"Al olmo seco algunas hojas verdes le han salido" Sor Verónica, gestación y eclosión

(Joaquín Luis Ortega en Diario de Burgos).- Muchos serán los que crean que en un convento -y más si es de clausura- nunca pasa nada. Al contrario, los conventos son como las colmenas: llenos de celdas pero también de trajines y de laboriosidades. De vez en cuando salta un convento en el que pasan cosas insólitas. Es el caso del de Santa Clara, en Lerma, que ha pasado lustros llamando la atención por su gran cosecha de vocaciones en tiempos de tan severa sequía. Tanto es así que las clarisas, en su convento del siglo XVII, concebido para una comunidad escasa, han llegado a albergar a casi un centenar de monjas.

¿Razones de tal abundancia? En Santa Clara de Lerma ha venido desarrollándose un espíritu conventual nuevo, acompañado de un talante juvenil y con una especial sensibilidad de evangelización desde la propia clausura. La fórmula ha cuajado hasta hacer de la comunidad de Lerma un vivero de vocaciones y una meta deseada por muchas jóvenes.

Así, a lo largo de los últimos años, en Lerma, ha ocurrido la gestación imparable y silenciosa de un peculiar carisma contemplativo. Un claro don de la Gracia residenciado, al parecer, inicialmente en Sor Verónica Berzosa, una arandina que ingresó en el convento en 1984, a los dieciocho años, y que pronto fue Maestra de Novicias para ser, actualmente, Abadesa.

La necesidad imperiosa de expansión llevó - en 2009 - a la comunidad lermeña (tras muchas búsquedas y cálculos) al viejo convento franciscano de La Aguilera, que los frailes se vieron obligados a dejar ante su penuria vocacional. Entre Lerma y La Aguilera se abrió, así, un eje espiritual. Dos sedes o residencias para una sola comunidad, presidida por Sor Verónica. Ella vivió su larga gestación en Lerma y ahora ha conocido, en La Aguilera, su feliz eclosión con la intervención directa de la Santa Sede que ha dado a sus monjas una identidad propia y un estatuto nuevo - Iesu Conmunio-, otorgándolas un nuevo ser jurídico y eclesial.

¿Cabe hablar de una escisión o de un cisma como ya se ha dicho? En absoluto. En este largo y sereno proceso no ha existido ni rebelión ni ruptura ni enfrentamiento si bien han surgido roces e incomprensiones diversas. Ha sido una maduración pública y notoria que ha terminado con la intervención papal. Lo que cabe decir es que la naturalidad con que el proceso ha terminado se parece a la normalidad con que el fruto se desprende del árbol, una vez maduro.

Dentro de la Orden no faltarán sentimientos y expresiones de dolor. Pero conviene aquilatar que una cosa es dejar de pertenecer a la Orden y de vivir bajo su Regla y otra olvidar la sensibilidad de Francisco y de Clara que son joyas de valor universal dentro del patrimonio cristiano. En él se han formado y han vivido las desde ahora integrantes de Iesu Conmunio.¿Serán tan frágiles de memoria? No lo creo.

Resulta curioso constatar que allá, en pleno siglo XV, La Aguilera fue un foco esencial en la reforma de la vida franciscana. Fray Pedro de Villacreces fue el guía fuerte de aquel movimiento. De nuevo, ahora, La Aguilera vuelve a ser el escenario de una emergente aventura espiritual.

Por lo demás, entiendo que la apertura de una puerta nueva para entrar en la vocación contemplativa es buena cosa. Y que Roma sea sensible y satisfaga los anhelos, en esta materia, de las nuevas generaciones, me parece un enriquecimiento para la propia Iglesia. Así que, jugando con los versos de Antonio Machado, celebremos que «al olmo seco», de las vocaciones, al filo del invierno precisamente, «algunas hojas verdes» le hayan salido.

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