En escena, la lírica habanera Dulce María Loynaz(1902-1997),con 90 años, en su jardín de El Vedado. Meses después viajaría a Madrid a recibir de manos de Juan Carlos I el máximo galardón de las letras españolas: el Premio Cervantes.
Hace unos días descubrí en la Casa del Libro madrileña, prologado por el Obispo Poeta Casaldáliga, un ejemplar de la antología de poesía religiosa latinoamericana del siglo XX"El salmo fugitivo" (editorial ALDVS, México), 400 páginascon versos de 112 poetas del continente americano.
Como es natural, no podía faltar en ese florilegio algún breve pero representativo poema de la nonagenaria escritoralaureada con el Premio Cervantes 1992, primera mujer americana en obtenerlo. Casualmente, uno de los dos títulos elegidos por el editor Leopoldo Cervantes-Ortiz ha sido "La oración de la rosa", que hace tiempo incorporé a este blog (pulsar).
Aun no siendo muy amplia la galería de textos líricos escritos por la poeta isleña a lo largo de casi todo el siglo 20, tenemos que escoger, y renunciar, para el breve excursus de un puñadito de páginas. De momento, nos asomaremos testimonialmente a su primer importante poemario "Versos 1920-1938", editado en La Habana el mismo 1938.
VERSOS 1920-1938
De distinguida familia, con un padre Héroe de la Guerra de Independencia y una madre artista, de hermosa voz y notable habilidad con los pinceles, nunca acudieron Dulce María y sus hermanos a la escuela porque, según costumbre de ciertas clases adineradas, impartían clases en su mansiónmaestros que, disfrutando además de una selectísima biblioteca, la iniciaron en lo mejor de la tradición poética y otras disciplinas como la música, el dibujo...Con sólo dieciséis años, dio a conocer Dulce María sus primeros versos en el periódico habanero La Nación.
Así, a lo largo de dieciocho años va escribiendo y publicando poemas hasta que, en 1938, una editorial cubana le edita"Versos 1920-1938", poemario breve pero muy elaborado dentro de su sencillez. No parece desacertado descubrir, a un tiempo, cierto hermetismo y luminosa emocionalidad.Zaida Capote, especialista en nuestra autora, así describe el hondo sentimiento religioso que percibe en estos poemas:
"El libro todo es una experiencia casi mística de acercamiento a la divinidad, por un lado; y, por el otro, un regocijo mundano con las pequeñas cosas, vivas o no, pero mayormente perecederas, que pueblan la vida cotidiana."
Cerraremos esta breve presentación del primer libro con un curioso relato que refiere la escritora habanera al experto crítico Manuel Díez, que había solicitado su opinión sobre la acogida que había tenido en Cuba su primer importante poemario. Explica la autora:
"Mi primer libro, "Versos...", fue publicado en Cuba en el año 1938. Salvo unas pocas aunque valiosas críticas, puedo decir que pasó sin pena ni gloria. Hasta se me negó un lugarcito en ciertos anaqueles de la famosa tienda “El Encanto”, dedicados a exhibir los últimos títulos publicados. No soy dada a cultivar rencores, pero este desaire, quizás por ser el primero, permanece indeleble en mi memoria.
Años después, el mismo libro, sin retoques ni añadiduras, se publicó en Madrid y todo fue muy distinto. No sólo pude verlo exhibido en las vitrinas de los principales comercios de esta capital, incluso en los que no eran librerías, sino que yo misma tuve que presentarme a leer sus páginas en varias instituciones de cultura, entre ellas el Ateneo y el Aula Magna de la Universidad."
"¿A QUIÉN HICE FELIZ TAN SIQUIERA UN MINUTO...?"
Iniciamos hoy un brevísimo recorrido por algunos poemas de "Versos 1920-1938". El de hoy es hermoso: "Señor que lo quisiste", estructurado, como observa Zaida, en pareados con rima consonante, que "sugiere sonoramente las Letanías". El tema central es una descripción de Dios como Amor, como Justicia. Se pregunta la poeta por el porqué y para qué de su existencia (primera parte).
A partir de los puntos suspensivos interminables, ya no pregunta a Dios, afirma ("Bien sé...") el amor de Dios a todas sus criaturas, su providencia sobre ellas y el destino que les señala. El verso final "te hubiera sido fácil pasar sin mi..." nos sugiere la humildad de Dulce María. Y sospechamos que el destino que Dios le asigna como misión es escribir, proclamar, difundir poesía.
SEÑOR QUE LO QUISISTE
Señor que lo quisiste: ¿Para qué habré nacido?
¿Quién me necesitaba, quién me había pedido?
¿Que misión me confiaste? Y ¿por qué me elegiste,
yo, la inútil, la débil, la cansada...? La triste.
Yo, que no sé siquiera qué es malo ni qué es bueno,
y si busco las rosas y me aparto del cieno,
es sólo por instinto. Y no hay mérito alguno
en la obediencia fácil a un instinto oportuno...
Y aún más: ¿Pude hacer siempre todo lo que he intentado?
¿Soy yo misma siquiera la que había soñado?...
¿En que ocaso de alma he disipado el luto?
¿A quién hice feliz tan siquiera un minuto?
¿Qué frente obscura y torva se iluminó deprisa
tan sólo ante el conjuro de mi pobre sonrisa?
¿Evitar a cualquiera pude el menor quebranto?
¿De qué sirvió mi risa; de qué sirvió mi llanto?
Y al fin, cuando me vaya fría, pálida, inerte...
¿Qué dejaré a la Vida? ¿Qué llevaré a la Muerte?...
POEMA XCVII: “Señor mío, Tú me diste...”
POEMA IV: “Con mi cuerpo y con mi alma...”
POEMA LXXXVI: “Perdóname...”
POEMA LXXXIII: “Con collares de lágrimas...”