A propósito del 'Jesús' de José Antonio Pagola “Bienaventurados seréis cuando os persigan”

(Fernando San Martin).- "La Iglesia no tiene derecho a proclamar principios que sean siempre verdaderos, no puede proclamar más que mandamientos que sean verdaderos hoy. Porque lo que es verdad "siempre" no es ciertamente verdadero "hoy". Dios es para nosotros "siempre", Dios "hoy". Dietrich Bonhoeffer (Écrits). La elección del texto que encabeza esta reflexión no es baladí.

Por encima de lo que considero una persecución en toda regla hacia un hombre bueno, este texto del mártir del nazismo, Dietrich Bonhoeffer refleja de manera magistral lo que estamos viviendo en la Iglesia Católica desde los años de la restauración comenzada por el actual pontífice Benedicto XVI cuando tan sólo (y no poco) era el velador de la ortodoxia bajo el pontificado de Juan Pablo II y luego acelerado de forma vertiginosa en los últimos años en los que dirige la Iglesia Católica.

Sí, no sólo una persecución aunque sea, humanamente, lo más duro de aceptar. Porque duro es aceptar que pueda ser condenado un hombre de iglesia del que nos sentimos deudores muchos y muchas de los que hemos ido caminando en el seno de la Iglesia leyendo semana tras semana sus magníficos comentarios al Evangelio, o hemos seguido y utilizado sus catequesis cristológicas, o hemos leído y rumiado su primer libro "Jesús de Nazaret" o recibimos con agrado su última obra, "Jesús: Aproximación histórica", reeditada y leída por miles de personas y censurada, perseguida, vilipendiada por unos pocos, pero poderosos, y que ahora vemos retirada de las librerías religiosas por orden de no sabemos quién (aunque lo imaginamos)...

No sólo es persecución, no, es, además, la constatación clara de la incapacidad de la Jerarquía católica por dar a conocer el mensaje de Jesús de Nazaret en un lenguaje inteligible y adaptado al contexto social que vivimos. Citando de nuevo a Bonhoeffer, esta iglesia es incapaz de entender que "La Iglesia sólo es Iglesia de Cristo si existe para el mundo, y no para sí ", un mundo, añado, sediento de la esperanza de un mañana nuevo de justicia y de misericordia... Una Iglesia, constato, cada vez más cerrada en sí misma y atrincherada frente a un mundo al que ni entiende ni parece querer entender.

Porque en definitiva, y aquí está el meollo del asunto, con la condena al libro de José Antonio Pagola se hace claramente evidente, en palabras de una mística de nuestro tiempo, Simone Weil, lo que sienten muchos hombres y mujeres cuando escuchan atónitos muchas de las intervenciones de la jerarquía católica o cuando ven, doloridos, tantas de sus actuaciones: "No es el modo como una persona habla de Dios lo que me permite saber si ha morado en él el fuego del amor divino..., sino el modo como me habla de las cosas terrenas".

Este es el auténtico problema, el de una Iglesia envuelta en el discurso incomprensible del dogma y de la ortodoxia y totalmente alejada de las realidades, sufrimientos, alegrías y esperanzas de un mundo al que debiera servir.

Este año en que se cumple el trigésimo aniversario del salvaje asesinato de Monseñor Romero a manos de otros "ortodoxos", resultan proféticas sus palabras en su discurso en Lovaina: "La esencia de la Iglesia está en su misión de servicio al mundo, en su misión de salvarlo en totalidad y de salvarlo en la Historia, aquí y ahora- La Iglesia está para solidarizarse con las esperanzas y los gozos, con las angustias y tristezas de los hombres".

Tengo el convencimiento de que la vida y el trabajo de José Antonio Pagola, sus escritos y desvelos, su disponibilidad diaria ha ido en esta misma línea que no es otra sino la de explicitar de forma accesible para la inmensa mayoría de los hombres y mujeres los valores del Reino que se contienen en el mensaje de Jesús de Nazaret.

Y a ti, José Antonio me gustaría decirte algo que ya sabes, "amigo", el seguimiento tiene sus problemas, ya lo dijo el Maestro: "Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan, y digan todo género de mal contra vosotros falsamente, por causa de mí. Regocijaos y alegraos, porque vuestra recompensa en los cielos es grande, porque así persiguieron a los profetas que fueron antes que vosotros". (Mt 5, 11)

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