Pontificia Comisión para América Latina "La Iglesia tiene que acompañar a las víctimas y no ponerse del lado de los victimarios": Rodrigo Guerra

Rodrigo Guerra, secretario de la Pontificia Comisión para América Latina
Rodrigo Guerra, secretario de la Pontificia Comisión para América Latina Archivo particular

El secretario de la oficina vaticana dedicada a la atención de la región latinoamericana se pronuncia sobre varios temas, entre ellos: las migraciones, el clericalismo, el encubrimiento eclesiástico de abusos sexuales, el legado de Francisco, su rechazo la ordenación femenina, la persecución religiosa en Nicaragua y el neopopulismo.

El secretario de la Pontificia Comisión para América Latina estuvo en Bogotá para la más reciente asamblea extraordinaria de Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), una institución con la que ha colaborado desde la década de 1990, primero como miembro del equipo teológico, luego desde el departamento de pastoral social y, ahora, junto a Emilce Cuda, como secretario de la oficina vaticana dedicada a la atención de la región latinoamericana ("incluida la presencia de los latinos en Estados Unidos y Canadá", aclara). A continuación la extensa y amable conversación registrada en la biblioteca de la nueva sede del CELAM. 

¿A qué corresponde la particularidad de esta oficina?

Justamente, cuando el papa Francisco reforma todas las estructuras del Vaticano, una de las ideas de algunos era desaparecer nuestra oficina. Sin embargo, el Papa decide mantenerla por dos argumentos muy importantes. La única región del globo en donde hay una comunidad fraterna, sutil, misteriosa de fraternidad, es la región latinoamericana, en donde, por ejemplo, cuando un argentino se encuentra con un mexicano, a pesar de las diferencias, encuentra a un hermano dentro de una misteriosa comunidad de naciones que comparten una historia y unos valores en común. Esto no sucede, por ejemplo, en la Unión Europea, en Asia, etcétera. Un país como Irlanda es totalmente distinto de Ucrania, aun cuando están más cerca en términos de distancia de lo que puede estar, por ejemplo, Buenos Aires de la Ciudad de México. La segunda razón es que la mitad de la Iglesia católica del mundo está en América Latina, entonces se requiere una oficina que preste especial atención a la región latinoamericana.

¿Algún legado que le reconozca a su antecesor?

Mi antecesor, Guzmán Carriquiry, ha sido mi maestro; no oficialmente en ninguna escuela, pero yo he aprendido mucho de él, a lo largo de los años. Hemos trabajado juntos en muchos proyectos, desde hace mucho tiempo. Lo aprecio mucho y creo que él dejó como principal herencia el que América Latina pudiera encontrar en la comisión para América Latina, en el Vaticano, un hogar, un espacio de acogida, no de aduana, no de juicio, sino de abrazo y de servicio. Yo creo que ese es legado más importante. Porque antes hubo épocas de señalamientos y una actitud de aduana. Y eso se logró superar gracias a Guzmán Carriquiry.

¿Qué mensaje dan la llegada de Emilce Cuda y su rol en estos escenarios?

El papa Francisco ha querido que haya dos secretarios en nuestra pontificia comisión, primero para que haya varón y mujer, para que haya una complementariedad que hoy es muy importante vivir no solamente en la sociedad, sino en la Iglesia. Segundo, Emilce tiene una enorme experiencia como académica, en el ámbito de la teología moral social, de las ciencias sociales, y ella, en buena medida, representa una sensibilidad social de cierto peronismo en Argentina que hoy es necesario que enriquezca también nuestra oficina. Yo vengo de otra historia. Yo vengo más del trabajo en el CELAM, desde hace muchísimos años. Aunque soy académico, siempre en contacto con los obispos, mis territorios han sido más la doctrina social de la Iglesia y el pensamiento político contemporáneo y creo que nos complementamos. Todavía estamos por descubrir el plan del papa Francisco frente a nuestra misión, porque lentamente vamos viendo que él lo que quiere es que haya más laicos en posiciones importantes y de decisión en el Vaticano y que esta presencia sea plural y diversa, marcada por varones y mujeres. Entonces esto inaugura una nueva época al interior del mundo de la Iglesia.

La teóloga Emilce Cuda comparte con Guerra la secretaría de la comisión
La teóloga Emilce Cuda comparte con Guerra la secretaría de la comisión

¿Qué tanto le preocupa al papa Francisco la situación de migraciones a lo largo de toda América Latina, con sus distintos factores, rutas y corrientes?

La migración es un fenómeno normal en el ser humano y es un derecho humano. Sin embargo, las migraciones que hoy estamos viendo en América Latina son migraciones forzadas, porque hay causas estructurales que llevan a ellas. Cuando una familia decide dejar su tierra, su historia, su patria, su hábitat ordinario, para irse a buscar un mejor futuro, es porque ha llegado ya a situación límite en su propio país. Hoy la Iglesia no solo acompaña humanitaria y pastoralmente al migrante, sino que lo más importante es que el Papa nos pide pensar y repensar las causas estructurales que obligan a la migración y que hay que corregir. Cuando uno las empieza a investigar, uno descubre que son las causas estructurales de la pobreza y de la mala distribución de la riqueza en toda la región latinoamericana.

Frente el caso de Colombia, donde hay tanto desplazamiento forzado, por causas que tienen que ver con el conflicto armado, con las violencias regionales en su diversidad, asociadas muchas veces, sí, a las disputas por el control de rutas del narcotráfico, pero también a conflictos socio ambientales, ¿qué decir al respecto de fenómenos por el estilo, desde una posición como la suya, donde observa todo el panorama del continente y, pisando suelo colombiano, podría emitir alguna palabra desde su comprensión o lectura?

Mi comentario será, ciertamente, muy general, pero, tal vez, el caso colombiano fue uno de los que más aleccionó a la Iglesia católica en la historia reciente, digámoslo así, en los últimos 40 años, porque luego muchos de los fenómenos que se vivieron aquí muy intensamente sucedieron en países como el mío, México. Entonces quizás hay lecciones que hay que aprender. Que muchas veces hay que buscar la vigencia del Estado de derecho y del orden evitando el uso excesivo de la fuerza, por ejemplo. Buscar siempre vías pacíficas, aun en momentos en que hay que responde reacciones violentas hechas fuera de la ley. Y privilegiar eso a toda costa, porque cuando se llega a la penosísima necesidad de la acción directa de las fuerzas armadas, evidentemente todos como sociedad terminamos perdiendo y luego nos lamentamos de los resultados. Yo creo que esa es la lección que hay que aprender y que los colombianos hoy en su proceso electoral de alguna manera mandan una señal a toda América Latina, de que es necesario ir con más paciencia y calma al momento de enfrentar grandes problemas, por ejemplo, asociados a los grupos del crimen organizado y de narcotráfico en toda América Latina, para que las soluciones sean más duraderas, sean más de largo plazo y sean auténticamente pacificadoras y no simplemente acciones, reacciones intempestivas y rápidas, que tienen glamur, que a veces pueden resultar justificadas desde una lógica un tanto militar o policiaca, pero que en ocasiones deterioran el bien común y luego dejan malos precedentes a toda la región.

En la Iglesia universal, en la opinión pública, hay expectativa por el viaje del Papa a Canadá. ¿A qué corresponde la importancia histórica de este episodio?

Sí, justamente el prefecto del dicasterio para los obispos, que al mismo tiempo es el presidente de nuestra pontificia comisión, es canadiense y acompañará al Papa al viaje a Canadá. Un viaje que tiene una peculiaridad, porque no solo es evangelizador, sino evangélico tal vez en el sentido más profundo del término, porque el Papa está dispuesto a pedir perdón ante tantos abusos que han sucedido en territorio canadiense, por parte de personal católico que en algún momento creó condiciones de abuso sistemático de personas altamente vulnerables y que merecían el respeto completo a su dignidad y a sus derechos fundamentales. Entonces, que el pontífice pida perdón y que la Iglesia supere la cultura del ocultamiento y de la invisibilización de este tipo de cosas va a ayudar a Canadá pero también a la Iglesia y a la sociedad, en general. Hoy necesitamos superar cualquier idea de que la ropa sucia se lava en casa, como decimos en México; ese tipo de cultura perversa hizo que muchas veces hubiera encubrimiento y complicidad, con grandes abusos que nunca más deben volver a suceder y que son contrarios a la dignidad de las personas. En principio la Iglesia tiene que reaprender a acompañar a las víctimas y a no ponerse del lado unilateralmente de los victimarios.

En ese esfuerzo el papa Francisco se ha referido, críticamente, al clericalismo. Y habla de la posibilidad de una reforma de la Curia, pero también de inspirar procesos sinodales en la Iglesia universal. ¿Qué tanto estos esfuerzos responden al deseo de no querer repetir estos errores históricos que le atañen muchas veces al clericalismo, al poder, al abuso de conciencia y de autoridad?

Agradezco la pregunta, porque en los temas de abuso sexual ha habido ciertos grupos en la Iglesia católica que creen que el abuso sexual del clero se explica por la revolución sexual de los años 60 del siglo XX. El papa Francisco claro que conoce que hubo todo un cambio cultural frente a la sexualidad hacia finales de los años sesenta, muy importante a nivel global. Pero el abuso sexual el papa francisco lo ha diagnosticado muy bien, sucede cuando se tolera una cultura de abuso en muchos ámbitos, que hasta llega al sexual; y a esa cultura de abuso se le llama clericalismo. El clericalismo no es simplemente una cierta fascinación por el mundo de los curas por parte de algunos laicos, sino justamente el que a veces en la propia Iglesia se generan estructuras de oprimido-opresor, de siervo y esclavo, que deben de ser superadas. Cuántas veces no vemos fieles laicos que quisieran pedirle permiso al sacerdote prácticamente para todo, para cualquier iniciativa eclesiástica, eclesial o hasta familiar. Esto hay que superarlo porque justamente estas actitudes son las que eventualmente derivan en otras situaciones de abuso muy graves. El clericalismo está conectado con el abuso y en la medida en que ayudemos a que la Iglesia sea más participativa, haya un trato más igualitario entre las personas; más inclusiva, aun de las personas que no comparten del todo la vida cristiana, de los diversos y hasta de los adversos; que en la Iglesia aprendamos a tratarnos como hermanos, y no a juzgarnos como si estuviesen unos condenados, podemos hacer una Iglesia mucha más creíble, restaurar la confianza y superar esto que el Papa denomina la enfermedad perversa del clericalismo.

“En la medida en que ayudemos a que la Iglesia sea más participativa (…), podemos hacer (de ella algo) mucho más creíble”

A la luz de esta reflexión, ¿usted cree que el laicado también ha contribuido, en ciertos momentos, al encubrimiento eclesiástico de abusos sexuales?

Sí, el clericalismo no es una enfermedad solo de los sacerdotes, sino también de muchos fieles laicos que, al no entender con claridad su dignidad como seres humanos, personas y miembros de la Iglesia, se subordinan de maneras torpes, a veces, al sacerdote. Y de esta manera generan las condiciones culturales y estructurales para que luego existan abusos muy lamentables. Por eso una de las agendas más decididas que tiene el papa Francisco es reivindicar la dignidad de los laicos comunes y corrientes, del pueblo de Dios, más básico, para que nunca más vuelva a sentirse inferior ni que dialoga con una Iglesia de superiores sacerdotes; para que los laicos descubramos nuestra igual dignidad y responsabilidad, y participemos hasta en la toma de decisiones.

¿Qué garantías hay para que el legado del papa Francisco se perpetúe y tenga continuidad más allá del fin de su pontificado?

Francisco tiene que trascender a Francisco. Es decir, el gran proyecto del papa Francisco, de hecho, no es de él, es el llamado Concilio Vaticano II, ese gran acontecimiento eclesial que vivimos en el siglo XX, que ayudó a renovar el rostro de la Iglesia y que no se ha activado del todo. El Papa está intentado hacer una implementación del Concilio, que seguramente los siguientes papas tendrán que continuar. Francisco ha abierto una serie de procesos. Yo los considero, sinceramente, irreversibles, para que nunca más vuelva a haber clericalismo, para que redescubramos algo que en América Latina apreciamos mucho: la belleza de la inculturación, es decir, vivir la fe cristiana, pero usando los símbolos y los lenguajes propios de nuestras culturas latinoamericanas, cosa que a veces en algunos ambientes se ha olvidado o se ha visto hasta como peligroso. Reivindicar la dignidad de la mujer. Recientemente, y por primera vez en la historia de la Iglesia, el Papa nombró a tres mujeres como parte del equipo que va a decidir quiénes serán los nuevos obispos a nivel mundial. Entonces por primera vez en la historia de la Iglesia tres mujeres forman parte del lugar donde se toman las decisiones y se hacen los discernimientos sobre quién es un buen candidato para ser un buen obispo y quién no. Esto es una revolución profundamente evangélica en la línea del Concilio Vaticano II. Un proceso irreversible.

¿Sueña usted con la posibilidad de una Iglesia con ordenación femenina?

Los temas de ordenación femenina, aunque generan un gran interés en la prensa, son parte de una falsa emancipación femenina, porque es nuevamente caer en la ya muy vieja tentación de algunos feminismos de querer liberar a la mujer por vía masculina, creyendo que siempre el arquetipo masculino es el parámetro liberador. Al contrario, el papa Francisco está convencido, y yo estoy muy convencido de manera personal de ello, que la especificidad femenina tiene que aflorar. En el ámbito de la teología, el ministerio de todos los sacerdotes depende de una mujer que no es sacerdote, la virgen María. Esto, que parece algo muy muy sobrenatural, da una lección de que la mujer no necesita ser sacerdote para ocupar un puesto muy importante al interior de la vida de la Iglesia, porque de María, que es mujer, dependen todas las gracias, hasta las del ministerio del sucesor de Pedro y de todos los obispos en el mundo.

¿Cuál es su principal reto, aquel por el que lo van a llamar a una rendición de cuentas?

El principal reto que el Papa nos ha puesto delante en la Pontificia Comisión para América Latina es ayudar a que en la Santa Sede, primero, haya una casa, un hogar para todos los obispos latinoamericanos, religiosos, fieles laicos, simpatizantes de la Iglesia o no simpatizantes de la misma. Primera parte del reto. Segunda parte, que la Santa Sede se haga presente de manera más cercana en la vida real, no en las teorías, no en los documentos, sino en la vida real de la Iglesia de toda la región latinoamericana, sobre todo ahí donde la Iglesia está viviendo desafíos nuevos. Pienso mucho en el tema migratorio en los Estados Unidos, donde nos ha pedido que pongamos una especial atención y acompañemos nuevos procesos para que en territorio norteamericano también se viva la reforma que el papa Francisco está impulsando, no solo para América Latina, sino para la Iglesia universal. Entonces son dos cosas. Que en Roma haya un hogar y que en América Latina haya una presencia y una cercanía más grande del Vaticano y del Papa mismo en la vida ordinaria de la gente común.

Una pregunta de mi colega Israel González, exiliado, sobre la situación de la Iglesia católica en Nicaragua y situaciones que hemos visto recientemente, como la expulsión de las misioneras de Teresa de Calcuta. ¿Qué está pasando en la relación entre el Gobierno y estos sectores de la Iglesia?

Sí, en Nicaragua hay muchos detalles muy particulares, propios de la coyuntura, prácticamente de los últimos días. Pero, tal vez, cuando uno mira Nicaragua, Venezuela, Cuba, México y otros países, descubre que, realmente, el gran asunto que está tensionándonos a todos es que muchas veces, cuando un gobierno de derecha fracasa, la población da un manotazo y busca una alternativa política nueva, más social (no me atrevo a decir que de izquierda, pero sí más social y comprometida sobre todo con quienes han sido olvidados en la historia). Sin embargo, está sucediendo que algunos de los gobiernos que han surgido bajo esta historia, bajo está lógica, caen en la tentación del neopopulismo. El neopopulismo no es propio de las izquierdas, también hoy vemos versiones de derecha populistas. ¿En el fondo cuál es el problema? No es la izquierda o la derecha. El problema es utilizar la democracia para instalar personas que por falta de formación y de comprensión, me atrevo yo a decir, del destino de América Latina en el contexto global, incurren otra vez en la viejísima tentación autoritaria que suprime libertades, que no respeta la diversidad de opiniones y que termina lastimando, entre otros sectores, a la Iglesia católica que busca poder vivir y creer con libertad.

"El neopopulismo no es propio de las izquierdas, también hoy vemos versiones de derecha populistas"

¿En qué se diferenciaría, entonces, esta idea de pueblo del neopopulismo de la idea de pueblo del papa Francisco?

El papa Francisco ha dicho que no hay que confundir lo verdaderamente popular, es decir, lo que es del pueblo, con el neopopulismo. El neopopulismo es el uso y abuso del pueblo en momentos de fragilidad, de incertidumbre popular, para arribar al poder y quedarse en él. Mientras que lo auténticamente popular es lo que respeta la historia y la idiosincrasia del pueblo. Uno descubre cuándo comienza la tentación autoritaria de nuevo cuando un gobernante que ha nacido, a lo mejor, de una lucha justa desde la sociedad y el pueblo, empieza a vivir como un burgués. Es decir, la recaída burguesa que aleja del pueblo y que crea nuevas oligarquías son señales, focos rojos que empiezan a indicar que algo se descompuso. A lo mejor un proceso social legítimo se puede llegar a corromper cuando el gobernante autoritario no mantiene con tesón un estilo de vida que realmente lo conecte con las venas abiertas del pueblo real. Y esa es la mirada del papa Francisco. Recientemente ha dado unas entrevistas en las que ha hecho unas críticas muy severas al neopopulismo y ha dicho que lo que hoy necesitamos es volver al pueblo, sin manipularlo, sin usarlo sino más bien aprendiendo a escucharlo.

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