He aquí la pregunta que me hago: ¿Soy digno de recibirte? Si San Juan Bautista, el mayor entre los nacidos de mujer, decía que él no era digno de desatarle la correa de su sandalia, a Jesús, ¿cómo voy a ser digno de recibirle en mi casa?
Si el Señor busca personas dignas para ir hacia ellas, no va a encontrar, ¿por qué quien es digno ante su santidad? Jesús ha venido para encontrar lo que estaba perdido, para ayudar a ser mejor.
Solamente pide de reconocer la pequeñez porque él dispersa a los soberbios de corazón y enaltece a los humildes.
Abrir la puerta para que entre en mi casa ¿qué va a ocurrir si pasa el umbral de la puerta de mi corazón? Él que es la luz va a ver el desorden, la suciedad de algunos rincones… No importa, Señor, entra y ayúdame.
Pon luz en mis oscuridades, tú no me pides que haga cosas extraordinarias sino que intente hacer las cosas que sé hacer y las haga bien. Como él es misericordioso lo que quiere es rescatarme de la mediocridad en que estoy envuelto y que mi corazón sea cada vez más como el suyo.
Texto: Hna. María Nuria Gaza.