Bendita memoria, bendito olvido

Es frecuente, a cierta edad, preguntarse con inquietud por la memoria. Se regresa a la infancia y juventud y se difumina el pasado inmediato. Se rumian con delectación, con la saliva del recuerdo, instantes de ternura, ensoñación, reconocimiento, plenitud, prolongados o fugaces, regalo gratuito de la vida o merecido fruto del buen hacer... Por eso es tan terrible el alzheimer, que desintegra biografías.

Maravillosamente lo ha expresado Concha Méndez:
No te vayas, no, recuerdo,
a perderte en el olvido,
que me vas a dejar sola
y a mi vida sin sentido...


También nuestro llorado juglar Manuel Benítez Carrasco acunaba la memoria con nanas de duermevela:
Tener el tiempo pasado
entre las sienes dormido,
o buenamente querido
o tiernamente olvidado...


¡Qué maravilla tener entre las sienes la habilidad de recordar felizmente lo bonito de lo vivido, de olvidar lo triste...! Por eso cierro el título de este blog con el pensamiento "bendito olvido". ¡Que anochezcan las luces de lo sufrido, que resplandezcan, como un bello repetido amanecer, los capítulos de la alegría, el placer, la entrega, el descubrimiento, la soledad sonora...!

Con versos sabios y divertidos se identifica Manuel Mantero, en "El que tiene mala memoria" (pinchar y enlazar), con el despistado que no se acuerda de nada:
Soy el que crea. Nada
me limita, pues todo va a su origen.
Poseo
por la noche a la esposa y la hago virgen,
releo un libro y siempre es nuevo,
miro un cuadro y lo invento. El mundo vive
en mí sin condiciones genealógicas,
preciosamente repentino y libre.
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