto de vísperas culmina una tarde rodada, de las que ayudan a rodar en la vida, a coger aire para respirar bien hondo y saber quien mueve realmente nuestra existencia.

Acaba el día, en mi habitación los cristales tienen la huella de una tarde de lluvia con sus gotas, mi corazón la huella de una tarde inundada de encuentro fraterno que va llenando un poco más la balsa del Amor de Dios que derrama los corazones. Ahora mi corazón y mi mirada miran desde dentro y se siente afortunada de ese regalo de una tarde lluviosa que dio para mucho.

Son esos momentos los que valen demasiado, los que se saborean y los que se agradecen un montón. Los que ayudan a dar un paso hacia delante y con fuerza en nuestra vocación religiosa y donde se hace vida nuestras propias constituciones: “Cada una necesita de las otras… en esta ayuda recíproca y en la corrección fraterna encontramos apoyo para la fidelidad al Señor”. Apoyo recibido, camino de fidelidad al Señor. Entre los cantos hubo una canción llamada “color esperanza” que decía: “Saber que se puede, querer que se pueda, quitarse los miedos, sacarlos afuera…pintarse la cara color esperanza, tentar al futuro con el corazón…”. Gracias Señor, por tanto bien recibido, por tantas gracias concedidas, por el horizonte de fidelidad a recorrer siempre en compañía, por ser nuestro presente y porque queremos seguir embarcándonos contigo en el futuro. Hna. Ana Isabel Pérez.
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