La fragilidad

Todos, desde que vamos siendo “mayores”, experimentamos cuanto significa la fragilidad. Frágiles en el cuerpo, pero frágiles también en el alma. Frágiles en cuanto hasta ahora nos había parecido “seguro”, frágiles no es equivalente a débil. La fragilidad humana, no es un obstáculo para que la gracia de Dios se manifieste, El Señor quiere conducirnos hacia Él precisamente a través de la experiencia de nuestra propia fragilidad. Siempre podemos elegir, como personas libres que somos, entre dejarnos transformar o no por la gracia de Dios, permitir o no que la acción de Dios sea más manifiesta en nuestra propia vida, querer o no reconocer el amor de Dios en la vida de los demás, en sus aciertos y posibilidades.
San Pablo nos dice utilizando distintas expresiones que nada nos puede separar del amor de Cristo. Quiere esto decir que ni los éxitos ni los fracasos pueden separarnos del camino de Dios, que la debilidad de cada uno, aquella que experimentamos en lo más profundo de nosotros mismos, no es un obstáculo para seguir el camino de Dios. El obstáculo sólo se convierte en real cuando queremos ignorar nuestras debilidades, cuando en lugar de reconocerlas pretendemos no verlas, negarlas.
Las personas somos débiles, aun lo más fuertes, sólo Dios tiene el poder de auxiliarnos en todo momento, porque es Él el Salvador de todo lo creado. Texto: Hna. Carmen Solé.