"Podemos amar a Jesús agarrados a las manos de los crucificados de este mundo" Jesús Martínez Gordo: "En el ranking teológico, el Papa está por detrás de Queiruga y de Pannenberg"

(José Manuel Vidal).- Siempre comprometido y lúcido, Jesús Martínez Gordo, profesor de la Facultad de Teología de Vitoria, acaba de escribir un libro, titulado "Verdad y revelación cristiana" (Editorial Eset), sobre la teología fundamental en la modernidad. Con análisis claros sobre corrientes e, incluso, sobre los grandes teólogos. Entre ellos, sitúa a Joseph Ratzinger, aunque por detrás de Queiruga (hoy de actualidad) y Pannenberg. Analiza los logros y las limitaciones de la obra de los grandes teólogos actuales y apuesta por una Iglesia más samaritana y más profética, que se agarre "a los crucificados de este mundo".

¿Qué objetivos persigue con su libro 'Verdad y revelación cristiana'?

K. Barth se quejó en alguna ocasión de lo difícil que era dialogar con los católicos porque siempre que se les proponía un tema de debate ellos añadían, mediante una "y", otro. Así, por ejemplo, si se proponía dialogar sobre Jesús ellos añadían "y" Cristo. E iban vinculando parejas de cuestiones que entendían complementarias: eternidad "y" tiempo, vida "y" muerte, gracia "y" justicia, colegialidad "y" primado, escritura "y" tradición, etcétera. Lo que busco es mostrar -confirmando la queja de K. Barth- que Jesús no sólo es "la" verdad, sino también "el" camino "y" la vida y, por ello, su seguimiento no es sólo un asunto de cabeza (verdad), sino también, de corazón u ojos (contemplación) y de pies y manos (compasión y justicia).

Además, también intento mostrar que la revelación del misterio de Dios Jesús sigue siendo, también en nuestros días, lo más íntimo a nosotros mismos "y", a la vez, lo radicalmente distinto y diferente. Ello quiere decir que una teología y una espiritualidad de calidad es la que articula esa "y" entre cercanía y trascendencia, entre caricia y aguijón, misericordia y justicia que se entrega en Jesús. Y, por supuesto, también entre cabeza, corazón, ojos, pies y manos.

¿Puede explicar, en pocas palabras, las tres perspectivas de la Teología fundamental: veritativa, contemplativa y compasiva?

No sé si es posible "en pocas palabras". Lo intentaré, de todas formas: el misterio de Dios se entrega gratuitamente en Jesús y, desde entonces, nosotros podemos amarle agarrados a las manos de los crucificados de este mundo y de otras personas e instituciones que les acompañan (compasión). También podemos verle (gracias a los ojos de la fe) no sólo en su creación, en lo bello, en la armonía y en los gestos de generosidad, sino en el lado oscuro de la historia y en los doloridos de este mundo (contemplación). Finalmente, no sólo es un misterio matemático o lógico-formal, sino, sobre todo, una luz que sorprendentemente ilumina muchos misterios y recovecos de nuestras vidas personales y colectivas (verdad).

¿Prima entre los teólogos la perspectiva noética, por encima de la estética y no digamos de la práxica?

Depende. En el mundo teológico (como en la iglesia) hay mucha más riqueza y pluralidad de la que aparece y se transmite en los medios de comunicación. Se podría simplificar y decir, por ejemplo, que lo veritativo preocupa más en Europa y en el mundo anglosajón, lo práxico o compasivo en América Latina (y, por extensión, en el tercer mundo) y que lo contemplativo parece más cercano a la sensibilidad de Oriente. Sin embargo, sería una simplificación. No conozco cristiano (ni teólogo) que no sea, a la vez, contemplativo, misericordioso y veritativo. Y si no lo es, nos encontraremos con problemas, más tarde o más temprano. En cualquier caso, sigue siendo cierto que todavía son muchas las personas que entienden que ser cristiano es creer unas verdades que poco o nada tienen que ver con la vida de cada día, con nuestros sentimientos, con el trabajo, con el paro, con la vida política y económica, con la ecología, con la crisis... Es más, todavía hay sitios en los que niños o los adultos no van a iniciarse en la fe o en el seguimiento de Jesús, sino que -como suelen decir cuando se les pregunta- van a recibir "doctrina"...Es probable que tomen la parte (el catecismo) por el todo (el seguimiento de Jesús), pero sí, hay zonas en las que ser cristiano todavía parece consistir en llenarse la cabeza de unas verdades que poco o nada tienen que ver con la vida.

¿Le falta a la Iglesia institucional, representada en el Vaticano, entrañas de misericordia por primar la aproximación noética?

Si lo propio de lo "católico" es vivir en un "equilibrio permanente inestable" el misterio de Dios entregado en Jesús, entonces son posibles, por lo menos, aproximaciones veritativas, contemplativas y compasivas a dicho misterio. Además, hay que reconocer que todas estas aproximaciones son igualmente legítimas, aunque a uno le parezca -por las razones que sean- que la realmente importante, necesaria o significativa en estos tiempos es la compasiva o la veritativa o la contemplativa. En cualquier caso, es importante ser consciente de que todas y cada una de ellas tienen sus riesgos que eludir permanentemente. Algunos colectivos cristianos tienen un interés especial por mostrar el "ateísmo cristiano" que ronda a los teólogos y cristianos compasivos, pero no son lo suficientemente lúcidos para percibir el gnosticismo, el docetismo o el frío intelectualismo que ronda a los veritativos y el fideísmo y espiritualismo desencarnado que se asoma entre los contemplativos. Obviamente, una curia vaticana que estuviera ocupada únicamente en "las" verdades que creer corre el riesgo de incurrir en una presentación de la fe y de la revelación cristiana tan intelectual como fría. Y algo de esto ha sucedido durante el pontificado de Juan Pablo II, sobre todo cuando se analiza la trayectoria de la Congregación para la Doctrina de la Fe y su obsesión con el "relativismo" que, al parecer, sólo es veritativo o, como mucho, moral.

¿Por esa primacía proliferan también los colectivos más talibanizados e interesados en descubrir y condenar 'herejes'?

Bueno, yo no hablaría de "primacía" si no de poca o nula atención a eso que he caracterizado como "católico", es decir, como poca o escasa atención al "equilibrio permanentemente inestable" entre la verdad, la compasión y la contemplación y, por tanto, a los riesgos que nos rondan a todos: a unos y a otros. Y también a los que hacen de la denuncia casi una profesión y una manera -bastante lamentable, por cierto- de pretender pasar a la historia o llamar la atención y buscar notoriedad e, incluso, medrar. Además, creo que cuando se deja que lo "católico" intervenga debidamente en la vida eclesial y en la reflexión teológica, entonces aparece la "empatía crítica", es decir, el esfuerzo honesto y sincero por leer y entender a quien sea desde sí mismo y no desde mis propios supuestos (que frecuentemente, se cambian en prejuicios) para, en un momento posterior, criticar su aportación intentando superarla o llevarla un poco más adelante. Cuando se procede esta manera, la reflexión teológica avanza y lo agradece la comunidad cristiana y nuestra sociedad. Cuando, en cambio, no se practica la "empatía crítica" acaban apareciendo los "Torquemadas" de turno que, además de realizar -casi siempre- lecturas sesgadas las difunden como si fueran las únicas. Se hacen un flaco favor a sí mismo y a la comunidad cristiana. Además, frecuentemente, generan un dolor innecesario y estúpido.

¿Qué nivel de excelencia académica alcanza la teología veritativa de Joseph Ratzinger? ¿Se puede decir que es uno de los mejores teólogos modernos?

El primero, sin duda de ninguna clase, en su categoría y nivel, es decir, en su perspectiva marcadamente veritativa y tradicional. A él se debe el "aggiornamento" de una teología para la que conocer es "recordar" que Jesús es la verdad que nos llega en el cauce de la tradición viva de la Iglesia y con el auxilio del magisterio. Pero junto con él creo que hay otros, igualmente veritativos, que están más atentos a puntos también capitales de "la" verdad que es el misterio de Dios revelado en Jesús. Yo me he permitido señalar en mi libro dos autores que le adelantan: uno, en la categoría de "actualizar" la verdad de Jesús en moldes modernos (Andrés Torres Queiruga) y, otro, en la categoría de dialogar con la ciencia y la epistemología contemporánea aguantando el terreno que marca: es la propuesta de Jesús como la verdad final que se "anticipa" en las verdades de cada tiempo y momento histórico (Wolfhart Pannenberg). Andrés Torres Queiruga, por ejemplo, es particularmente sensible a la misma verdad que J. Ratzinger pero desde otro ángulo y perspectiva: a diferencia de él, pretende que los cristianos y las personas de buena de voluntad tengan la oportunidad de vivir en la modernidad la verdad que fue Jesus en su tiempo, es decir, busca conciliar -hasta donde sea posible- la verdad revelada con las modernas afirmaciones de la libertad y de la racionalidad. Es un intento valiente, apasionante y con entrañas evangelizadoras. Evidentemente, su aportación presenta -como todas- algunos riesgos, pero son riesgos que se dan en el normal debate teológico, nunca en los márgenes de la fe y, menos, fuera de ella. Sostener lo contrario equivale a reconocer que no se le ha entendido en su pretensión "católica" y que no se ha practicado debidamente la "empatía crítica"

¿Qué lugar ocuparía en un eventual ranking teológico el Papa actual?

El primero entre los teólogos veritativos tradicionales. El segundo entre los teólogos veritativos "actualizadores" (el primero sería Andrés Torres Queiruga) y, probablemente, el tercero entre los teólogos veritativos sensibles a la "anticipación" de la verdad final en el presente, es decir, por detrás de W. Pannenberg y del mismo Andrés Torres Queiruga. Bajaría muchos puestos entre los teólogos contemplativos. Por delante de él están, por citar algunos, sus amigos Hans Urs von Balthasar y Bruno Forte. Y, con ellos, P. Evdokimov y una buena parte de los teólogos ortodoxos. Y, ciertamente, estaría en el furgón de cola entre los teólogos que se asoman al misterio de Dios desde el interés por conocerle como justicia y misericordia. Creo que estaría por detrás de Gustavo Gutiérrez, Jon Sobrino, Ignacio Ellacuría, J. - B. Metz, J. I. González Faus, Julio Lois y un largo etcétera

¿Se pasó Ratzinger del bando progresista al conservador, como suele decirse? ¿Cuándo?

Eso parece, aunque él lo niega y afirma que nunca hubo tal cambio. En su biografía sostiene que su intervención con ocasión de los debates sobre la "Dei Verbum" en el Vaticano II fue colocada indebidamente entre las "progresistas". La verdad es que, releyéndola, no parece faltarle bastante razón. Probablemente fue el "precio" que tuvo que pagar por ir de la mano de K. Rahner aquellos años. En cualquier caso, es cierto que al poco de haberse acabado el Vaticano II ya empieza a hablar de un "Konzils-Ungeist", de un falso espíritu conciliar. Pero es, sobre todo, durante su tarea como profesor en Tubinga cuando se da ese giro hacia posiciones más recelosas con el concilio Vaticano II y con la recepción en curso. Es entonces cuando se percata, según confiesa, de que en la iglesia se han infiltrado tendencias que se sirven del cristianismo como instrumento al servicio de la ideolología marxista. Ahí parece estar el punto de inflexión. Es una lástima porque, a diferencia de otros, no parece haber tenido la lucidez suficiente como para evitar arrojar por la ventana -como dijo en su día Machovec- el agua sucia de la ideología marxista y el niño que se estaba bañando, es decir, la causa de los pobres, de los crucificados, de los martirizados y, por extensión, de la economía y de la política como referentes de la teología, también de la teología dogmática.

¿Por qué se aleja de Rahner?

En realidad no sé si alguna vez estuvieron teológicamente muy cercanos, a pesar de haber escrito conjuntamente algunos libros. Si se repasan estos trabajos conjuntos con la perspectiva que dan los años transcurridos, creo que se perciben más distancias de fondo que las que aparecían en su día. En cualquier caso, creo que el choque final fue el debate habido en la Comisión Teológica Internacional sobre el papel de dicha comisión en su relación con el magisterio eclesial: donde K. Rahner y otros entendían que la labor de la Comisión Teológica Internacional consistía en ayudar a elaborar el magisterio, J. Ratzinger y otros pensaban que dicha Comisión tenía que limitarse a difundirlo. La labor de mediación entre ambos grupos realizada por Y. - M. Congar fracasó y K. Rahner presentó su dimisión. Desde entonces, la relación entre el magisterio y la teología está pendiente una "articulación católica" que supere el diagnóstico de fondo de J. Ratzinger: en el Concilio los teólogos generaron la autoconciencia de estar por encima de los obispos y de ser los únicos representantes de la ciencia. Esta autoconciencia fue facilitada -al decir, nuevamente, de J. Ratzinger- por una debilidad magisterial de los mismos obispos en el aula conciliar. Evidentemente, es preciso superar ese diagnóstico receloso (y muy probablemente, injusto y desacertado) y lograr cuanto antes una relación más "católica". Ésta sigue siendo una tarea pendiente.

¿Avala el teólogo Ratzinger la imposibilidad de que las mujeres puedan acceder al ministerio ordenado, como sostiene la 'Ordinatio sacerdotalis' de Juan Pablo II?

Sobre este asunto hay dos clases de literatura o discurso. Tenemos, en primer lugar, los textos oficiales que están ahí para quien quiera leerlos o repasarlos: la Carta Apostólica de Juan Pablo II "Ordinatio Sacerdotalis" del año 1994 en la que sostiene que la exclusión de la mujeres del sacerdocio está en armonía con el plan de Dios para su Iglesia y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia (en latín: "tamquam definitive tenenda"). Y está también el sorprendente comentario de J. Ratzinger y T. Bertone sobre las "verdades definitivas" y su consideración como universales e irreformables, a pesar de no estar definidas (¿?). Existen, en segundo lugar, los comentarios, formulados "sottovoce" por algunos teólogos que han formado parte de la Comisión Teológica Internacional. Según estos comentarios, ni la eclesiología ni la espiritualidad de J. Ratzinger y T. Bertone les permitía criticar el posicionamiento "definitivo" del Papa, pero tampoco les llevaba a defender -porque choca frontalmente con el Vaticano I- que el Papa es el único intérprete del llamado magisterio ordinario y universal, sin necesidad de consultar a los obispos. La "vía media" sería este comentario realizado "by order". Prueba de ello es que, una vez finalizado el pontificado de Juan Pablo II, la Congregación para la Doctrina de la Fe no ha vuelto a referirse a este asunto y no ha publicado texto alguno defendiendo el contenido de semejante comentario. En cualquier caso, es incuestionable que la explicación dada por J. Ratzinger y T. Bertone provocó una generalizada perplejidad en el mundo teológico. Y es incuestionable que la Congregación para la Doctrina de la Fe ha aplicado sanciones en conformidad con las llamadas "verdades definitivas". Tal es el caso de R. Nugent, a quien se le retiró la autorización para enseñar por no haber aceptado como definitivos determinados posicionamientos del magisterio referidos a la homosexualidad. Bueno, me paro. Quien quiera informarse de este asunto y de otros conexos con las "verdades definitivas", puede leer el libro... No viene mal un poco de propaganda de vez en cuando...

¿Cuáles son las limitaciones más importantes de la teología de Ratzinger? ¿Y sus principales aciertos?

Creo que J. Ratzinger acierta cuando reivindica la importancia de la tradición, de la autoridad magisterial y de la fe como acogida (y culmen) de la revelación. Además, tiene razón cuando sostiene que la revelación de Dios en Jesús es bastante más que la "sola Scriptura" o la "sola fides". Como también la tiene cuando recuerda que si la acentuación de la "sola scriptura" lleva en su entraña la semilla del autoritarismo (que se puede percibir, por ejemplo, en la primera época de K. Barth), el subrayado de la "sola fides" conduce al pietismo y al subjetivismo (en el fondo al irracionalismo) que, igualmente, se puede percibir en R. Bultmann y -mucho antes- en los tradicionalistas y fideístas anteriores al Vaticano I. También tiene razón cuando recuerda que en la revelación de Dios se ha entregado la verdad primera y última y que gracias a ella es posible superar no sólo el autoritarismo o el fideísmo, sino también el racionalismo de todas las épocas y el relativismo de la presente: la revelación de Dios lleva a la razón humana a enfrentarse con la verdad final que está más allá -aunque presente- de sus propias posibilidades y fantasías creadoras.

Sin embargo, esta concepción de la revelación (y la teología fundamental que propicia) también muestra sus puntos problemáticos. Básicamente cuatro: no tener debidamente presente la cuidadosa articulación entre Escritura y Tradición alcanzada en el Vaticano II; conceder una desmedida importancia a un magisterio eclesial, comprendido más en clave infalibilista que como fraternal testimonio para sostener en la fe; desplegar una exégesis canónica manifiestamente mejorable en su relación con la investigación histórica y no articular la concepción de la "verdad" -marcadamente escatológica- del evangelista Juan con la más histórica de los sinópticos.

Explicar todos y cada uno de estos puntos creo que es abusar de la paciencia de nuestros lectores. No queda más remedio que remitir, una vez más, al libro. Allí expongo pormenorizadamente cada uno de estos puntos críticos.

¿El Ratzinger Papa es distinto del Ratzinger teólogo?

Sí. Al menos, así me parece. Creo que el Papa Benedicto XVI, a diferencia de cardenal J. Ratzinger, ha dejado en un segundo plano el lenguaje y la forma autoritativa de la fase precedente como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Percibo un estilo mucho más propositivo. Esto es algo que me parece apreciar, por ejemplo, en la primera de sus encíclicas sobre el amor de Dios ("Deus caritas est") del año 2005 y en sus consideraciones sobre la laicidad inclusiva del Estado, sobre la necesidad de que la iglesia se recoloque en el nuevo marco político y sobre la conveniencia de ser más audaces en el ecumenismo. Son aportaciones que han sorprendido gratamente por su tono expositivo, casi en las antípodas del autoritativo -y hasta polémico- del que hacía uso el cardenal J. Ratzinger durante su mandato como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Sin embargo, sus comentarios sobre el Islam y la violencia, su diagnóstico de la conquista de América latina, su aparente fracaso en el intento de renovar la curia, su denuncia sobre la "prostitución" del teólogo, la "Notificatio" a Jon Sobrino, la recuperación de la misa en latín, la condena a ultranza del preservativo y los puentes de plata tendidos a los anglicanos que se quieren pasar al catolicismo por desacuerdo con la ordenación de mujeres son algunas de las señales que contradicen -al menos, de momento- el cambio pronosticado por algunos cardenales electores e, incluso, teólogos.

Son estas últimas decisiones y posicionamientos magisteriales los que han llevado a muchos de sus críticos a sostener que bastantes diagnósticos y posicionamientos personales como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe e, incluso, de tiempos anteriores, han acabado -o acabarán- en decantamientos doctrinales y en decisiones papales. No sé si tendrán razón o no. Demos tiempo al tiempo para comprobar o invalidar esta hipótesis...

Entre los teólogos españoles que estudia en su libro figura Andrés Torres Queiruga. ¿Tan importante es el teólogo gallego? ¿Su teología es merecedora de ser calificada de herética, como dicen algunos expertos y hasta algún obispo?

Andrés Torres Queiruga es un gran teólogo veritativo. Probablemente, uno de los mejores cuando se trata de verter en los odres -relativamente nuevos- de la modernidad el viejo vino de la verdad revelada en Jesús. Su esfuerzo por entender la verdad de la revelación mediante lo que llama la "mayéutica histórica", es decir, articulando la verdad históricamente entregada en Jesus con los chispazos de dicha verdad que existen (y persisten) en cada persona, es un esfuerzo y una propuesta admirable. Ante ella hay que quitarse el sombrero, aunque se mantengan diferencias con la misma y no se la considere lo suficientemente acertada en algunos (o muchos) puntos o, en todo caso, manifiestamente superable. Pero, bueno, esto es lo que pasa con todas las aportaciones teológicas y con todos los saberes, más tarde o más temprano. Lo que no es de recibo es confundir la legítima (y necesaria) crítica teológica con una valoración según la cual la propuesta que formula deja en el camino verdades fundamentales. Sinceramente, creo que quienes sostienen esto no han practicado la necesaria "empatía crítica" y se pasan, por ello, unos cuantos pueblos. Algo de esto le ha tocado padecer a Andrés Torres Queiruga en su debate, por ejemplo, con Olegario González de Cardedal. Hay otros que, sin más detalles, creo que no le han entendido y, a veces, hasta da la impresión, de que no tenían interés alguno en entenderle. A estos últimos les aconsejo que lean el debate que mantienen entre sí Andrés Torres Queiruga, Bruno Forte y J. I. González Faus y que recojo en el libro. Aprenderán, por lo menos, que lo valiente no está reñido ni con lo cortés ni con lo inteligente y que ni para uno ni para otro está en cuestión la ortodoxia del teólogo gallego. Me queda la esperanza -espero que fundada- de que la gente que asesora y trabaja en la Congregación para la Doctrina de la Fe sea bastante más leída e instruida que la inmensa mayoría de sus críticos, por cierto de "escopeta de cañón recortado".

¿Qué opina de la condena que acaba de hacer la comisión episcopal para la doctrina de la fe de la obra del teólogo gallego Andrés Torres Queiruga?

Dos consideraciones.

La primera, sobre el procedimiento seguido. Creo que hay que revisarlo a fondo porque no sólo se hace un daño difícilmente reparable a la persona concernida, sino también a la credibilidad de la misma iglesia y, por ello, a su misión evangelizadora. Cuando hay una denuncia, los obispos tendrían que analizar su fundamento en reposado diálogo con la persona cuestionada, a la vez que solicitar informes a diferentes expertos. Con estos datos encima de la mesa, tendrían que ejercer su magisterio "auténtico" (pero no infalible) ciñéndose escrupulosamente a aquella máxima tan querida a S. Agustín y que recoge el concilio Vaticano II: "unidad en lo fundamental, libertad en lo opinable y en todo caridad". Cuando falla el diálogo con la persona en cuestión o el asesoramiento especializado se corre un alto riesgo de descalificar afirmaciones en las que ni el autor ni los conocedores de su obra se sienten reflejados. Y algo de esto sucede en el caso de Andrés Torres Queiruga.

Esta primera consideración procedimental me lleva a la segunda. Si me centro en lo que la "Notificatio" dice, por ejemplo, sobre la revelación y lo que yo he entendido de la misma (y así lo expongo en el libro), ésta no consiste -como se dice- en un mero "caer en la cuenta", en pura y simple "mayéutica". Nada de eso. Andrés Torres Queiruga no se cansa de repetir que la suya es una concepción de la revelación como "mayeutica histórica". Y tan importante como lo primero (la "mayéutica") es lo segundo, es decir, que sea "histórica". Si le he comprendido bien, creo que entiende por tal el encuentro del sujeto con un acontecimiento histórico (la revelación de Dios en Jesús) que no depende ni se funda en la pura y simple subjetividad "mayéutica", sino en la singularidad y novedad de Dios en la historia, en Jesús. Y a ella está radicalmente abierto el sujeto moderno. En definitiva, es la articulación del discurso "mayeútico" de Pablo en el Areópago ("os hablo del Dios en el que nos movemos, vivimos y existimos") y del "histórico" de Pedro el día de Pentecostés ("Aquél a quien vosotros habéis crucificado, Dios le ha resucitado"). La singularidad de la propuesta de Andrés Torres Queiruga es que arranca de los intereses e inquietudes del sujeto moderno (libre y racional), para a partir de los ecos y huellas de Dios en él, posibilitar su apertura a la novedad y sorpresa de su revelación singular en Jesús. Evidentemente, será una revelación que acabará siendo reconocida, más tarde o más temprano, como "escándalo para los judíos y necedad para los gentiles". En la revelación de Dios en Jesús hay un "plus", un "punto de locura" (por amor, obviamente) que está más allá de lo alcanzable racionalmente, pero que no, por eso, deja de ser razonable.

Pues bien, estas dos consideraciones sobre la revelación me llevan a concluir que el dictamen emitido sobre lo que Andrés Torres Queiruga entiende por revelación -y sobre el que se funda la "Notificación" de nuestros obispos- no es ajustado a la realidad. Por eso, creo que hay que cambiar los procedimientos. Y, en este caso, me parece aconsejable que se reabra el expediente sobre nuevas bases que permitan al autor expresarse debidamente y, si es preciso, dialogar con otros expertos o, en todo caso, recabar sus oportunos dictámenes. Sólo así el magisterio "auténtico" de nuestros obispos será cordialmente acogido y cada día más respetado.

¿Qué opina, en este sentido, del caso Pagola?

Vale para su caso lo que acabo de decir de Andrés Torres Queiruga. Con dos añadidos: el primero, que en el caso de los críticos de Pagola percibo que les resulta muy difícil deslindar lo que es su aportación teológica de lo que ha sido su gestión como vicario general de Monseñor Setién en una época muy dura para todos (y en especial, para las víctimas de ETA) y para la Iglesia en el País Vasco. Y, el segundo, que en el "affaire" del "nihil obstat" dado por D. Juan Mª Uriarte a una edición posterior y la "desautorización" del mismo plantea un problema eclesiológico de indudable calado, es decir, un problema de competencias entre un obispo y una comisión de la Conferencia Episcopal Española. Espero que el Vaticano se posicione al respecto y clarifique si sigue estando vigente lo que sostiene el Concilio Vaticano en la Constitución Dogmática sobre la Iglesia cuando sostiene en el nº 27: que los obispos están llamados a gobernar sus respectivas iglesias locales con una autoridad "que ejercen personalmente en nombre de Cristo" y que "es propia, ordinaria e inmediata". Se agradecería una luz al respecto. Y más, cuando la escasa capacidad magisterial de las conferencias episcopales fue reducida a mínimos en la Carta Apostólica "Apostolos suos" (1998) de Juan Pablo II

¿La teología española ha perdido nivel?

Es probable, aunque no lo tengo tan claro. Es incuestionable que los grandes teólogos del siglo XX se han hecho mayores. Pero, a pesar de todo, siguen ahí, al pie del cañón. No se han jubilado como teólogos. Creo que la teología escrita en español ha vivido unos decenios de oro durante la segunda mitad del siglo XX que continua en estos inicios del XXI. La lista sería interminable y, con toda certeza, me dejaría muchos en el tintero. No es una anécdota pequeña que E. Schillebeeckx aprendiera castellano para poder leer en su lengua original a quienes entendía que eran los teólogos más interesantes de finales del siglo XX. Y tampoco lo es que la Asociación Europea de Teólogos Católicos haya percibido que la escasa afiliación de teólogos del área mediterránea y, particularmente, de lengua española y portuguesa haya llevado parejo un empobrecimiento del discurso teológico en centroeuropa. Esta es una de las razones por las que quieren realizar un encuentro de teólogos europeos en la península ibérica con la intención de conocer lo que se cuece por estos lares. En cualquier caso, esto no invalida una impresión que pueden tener muchas o algunas personas: que las generaciones posteriores a los grandes teólogos del postconcilio no hemos sabido estar a la altura de nuestros maestros. No siempre los alumnos estamos capacitados para superarlos...Esto es una evidencia en nuestro caso. Probablemente, porque bastante tenemos con mantener el tipo y gestionar con dignidad la rica herencia que todavía estamos recibiendo de ellos...

¿Se puede aplicar la teología compasiva a la actual situación de Euskadi? ¿Cómo?

Por supuesto. La teología compasiva y la veritativa. Y si se me apura, también la contemplativa. Me explico.
La veritativa, en primer lugar, porque hay que conocer y traer a la luz las tragedias de dolor, desolación y muerte que ETA ha provocado y también las que ha provocado la represión de ETA al margen de los derechos humanos (pensemos, aunque no exclusivamente, en el GAL). Creo que el parlamento vasco está trabajando bastante bien en esta dirección. Sería de agradecer que lo mismo se hiciera en el parlamento español y en muchos medios de comunicación a los que determinados sentimientos (y también prejuicios) les impiden practicar la "empatía crítica" con todas las víctimas. Con las de todos los bandos, sin incurrir, por ello, en equidistancias. Y juntamente con esta atención preferente a las víctimas, un cuidadoso análisis de las causas que provocaron en su día esta reivindicación terrorista por parte de ETA. No se puede obviar que hay personas y colectivos para quienes la actual vinculación del país vasco con el estado español es algo así como un matrimonio impuesto y sin ley de separación o divorcio debidamente reglado (en el caso de que fuera necesario). Los fundamentalismos patrios existen en el País Vasco ("aberri ala hil) y en el estado español ("todo por la patria", "España, una, grande y libre"). Un poco de perspectiva veritativa nos vendría bien a todos porque nos ayudaría a ser buenos amigos y compañeros y, si fuera el caso, excelentes vecinos.

Y otro tanto hay que decir de la perspectiva compasiva. Etimológicamente compasión viene del latín "cum passio" y simpatía del griego "sin pathos". La "compasión" y la "simpatía" van de la mano. Pues bien, si articuláramos "verdad" y "compasión" o "simpatía" es muy probable que acabáramos descubriendo no sólo la importancia de la justicia vinculada a la misericordia, sino también la fuerza cognoscitiva y humanizante de la "empatía" con los crucificados. Muchos colectivos cristianos (y también no cristianos) del País Vasco lo han experimentado y vivido en sus propias carnes durante esta larga noche que ha sido (y sigue siendo, de momento) la presencia de ETA: amenazas, descalificaciones, insultos por llevar un lazo reivindicando la liberación de un secuestrado o por protestar en silencio contra el asesinato y la complicidad de quienes les "hacían la ola". No han faltado parroquias que, movidas por esta "compasión" y "empatía", han visto cómo algunos colectivos de la izquierda abertzale han irrumpido en el templo, en plena celebración eucarística, porque no les gustaba lo que les había dicho que se había predicado el domingo anterior. Se pueden consultar las hemerotecas. Y ¿qué decir de la fuerza cognoscitiva que ha proporcionado a muchos cristianos (y no creyentes) la promoción, acompañamiento y pertenencia a "Gesto por la paz" cuando salían a la calle para protestar en silencio por el asesinato de una persona a manos de ETA o por el de otras personas en algunas dependencias del estado o fuera de ellas en circunstancias nada creíbles? Todo un ejemplo de "compasión", "empatía" y conocimiento vital de la verdad, agarrados a las manos de los crucificados de este mundo y, frecuentemente, en medio de los gritos y descalificaciones de los de la "otra parte". La "catolicidad" y la "empatía", en este caso, "crítica", tiene este coste que, por cierto, no todos están dispuestos a pagar, aunque luego, "a toro pasado", se deshagan en elogios.

Me ahorro la incursión en esta cuestión desde la perspectiva contemplativa. Simplemente me gustaría decir que muchos hemos estado en este compromiso (y seguiremos en ello) porque, además de tener entrañas de humanidad, vivíamos este drama también con unos "ojos de fe", con unos "ojos compasivos", que nos decían que estábamos en la línea correcta y que nos recordaban permanentemente que cuando se está al lado de los crucificados se ve la vida, el mundo y el seguimiento del Crucificado con una gran originalidad (no exenta de complicaciones).

¿Echa de menos una denuncia más abierta de la jerarquía en defensa de los que están pagando la crisis o es suficiente con lo que hace Cáritas como institución samaritana?

Bueno, creo que en teología fundamental la compasión y la justicia van de la mano. El juicio final hay que leerlo articulado con la parábola del buen samaritano ya que la justicia sin misericordia puede incubar actitudes y comportamientos temerosos y provocar el nacimiento del imaginario de un Dios celoso y vengativo. La misericordia sin justicia puede deslizarse hacia una especie de "buenismo" que no acaba por reconocer a Dios como Padre sino como un Abuelo amable sólo dispuesto a querer a sus nietos y a que sus nietos le quieran a él al precio que sea. Justicia y caridad van de la mano. Caritas es importante, pero también lo es denunciar -como lo han hecho los obispos del País Vasco en su carta pastoral de cuaresma del 2011 y lo hace la misma Caritas- que es preciso una reforma moral como condición de posibilidad para una reforma social y estructural.

Prologando su aportación, creo que se debería de tratar de una reforma presidida por tres "mandamientos" o, si se quiere, por tres imperativos categóricos: el primero, "es preciso vivir más sobriamente para que otros puedan, por lo menos, sobrevivir". El segundo: "cuando se vive más sobriamente se es más feliz y mejor persona que cuando se consume compulsivamente". Y, el tercero, "haz diariamente el esfuerzo de ver el mundo, la economía, la política, la diversión, toda tu vida, con los ojos de los últimos de este mundo, con los crucificados que están a tu alrededor. Y luego, organiza tu jornada".

Hay que superar la apropiación y manipulación que diariamente hace la derecha norteamericana de la religión con el pretexto de la eficiencia y de la rentabilidad para, de paso, seguir reforzando el desorden económico actual. Hay que ser menos eficientes y más solidarios. Creo que por aquí tendría que ir el discurso de nuestros obispos, aunque les acusaran de ingenuos y de vivir en la luna. Ya se sabe que las utopías o profecías de hoy acaban siendo las evidencias de pasado mañana y que los pragmatismos a los que cedemos en el presente son los pecados de mañana. Un poco más de profetismo nos vendría muy bien a todos y, sobre todo, vendría excelentemente bien a los parias y crucificados de este mundo.

Estando así las cosas, ¡sí!, sí echo de menos una palabra de la Conferencia Episcopal Española sobre la crisis, sobre los cinco millones de parados y sobre este Saturno redivivo que es el "mercado".

Algunos titulares:

"El misterio de Dios se entrega gratuitamente en Jesús y, desde entonces, nosotros podemos amarle agarrados a las manos de los crucificados de este mundo"

"Lo propio de lo "católico" es vivir en un 'equilibrio permanente inestable' el misterio de Dios entregado en Jesús"

"El misterio de Jesús sigue siendo lo más íntimo"

"Podemos amar a Jesús agarrados a las manos de los crucificados de este mundo"

"En el mundo teológico hay mucha más riqueza y pluralidad de la que aparece en los medios de comunicación"

"Hay zonas en las que ser cristiano todavía parece consistir en llenarse la cabeza de verdades que poco tienen que ver con la vida"

"Cuando no se practica la 'empatía crítica' acaban apareciendo los 'Torquemadas' de turno"

"Queiruga busca conciliar la verdad revelada con las modernas afirmaciones de la libertad y de la racionalidad"

"Benedicto XVI está en el furgón de cola entre los teólogos de la justicia y la misericordia"

"En el ranking teológico, el Papa actual está por detrás de Andrés Torres Queiruga y de Wolfhart Pannenberg"

"Queiruga es uno de los mejores teólogos, cuando se trata de verter en los odres nuevos de la modernidad el viejo vino de la verdad revelada en Jesús"

"La inmensa mayoría de los críticos de Queiruga son de 'escopeta de cañón recortado'"

"El teólogo Ratzinger arrojó por la ventana el agua sucia de la ideología marxista y el niño que se estaba bañando"

"Ratzinger acierta cuando reivindica la importancia de la tradición, de la autoridad magisterial y de la fe como acogida (y culmen) de la revelación"

"Percibo un estilo mucho más propositivo y mucho menos autoritario en Benedicto XVI que en el cardenal Ratzinger"

"El 'nihil obstat' dado por D. Juan Mª Uriarte al libro de Pagola plantea un problema eclesiológico de indudable calado, es decir, un problema de competencias entre un obispo y una comisión de la Conferencia Episcopal Española"

"La teología escrita en español ha vivido unos decenios de oro durante la segunda mitad del siglo XX que continua en estos inicios del XXI"

"Para los teólogos, lo valiente no está reñido ni con lo cortés ni con lo inteligente"

"Las generaciones posteriores a los grandes teólogos del postconcilio no hemos sabido estar a la altura de nuestros maestros"

"Hay personas y colectivos para quienes la actual vinculación del país vasco con el estado español es algo así como un matrimonio impuesto"

"Los fundamentalismos patrios existen en el País Vasco y en el estado español"

"La misericordia sin justicia puede hacer que se vea a Dios como un Abuelo amable dispuesto a que sus nietos le quieran al precio que sea"

"Hay que ser menos eficientes y más solidarios"

"Las utopías o profecías de hoy acaban siendo las evidencias de pasado mañana"

"Un poco más de profetismo nos vendría muy bien a todos y, sobre todo, vendría excelentemente bien a los parias y crucificados de este mundo"

"Echo de menos una palabra de la Conferencia Episcopal Española sobre la crisis y los cinco millones de parados"

Volver arriba