El Papa canoniza hoy al jesuita que evangelizó Brasil José de Anchieta: un Santo entre los Indios
(Luis Miguel Modino).- La canonización de José de Anchieta, conocido ya en vida como el apóstol de Brasil, es una buena oportunidad para reflexionar sobre cómo ser misionero y descubrir que evangelizar es una tarea diferente en cada lugar y que nadie puede llegar para imponer su forma de entender a Dios y relacionarse con Él.
Si hoy, en un mundo globalizado, es difícil adaptarse a realidades diferentes, podemos imaginar cómo sería llegar al Nuevo Mundo en el siglo XVI y en esa situación anunciar el Evangelio.
José de Anchieta, nacido el 19 de marzo de 1534 en San Cristóbal de La Laguna (Tenerife), fue un hombre versado en varios campos, con una buena formación en las diferentes dimensiones del saber, pero por encima de todo, la vida del nuevo santo fue una vida dedicada a la misión.
Llegó a Brasil con 19 años en compañía del Padre Manuel de Nóbrega y desde el principio se preocupó por difundir el mensaje del Evangelio entre aquellos con los que se encontró, intentando siempre buscar los medios para llevar a cabo esta tarea. Su compromiso fue tan grande que dejó huellas profundas en los primeros años de la colonización de Brasil, pero no sólo en el aspecto espiritual, pues a él también se debe la fundación de São Paulo, que con el paso del tiempo se convertiría en la mayor ciudad del país y principal punto de referencia socio-económico.

Su contacto constante con los indios y la defensa de éstos hizo que poco a poco le considerasen como persona de confianza, lo que le convirtió en mediador entre ellos y los portugueses, mostrando la necesidad de tratar a los indios, no como conquistados y esclavos y sí de integrarlos en una sociedad común. Con el paso del tiempo se convertiría en una referencia para todos, ganando fama en todo el país, lo que hacía que todo mundo le siguiese y le pidiese que les ayudase.
La postura de Anchieta pone de manifiesto una actitud que siempre estuvo presente en la espiritualidad ignaciana y que llevó a lo largo de casi cinco siglos a buscar una forma de evangelizar teniendo en cuenta las circunstancias en las que se desarrollaba la misión e intentando muchas veces llevar a cabo un trabajo de inculturación. Me viene a la memoria la figura de más o menos contemporáneo del nuevo santo, y su trabajo evangelizador en China y de tantos otros que hasta hoy continúan con esa misma y, desde mi punto de vista, acertada línea. Al final la "tábula rasa" puede ser considerado como un método de dominio y control, más que de evangelización.
Entre sus varias contribuciones, cabe destacar que José de Anchieta fue el primero en elaborar una gramática de la lengua tupí, que era la lengua hablada por los tupí guaraní, principal pueblo indígena del Brasil del siglo XVI. El conocimiento de la lengua le permitía poder realizar un mejor trabajo evangelizador, usando métodos poco comunes para aquella época, como poesías, canciones, dibujos, obras de teatro... llegando a pasar largas temporadas viviendo en las aldeas indígenas.

En una época en que en las universidades europeas se discutía si indios y negros tenían alma, José de Anchieta destacó por su gran amor a los indios, a quienes trataba como hermanos en Cristo, defendiéndolos, curando a los enfermos, construyendo escuelas para los huérfanos, llevando a cabo una gran labor de promoción humana, poco común en aquellos tiempos, convirtiéndose en ejemplo de misionero para todos los que con el paso del tiempo, la Iglesia nos encomendó esa misma tarea.
Ya en vida tenía fama de santo y con su muerte, el 9 de junio de 1597, fue iniciado el proceso de canonización, que hoy, 2 de abril de 2014, después de tantos años se consuma con el decreto del, también jesuita, Papa Francisco. ¡San José de Anchieta, ruega por nosotros!