"El hombre de nuestros días vuelve a Dios, aunque sea fuera de toda iglesia" Mandianes: "Hoy se practica la abstinencia y el ayuno con más frecuencia y más rigor que los que hacen la cuaresma como los cristianos antiguos"

Cuaresma
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"La cuaresma, es una cuarentena. Tal como la conocemos en la actualidad, empezó a fraguarse en el siglo IV"

"Hacen abstinencia y ayunan todos esos miles de seres humanos que hacen dieta para estar delgados, para mantener la silueta, conservar la figura"

"¿Para qué quieren más peregrinaciones a lugares santos aquellos que, los viernes después del trabajo han de estar cuatro o cinco horas en la caravana"

"¿Para qué quieren ir a confesarse, como era costumbre preceptiva hacerlo, al menos, una vez al año y comulgar por Pascua florida, todas esas personas que van a la televisión a proclamar delante de toda España: te quiero, te puse los cuernos, soy el rey de los astados?"

"Los antiguos practicaban la cuaresma para disfrutar en el cielo de las cualidades de los cuerpos gloriosos; los postmodernos practican su cuaresma particular para lucir, aquí en la tierra, un palmito celestial"

En la Biblia, la cuarentena simboliza las maravillas obradas por Dios con el pueblo elegido y con sus personajes. Las cuarentenas no sólo son una cuestión bíblica. Aún en nuestros días, cuando un barco atraca en algún puerto con pasajeros afectados de una enfermedad no identificada, es sometido a cuarentena antes de dejarlos desembarcar. La cuaresma, es una cuarentena. Tal como la conocemos en la actualidad, empezó a fraguarse en el siglo IV. Desde los inicios, tuvo un marcado acento de preparación al bautismo, rito de paso para participar en la Pascua de Cristo. La cuaresma es tiempo de ayuno, abstinencia y limosna. Los modernos dicen: “La cuaresma ya tiene moho. Yo oía hablar de eso a mi abuela”.

Las modas cambian pero la naturaleza humana sigue ahí. Hoy la limosna se practica fundamentalmente con ocasión de catástrofes, de temblores de tierra y de sequías que condenan a morir de hambre a miles de personas. Los jóvenes practican la penitencia con alegría cuando se enrolan en movimientos de cooperación para ayudar graciosamente a los más necesitados. Hacen abstinencia y ayunan todos esos miles de seres humanos que hacen dieta para estar delgados, para mantener la silueta, conservar la figura; todos los que no comen jamón ni chorizo ni mantequilla, ni una fabada asturiana, ni yogures ni leche entera.

Dieta del ayuno intermitente

Mucha gente, cuando sale rendida y agotada del trabajo, va y se arroja en los brazos de acero de una máquina y se cruje viva durante una hora o dos para transformar su cuerpo, mejorar su imagen y hacerse aceptar por la sociedad. Todos practican la abstinencia y el ayuno con más frecuencia y con más rigor que los que hacen la cuaresma como los cristianos antiguos.

¿Para qué quieren llevar cilicio y darse disciplinas los que llevan una argolla en la punta de la lengua, en los genitales; los que van cargados de cadenas, ¿arrastrándolas día y noche, como una procesión de condenados? ¿Para qué quieren más peregrinaciones a lugares santos aquellos que, los viernes después del trabajo han de estar cuatro o cinco horas en la caravana? ¿Para qué van a pasarse horas de rodillas con los brazos en cruz los hombres y las mujeres que se someten a operaciones, a veces, de riesgo, para eliminar las arrugas, para sacudirse de encima unos kilos? ¿Para qué quieren ir a confesarse, como era costumbre preceptiva hacerlo, al menos, una vez al año y comulgar por Pascua florida, todas esas personas que van a la televisión a proclamar delante de toda España: te quiero, te puse los cuernos, soy el rey de los astados?

El hombre moderno vendió su alma al diablo para llegar a ser un creador (Goethe, Fausto), y proclamó la muerte de Dios (Nietzsche, Así habla Zaratustra). Entonces, delante del cadáver divino, se proclamó a sí mismo creador, pero su maravillosa creación empezó a devorar y destruir todo lo que al hombre era más querido (M. Shelle, Frankenstein). A pesar de todo, creyó que habitaba el mejor de los mundos y que había encontrado la felicidad (A. Husley, Un mundo feliz). El tiempo pasó, y él mismo se convirtió en monstruo (Kafka, Metamorfosis), vacío completamente (T. Mann La montaña mágica), y se dio asco (Sastre, La nausea). Entonces, el hombre descubrió con amargura que es un ser caído, expulsado del paraíso y arrojado en el mundo, cuyo horizonte existencial es la muerte, límite y punto final de todo (M. Heidegger, Ser y tiempo).

Gimnasio

A pesar de todo, el hombre sigue siendo el ser del límite, abierto al misterio (E. Trías, La razón limítrofe). Tal vez el afán por desvelar este misterio, necesario pero imposible (J. Gomá, Necesario pero imposible), sea la travesía del desierto de nuestra sociedad. Y puesto que el corazón tiene razones que la razón no entiende (B. Pascal), el hombre de nuestros días vuelve a Dios, aunque sea fuera de toda iglesia y de toda institución. Después de todo y como siempre, la posmodernidad se ve obligada a hacer un lugar en su vida a Dios, el alma y la libertad, aunque para ello tenga que “suprimir el saber para dejar sitio a la fe”, como Kant, Crítica de la razón pura).

Los antiguos practicaban la cuaresma para disfrutar en el cielo de las cualidades de los cuerpos gloriosos; los postmodernos practican su cuaresma particular para lucir, aquí en la tierra, un palmito celestial. Los expertos dicen que el sufrimiento, el esfuerzo y la renuncia son elementos importantes en la construcción de la propia identidad. El hombre es una fuente inagotable de creatividad que unas veces nos lleva a dominar el mundo y otras a olvidarnos del mundo o a que el mundo nos olvide. Los ciegos, como las llamas, no ven pero nos iluminan. “La cuaresma es una repetición de costumbres. Sin duda. Pero qué es el amor, el arma más potente, ¿sino una monótona repetición?

Antropólogo del CSIC y escritor. Su último libro “En blanco”, novela

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