Caricaturizar es aislar No soy Charlie, pero todos somos Charlie
(Macario Ofilada).- Tenía algo preparado sobre este affaire. Pero vino el ciclón Francisco. Y me he centrado en su visita. En el avión que lo trajo, hizo algunos comentarios sobre el affaire Charlie con el comentario gracioso del puñetazo, que no era una llamada a la violencia.
En un país en donde los cristianos conviven con los musulmanes, con una convivencia no exenta de tensiones, lo ocurrido en París debe interesar. Sobre todo a un pueblo que sabe reírse, burlarse en orden a sobrevivir, para poder sobrellevar el peso duro de la vida cotidiana, siempre a la intemperie.
De una manera, Charlie se la estaba buscando. Aquellas viñetas ofensivas, y no sólo las en contra del Islam sino sobre todo las en contra de la Iglesia Católica, eran inaceptables. Por eso, yo digo que "no soy Charlie".
Charlie se estaba riendo de otros. He aquí la raíz del problema: reírse de unos y de otros. Y los filipinos somos expertos en esto. Reírse de los demás, burlarse de ellos, de sus creencias es la raíz de la violencia, de las luchas, de los problemas de convivencia. Es querer pisar a los otros (como decimos en filipino). Es querer robarles de su dignidad.
Pero a raíz del atentado y sus muertes, todos nosotros "somos Charlie". No sólo porque nos solidarizamos con las víctimas y sus familiares sino porque todos nosotros nos hemos reído de unos y de otros, burlándonos de cada uno, hiriendo la sensibilidad de cada uno, faltando en el respeto de cada uno.
En lugar de todo esto, todos debemos reírnos, no de unos y de otros, sino juntos. Debemos aprender a reírnos juntos. ¿De qué? De las cosas que no podemos controlar en la vida: como por ejemplo, de los impuestos, de nuestras meteduras de pata como humanos, como gobernantes, como figuras públicas, de la subida de precios, de los deportes, de la vida. No sólo para que sea más llevadera ésta última sino para que aprendamos a cruzar fronteras y a buscar bases comunes para edificar un futuro más pacífico, una convivencia más armoniosa.
Ciertamente, el humor es necesario para poder soportar este peso de la existencia. Y la religión nos puede brindar material fecundo para esto. Yo reconozco que a veces me río de la religión porque sé que Dios tiene un sentido de humor y esto nos lo quiere enseñar. Pero reírse de la religiosidad de los demás no es aceptable. ¡De ninguna manera!
La religión es un concepto. La religiosidad es una vivencia. Ciertamente tiene su dimensión lúdica; es a veces una Fiesta de Locos, como nos recuerda Berger. Pero lo lúdico no equivale a la caricaturización burlesca, insultante y blasfema.
Caricaturizar es aislar. El resultado: reírse de los demás. En vez de esto, debemos cristalizar con el humor nuestra realidad humana con su dimensión lúdica. El reírse: reírse juntos, dialogar, buscar lo humano en la humanidad. Me acuerdo de unos años de haberme reído con algunos conocidos musulmanes por el colesterol de la carne porcina, de la que como católico, filipino y glotón, soy asiduo. Y uno de los musulmanes replicó que tiene el colesterol alto por otras razones. No me dijo cuáles eran.
Pero por lo menos hubo algo común; nos reímos juntos de algo en común que no ofende, que derrumba las tapias que nos separan.
Yo no soy Charlie porque no me gusta reírme de los demás porque me ha dolido mucho cuando se han reído de mí cuando me he caído. Pero todos somos Charlie porque todos de alguna forma nos hemos reído de los demás, todos hemos muerto y sufrido por el atentado y todos debemos buscar formas para reírnos juntos de la vida.
Y vino Francisco para recordarnos a los filipinos y a todos que es bueno e incluso necesario llorar. Lloramos por Charlie, lloramos por todos nosotros. De las lágrimas, nace no sólo la risa sino sobre todo la alegría que el mundo no nos puede quitar.