¿Quién la ha visto? ¿Dónde ha quedado mi esperanza?
(Oscar Julio Vian, arzobispo de Guatemala).- "¿Dónde ha quedado mi esperanza? ¿Quién la ha visto?" (Job 17,15). Queridos hermanos y hermanas de la Arquidiócesis de Santiago de Guatemala: He querido comenzar este breve y sencillo mensaje de Adviento con una frase del libro de Job que a mí, personalmente, me impresiona. Dichas así, en primera persona, parecen dos preguntas para que cada quien nos las hagamos.
Yo quiero hacérmelas, y se las propongo a cada uno de ustedes, como dos preguntas fundamentales de Adviento. En el tiempo litúrgico de la esperanza, sería bueno que hiciéramos un examen de esperanza y que preguntáramos a la gente si nuestra esperanza se nos nota en la vida: "¿dónde ha quedado mi esperanza?" "Mi esperanza, ¿quién la ha visto?"
Tengo la impresión de que el prematuro y comercial ambiente navideño y todos los "sustitutos" del verdadero protagonista de la Navidad: Jesús, nos pueden indicar por dónde va nuestra esperanza. Se nos ha quedado en "fuegos artificiales". Esos que parecen alumbrar, pero se desvanecen. No iluminan. No alumbran la vida. Y ahí se nos van las ilusiones, sin ser capaces de entrar en el serio sentido de la espera. De la espera de algo nuevo para nosotros personalmente y para nuestra sociedad guatemalteca.
"Mi esperanza, ¿quién la ha visto?" ¿Alguien ve que por debajo de la bulla que sofoca la hondura del Adviento haya siquiera un pequeño rayo de esperanza que toque la vida, nuestra vida de cada día? Nuestros problemas personales, familiares y sociales, que son muchos y graves, ¿son un reto a la esperanza? o ¿son, más bien, la basura que, durante estos días, intentamos esconderla bajo la alfombra de las luces, de los Arbolitos, de los papás Noel, de los Santa Claus con sus renos, de Frosty...?
No pretendo, en absoluto, que quitemos el sentido festivo de las fiestas, de Navidad y Año Nuevo, que se acercan. Nos preparamos, en efecto, a una gran fiesta. A una fiesta de las que merecen la pena. Pero es una fiesta que no nos puede robar la esperanza. Durante las cuatro semanas de Adviento, la Palabra de Dios y la Liturgia de la Iglesia nos estarán insistiendo en que es preciso esperar. Esperar con confianza y esperar con compromiso.
¡Cuánto bien nos puede hacer retomar y meditar algunas indicaciones del Papa Francisco sobre la esperanza! Él es un auténtico creyente de la espera. De una espera que tiene la meta en Dios, pero que "no significa huir del mundo, sino servir al hombre". Una esperanza que "impulsa a hacer el bien, a pesar de todo, y mirando siempre más allá".
"La esperanza que no es de uno, porque la hacemos entre todos". Una esperanza realista, creativa, capaz de crear futuro. Y, por eso, parte de una convicción compartida: otro mundo es posible. Es preciso dar un "no" a la resignación, a la pasividad, a dejar que otros piensen y actúen por nosotros, ¡No! La esperanza cristiana es activa. No es un optimismo barato que puede exaltarse con cualquier fuego artificial. La esperanza, dice el Papa Francisco "es como las brasas bajo las cenizas. Hay que ayudar con la solidaridad a soplar las cenizas para que el fuego salga otra vez". Solamente así la esperanza nos lleva adelante y no se queda en un sentimiento superficial y pasajero, que tiene que ver más con un optimismo enfermizo que con una esperanza recia, que es capaz de crear un futuro mejor para todos.
¡Qué hermoso sería que durante todo el Adviento respondiéramos a la primera pregunta de Job: "¿Dónde ha quedado mi esperanza?" Y que la respuesta, con la liturgia de la Iglesia, nos llevara a Jesús! Él es nuestra esperanza; con Él nuestra vida, la vida de nuestros pueblos tiene futuro. Y que también, durante todo el Adviento, la gente que no cree en Jesús, los indiferentes, los que buscan y no encuentran, tanta gente para quienes el Adviento no significa nada, pudieran comenzar a responder a la segunda pregunta: "mi esperanza, ¿quién la ha visto?", diciendo: "yo la he visto en mis vecinos católicos; yo la he visto en mis amigos jóvenes que creen en Jesús; yo la he visto en la gente de la parroquia que está cerca de mi casa; yo la he visto en comunidades cristianas que, mirando al futuro, luchan ya por un mundo mejor..."
¡Ojalá! En palabras del Papa Francisco: "nos estaríamos abriendo al Dios que nos abre a los demás". Desde esa esperanza, él nos invita: "den algún paso más allá de ustedes mismos. Pequeños pasos, pero, denlos, abriendo el corazón a la fraternidad, a la amistad, a la solidaridad" (Encuentro con los jóvenes de Cagliari, 22.9.13).
Que nuestra Madre, la Virgen de la esperanza, nos acompañe en este Adviento que comenzamos. Si a ella le preguntamos: "¿dónde ha quedado mi esperanza?", nos responderá: "hagan lo que Él les diga". Si a ella le dijéramos: "mi esperanza, ¿quién la ha visto?", sin duda que nos diría: "yo la veo, cada vez que te miro unido a Jesús como el sarmiento está unido a la vid". "Ven con nosotros a caminar, Santa María, ven".
Juntos, en el camino de la esperanza, los abraza y bendice,
+ Oscar Julio Vian Morales, sdb
Arzobispo Metropolitano de Santiago de Guatemala.