Monseñor Elizalde: “La Iglesia de Vitoria no es una ong, ni una empresa, ni la idea de nadie. Es el pueblo de Dios”.
La Catedral Nueva, dedicada a la advocación de María Inmaculada acogió una de las tradicionales celebraciones de la Semana Santa, la misa Crismal. Noventa sacerdotes concelebraron con el obispo de Vitoria, Juan Carlos Elizalde. Durante la procesión de entrada se pudo apreciar un clero cada día más variopinto el que atiende pastoralmente a la comunidad cristiana en la Diócesis de Vitoria. Sacerdotes llegados de los cuatro puntos cardinales se hacen cada día más habituales en nuestras parroquias y comunidades.
Una de las particularidades de esta celebración es la bendición por el obispo de los Santos oleos, que luego cada sacerdote se llevara para usarlos durante el año en los sacramentos (Bautismo, Confirmación, Unción de enfermos, los más frecuentes).
En esta misa también los sacerdotes renuevan su compromiso sacerdotal. Así lo recordaba Elizalde en su homilía, recogiendo palabras del Papa Francisco se refirió al sacerdocio como “audacia de Dios”. La diversidad sacerdotal en Vitoria no solo se refiere a una cuestión de razas, también en el modo de entender y ejercer el sacerdocio, lo dejaba ver Elizalde: “Nuestra diócesis no tiene un único modelo sacerdotal, existen acentos diferentes”. Diferencias que a veces generan discrepancias, pero para las que el obispo tiene respuesta: “Queriéndonos de corazón se liman las diferencias”. Y añadía: “La Iglesia de Vitoria no es una ong ni una empresa ni la idea de nadie, es el pueblo de Dios”.
Monseñor Elizalde tuvo un recuerdo para el teniente coronel Arnaud Beltrame, que el pasado viernes se entregó como rehén en lugar de una mujer retenida por un yihadista en un supermercado en Trébes al sur de Francia. Recordó algunos datos de su biografía. “Arnaud nació en una familia poco practicante, pero vivió una auténtica conversión en torno a 2008, a los 33 años. Recibió la primera comunión y la confirmación tras dos años de catecumenado, en 2010. Tras una peregrinación a un santuario había pedido a la Virgen encontrar a la mujer de su vida, y empezó a salir con Marielle, con una fe profunda y discreta. Se habían casado civilmente en agosto de 2016, y durante una visita a la abadía de Grasse conocieron al P. Jean Baptiste, al que pidieron que les preparase para su matrimonio religioso, que ya tenía fecha: el próximo 9 de junio.”
Concluyó su homilía haciendo referencia al Plan Diocesano de Evangelización (PDE) en el que está trabajando la Diócesis, y confirmó el ingreso de diez nuevos seminaristas, cinco al Diocesano y cinco al Redentoris Mater.
Durante la celebración se tuvo un recuerdo al anterior obispo D. Miguel Asurmendi.
La catedral registro un medio lleno de la nave central con una feligresía que intentaba aguantar el frio natural del templo con las estufas que a modo de pebeteros intentaban caldear el ambiente.
Non solum sed etiam
He de reconocer que vivo con agrado el hecho de que nuestra Iglesia en Vitoria sea cada día más católica, es decir Universal. Y que esa universalidad se refleje en la feligresía y en el clero. Reconozco que siempre he sido reacio al término “Iglesia Vasca”, ni por cuestiones de maquetación lo he querido usar, en gran parte por las connotaciones políticas, más que pastorales, que se le han dado. Pero también por inapropiado e inexistente. La Iglesia se encarna allí donde está, pero no se reencarna ni se reinventa.
Si de algo puede y debe presumir la Iglesia es de la riqueza en su diversidad. Y desde ahí hacerse pobre con los pobres, reír con el que ríe y llorar con el que llora, hacerse sensible a las identidades locales y acogedora con las identidades de los que vienen de fuera, hablar en todos los idiomas pero siempre desde el lenguaje evangélico y del corazón.
Deseo que el futuro PDE beba de esta riqueza en la diversidad que hoy se descubre en la Diócesis de Vitoria.