Mujer redonda

Esta mañana me crucé con una muchacha embarazada. Su exuberante perfil se proyectaba con sensualidad. No disimulaba la orgullosa premamá su estado de buena esperanza: su ceñido vestido de tubo pregonaba una maternidad inminente y anhelada. Me vinieron al recuerdo los espléndidos versos de Victoriano Crémer en su poema “Mujer redonda”. Me gusta leer y releer a los buenos líricos. Os invito a saborear endecasílabos de almendra y dátil (se escucha de fondo un Ave María). Alguna estrofa:

Hasta los niños la miraban, cuando
doblaba las esquinas de la calle;
tan azul y radiante, que una llama
parecía tener entre los dientes...

Se llevaba las manos a la henchida
plenitud de su carne y las dejaba
allí sumidas, por sentir el eco
caliente y vivo del amor, haciéndose...

Los oscuros balcones con geranios;
los húmedos zaguanes; las buhardillas;
las frescas herrerías; las campanas
que las monjas tañían en el alba...

Todo a su paso, sin cesar latía
al compás de su vientre... Todo, atento
al dulce peso de su vientre... El aire,
de cristal y de gloria por su vientre...


Benedicto XVI acaba de recordarnos el humilde origen de los humanos: el vientre de una mujer y la matriz relacional de una familia:

Ningún hombre se ha dado el ser a sí mismo, ni ha adquirido por sí solo los conocimientos elementales para la vida. Todos hemos recibido de otros la vida y las verdades básicas para la misma, y estamos llamados a alcanzar la perfección en relación y comunión amorosa con los demás. La familia, fundada en el matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer, expresa esta dimensión relacional, filial y comunitaria, y es el ámbito donde el hombre puede nacer con dignidad, crecer y desarrollarse de un modo integral.
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