¿Por qué me quieren adoptar?

Niños
El título de la novela de Carol Livingston “Por qué me adoptaron” voy a cambiarlo por: “Por qué me quieren adoptar”.

En este asunto de las adopciones tengo alguna experiencia en mis años de trabajo como asistente social parroquial. En aquella época, que era otra época, los trámites eran distintos de los actuales. Entre los requisitos que se pedía un certificado de buena conducta del párroco.

Cuando venía alguna familia al despacho parroquial para solicitar dicho certificado, les atendía yo, el cura decía que estas cosas era mejor tratarlas con mujeres. Cuando a través de la conversación les preguntaba por qué querían adoptar las respuestas iban de la generosidad al egoísmo. Estos últimos comentaban: “Hace años que estamos casados sin hijos. ¿Cuándo seamos mayores, quien nos cuidará?". Mala teoría para adoptar. A este tipo de respuestas les decía que no debían adoptar por esta razón pues ni con hijos propios ni adoptados nadie les podía garantizar que sus hijos los fueran a cuidar en su vejez. Un hijo se engendra por amor o se adopta por amor.

Otros por el contrario querían hacer felices a los niños, darles cariño, una familia principios y una buena educación. Una familia me contó lo que les había impactado ir a la maternidad y ver los pequeños que levantaban el dedo diciendo: “A mi, a mi”.

Una vez vino un matrimonio que me dijo: “Nosotros queremos adoptar por la vía legal, no queremos comprar un hijo como nos han dicho que algunos hacen”. Otra pareja cuando ya tenía todos los trámites realizados y les iban a entregar un niño, él perdió el trabajo y se quedaron sin hijo. Fue un trauma muy fuerte. Dieron la cuna y todo lo que habían preparado para el pequeño. Es como si se les hubiera muerto el hijo. Por suerte un año después el esposo encontró de nuevo un buen trabajo y les entregaron un niño. Al cabo de casi dos años les llamaron de la misma entidad que les habían dado el niño pidiéndoles si querían adoptar un niño muy débil que requería muchos cuidados y cariño. Los dos niños crecieron con los problemas habituales, fue una familia feliz.

Otro caso que recuerdo bien fue el de una pareja católica creyente pero no practicante. Al ver que se pedía un certificado del párroco me comentó: “Nosotros somos creyentes pero no vamos a misa pero le prometemos que si nos dan un hijo nosotros lo llevaremos a Misa todos los domingos. El cura ponía resistencia porque no iban a la iglesia pero le conté lo que me había comentado una Hija de la Caridad: “Siempre es mejor dar los niños en adopción que dejarlos en instituciones. Cuando llega la mayoría de edad, ¿qué hacen estos pobres sin familia? Las muchachas al primero que les dice “guapa te quiero” se van con él, ¿y qué ocurre? Tiene un hijo que lo llevan a la maternidad y así no acabamos nunca con el problema”.

Con esta explicación el párroco quedó convencido y firmó el certificado. Y esta familia fue admirable porque les dieron una niña que les llevó muchas preocupaciones por enfermedad y por problemas psicológicos. Llevaron su paternidad con mucho garbo y generosidad. Ya veis, historias de antaño, llenas de humanidad, hoy también hay historias y debemos pedir al Señor que sigan llenas de humanidad.Texto: Hna. María Nuria Gaza.
Volver arriba