Xabier Pikaza Ibarrondo Dios en el pesebre, allí lloraba y gemía
(Xabier Pikaza Ibarrondo).- Éste es quizá el más hermoso y profundo de los villancicos o cantos al Dios recién nacido:
Es el villancico del Dios que ha querido aprender a llorar, para saber así lo que es ser hombre, para saber de verdad lo que es ser Dios...
Éste es el Dios que llora, para compartir la suerte de los hombres que lloran, pero no para quedarse en eso, sino para que ellos puedan reir y gozar.
Es el villancico del Dios en el pesebre vacío de la historia, un pesebre de animales, en forma de cuna/sepulcro (comos sabe la tradición oriental). Llora donde unos hombres hacen llorar a otros hombres...
Este villancico forma la conclusión del Romance de la Trinidad y de la Encarnación, un gran poema en el que San Juan de la Cruz (SJC) canta la historia de amor de Dios en sí, de Dios con los hombres.
Con su estilo habitual, SJC expone en este Romance (RomTrin) el amor de Dios como matrimonio (es decir, como intimidad de amor) de sí mismo y de los hombres... Es como un canto de ciego en la noche que ilumina la vida de la humanidad, en la que Dios mismo llora y gime entre animales.
Este romance consta de nueve canciones, la última es la del Nacimiento, que hoy quiero presentar y recordar. Viene al final de un largo recorrido, que empieza en Dios como principio de amor, sigue con la creación y la historia de los hombres, para desembocar en el nacimiento del mismo Hijo de Dios, entendido como matrimonio eterno de Dios con los hombres, dice así (versos 289-310)
Ya que era llegado el tiempo /en que de nacer había,
así como desposado / de su tálamo salía
abrazado con su esposa,/ que en sus brazos la traía,
al cual la graciosa Madre / en un pesebre ponía,
entre unos animales / que a la sazón allí había.
Los hombres decían cantares, / los ángeles melodía,
festejando el desposorio / que entre tales dos había.
Pero Dios en el pesebre / allí lloraba y gemía,
que eran joyas que la esposa / al desposorio traía.
Y la Madre estaba en pasmo / de que tal trueque veía:
el llanto del hombre en Dios, /y en el hombre la alegría,
lo cual del uno y del otro / tan ajeno ser solía
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