Josep Miquel Bausset La Santa Faz

(Josep Miquel Bausset).-Cada año, cuando llega el segundo jueves de Pascua, la ciudad de Alacant peregrina en romería al monasterio de la Santa Faz, para venerar el icono de Cristo, la santa reliquia tan querida por los cristianos de toda la diócesis de Oriola-Alacant..

En 1962, el Ayuntamiento de Alacant editaba un folleto sobre el monasterio de la Santa Faz, escrito por Vicente Martínez Morellà, en el cual se explicaba el origen y el camino que siguió este icono, hasta llegar a Alacant.

Cuenta este folleto, que cuando los musulmanes invadieron Palestina, los cristianos (llevándose las reliquias de la Pasión del Señor) se refugiaron en Chipre y de allí pasaron a Constantinopla y posteriormente a Roma, donde la Santa Faz fue depositada en el oratorio del papa. Ante el peligro de una epidemia en Venecia, la Santa Faz fue llevada a esta ciudad y después, el cardenal que la custodiaba se la quedó. Fue este cardenal, el que dio el santo icono a mossèn Pere Mena, sacerdote de Sant Joan d'Alacant, que llevó la reliquia a su pueblo el 1488 (según este folleto) aunque otros hablan de 1489.

Rápidamente la Santa Faz comenzó a ser venerada, sobretodo a partir de la sequía de 1489, que azotó a toda la comarca de Alacant. Llevada en procesión por el franciscano P. Villafranca, se produjo el siguiente prodigio: cuando el franciscano llegó al barranco de Lloixia, sintió un gran peso en los brazos y quedó inmóvil, sin poder avanzar más. Además, la comitiva observó que del ojo derecho de la Santa Faz salía una lágrima, que corrió hasta su mejilla, mientras la gente que lo veía exclamaba: "Faz divina, misericordia".

El folleto, que describe también el camino que conduce al monasterio, habla de los restos de la ermita de Santa Ana, el Vía Crucis, la Cruz de Piedra y la de Madera, hasta llegar a la iglesia que guarda esta reliquia. El folleto habla también de la primitiva iglesia y la nueva (del siglo XVIII) obra de fray Francisco Cabezas.

La Santa Faz nos muestra el amor de Cristo, muerto por nosotros. Una muerte que, como ha dicho el P. Abad Josep Mª Soler "trae fecundidad, de una manera semejante al grano de trigo, que cuando cae en la tierra y muere, es fecundo y da mucho fruto".

En la Santa Faz, los cristianos descubrimos las entrañas de la misericordia de Dios, reveladas en su hijo: el hombre de la verdad y de la paz, que murió víctima de un falso proceso dominado por la miseria de los hombres, la mentira y la injusticia. Por eso Jesús es el Cordero inocente, solidario de todas las víctimas de la tierra. Él continúa en agonía hasta el fin del mundo, ya que su pasión se perpetúa en el dolor y en el sufrimiento de los enfermos, de los que no tienen trabajo, de los presos y de los exiliados y de todos los que sufren.

Jesús que confió en Dios hasta el final, pasando por la soledad de Getsemaní y el suplicio de la cruz, sufrió la pasión redentora aceptada por fidelidad al Padre y por amor a todos los hombres. Por eso fue ensalzado por Dios en la resurrección. De aquí que en la Santa Faz contemplemos el rostro de aquel que, como decía el P. Abad Josep Mª, es "el centro de la humanidad", y que igual a los hombres, es "misericordioso y pontífice que expía los pecados del pueblo". (He 2:17)

Desde la Pascua, los cristianos, como escribió el obispo emérito de la diócesis d'Oriola-Alacant, Rafael Palmero, hemos de vivir aquella "vida nueva injertada en Cristo, la misma que Él tiene y que comunica a la su Iglesia". Por eso los cristianos tenemos una misión muy importante: mostrar el rostro de Cristo, mostrar la Santa Faz a nuestro mundo. Mostrar "su amor sin límites manifestado en el don total encima de la cruz", como decía el Abad Josep Mª.

La Pascua que celebremos y la romería a la Santa Faz nos son signos de la vida nueva del Reino. Como también lo es el Año de la Misericordia que el papa Francisco ha convocado, y que se abrirá el próximo 8 de diciembre, para conmemorar el 50 aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II.

Como pueblo de Dios, peregrinar a la Santa Faz (con las cañas y el romero) es de hecho vivir ya anticipadamente la alegría de la Resurrección, a la cual todos estamos llamados. Como estamos llamados también a poner la misericordia como la viga maestra de la Iglesia, como nos ha dicho el papa en la bula por la que ha convocado el Jubileo Extraordinario de la Misericordia.

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