Cinco visitas intensas y vibrantes Los cinco viajes a España del beato Karol Wojtyla
(Joaquín Luis Ortega, en Diario de Burgos).- La relación personal de Juan Pablo II con España, con su pueblo y con su Iglesia, se articuló fundamentalmente a través de las visitas realizadas por Karol Wojtyla a nuestra tierra en los 25 años largos de su pontificado.
Nada menos que cinco viajes - uno por lustro - a una España que nunca, a lo largo de su historia, había recibido una visita papal. Cinco visitas intensas y vibrantes fueron moldeando su conocimiento de nuestras cosas y su relación con el catolicismo español en la bisagra cronológica entre los siglos XX y XXI. A lo largo de todas ellas, fue creciendo la sintonía y quedó patente el atractivo pastoral del peculiar «estilo Wojtyla».
Primer viaje: octubre-noviembre de 1982. En el quinario de los viajes de Juan Pablo II a España, el primero, del 31 de octubre al 9 de noviembre de 1982, fue el más largo e intenso. Sin duda, el más importante. El viaje había padecido el retraso de más de un año por el atentado que sufrió el papa el 13 de mayo de 1981, en la plaza de San Pedro. Por fin pudo realizarlo tomando por motivo especial la clausura del IV Centenario de Santa Teresa de Jesús.
El papa, pletórico de fuerza física y de vigor espiritual, a pesar del atentado, corrió en España las siete partidas. En sucesivas jornadas y partiendo de Madrid, visitó los lugares teresianos y sanjuanistas de Castilla y León; Loyola y Javier en el País Vasco y Navarra; Andalucía y Extremadura, Valencia y Cataluña, Castilla-La Mancha, Aragón y finalmente Galicia para postrarse a los pies de Santiago y reivindicar, allí, la identidad cristiana de España y de Europa. En sólo diez días Karol Wojtyla había visitado a la Virgen en sus santuarios de El Pilar, Montserrat, Guadalupe, Los Desamparados y otros. Había congregado a los cristianos en estadios como el Bernabeu, el Nou Camp o La Romareda. Había hablado a los sacerdotes, a los obispos, a los obreros, a los intelectuales, a los enfermos y a los jóvenes. Y había dicho en su despedida en Santiago: «¡Hasta siempre, España, tierra de María!».
Es de notar que España recorría entonces las etapas de su transición de la dictadura a la democracia. Unos días antes de su llegada, el PSOE había desbancado en las urnas al gobierno de UCD. El papa fue recibido por un gobierno en funciones. Juan Pablo II, ante la sorpresa de no pocos, en su discurso de llegada a Barajas y en el del Palacio Real, saludó los progresos de la democracia en España, exhortó a los católicos a participar en la vida pública colaborando con las autoridades legítimas y defendió, ante éstas, el papel de la tradición cristiana en la vida nacional. La renta espiritual de este viaje, que algunos calificaron de «titánico», fue muy abundante. En pocos días Juan Pablo II, religiosamente profundo y humanamente cercano, había realizado la proeza de conquistarse a muchos españoles que le habían recibido con no pocas reticencias. Había sido recibido como un huésped y se marchaba como un amigo.
Segundo viaje: octubre 1984. Apenas transcurridos dos años, Juan Pablo II volvía a poner su pie en España. Esta vez en una visita fugaz - sólo a Zaragoza - pero llena de sentido hispanista y misionero. Iba Karol Wojtyla hacia la América Hispana para inaugurar en Santo Domingo y Puerto Rico las celebraciones del V Centenario del Descubrimiento y Evangelización del nuevo continente. Su alto en Zaragoza lo aprovechó para hacer un elogio a la acción evangelizadora de España a través de los siglos y especialmente en tierras americanas. Era el lugar y el tiempo oportunos para lanzar lo que él llamó siempre la «nueva evangelización». La estancia papal fue breve pero intensa.
Tercer viaje: agosto 1989. De nuevo, en agosto de 1989, Juan Pablo II aterrizaba en Galicia. El viaje se debía a la convocatoria, en Compostela, de la IV Jornada Mundial de la Juventud. El papa convivió un par de jornadas con jóvenes de todo el mundo, en un encuentro lleno de hondura y de espontaneidad en el que mostró una vez más su sintonía con la juventud de nuestro tiempo. Esta visita contó con un estrambote asturiano. Juan Pablo II pasó unas horas en Oviedo y sacó tiempo para visitar a la Santina de Covadonga, haciendo también una excursión privada a los lagos y las cumbres de aquellas montañas.
Cuarto viaje: junio 1993. Sevilla, Huelva y de nuevo Madrid fueron la meta de un cuarto viaje a España. En tierras andaluzas rindió homenaje a la Eucaristía en el Congreso Internacional que tuvo lugar en Sevilla al año siguiente de celebrarse allí la Exposición Universal. En Huelva visitó los lugares colombinos y clausuró un Congreso Mariano Internacional, cerrando la estancia con una memorable visita a la Virgen del Rocío en su Santuario de Almonte. La visita a Madrid le dio la oportunidad de consagrar la nueva catedral de la Almudena y de celebrar una canonización - la del sacerdote y fundador Enrique de Ossó - en plena plaza de Colón.
Quinto viaje: mayo 2003. El último viaje del papa Wojtyla a España puede estar todavía en los ojos y en el corazón de muchos españoles. Las escenas del aeródromo de Cuatro Vientos y la canonización, en la Castellana, de cinco Beatos españoles (Pedro Poveda, José María Rubio, Maravillas de Jesús, Angela de la Cruz y Genoveva Torres) dejaron las imágenes de un papa mortificado por múltiples limitaciones físicas pero animoso y hasta juvenil entre los jóvenes. Fue una visita con acentos de despedida entrañable. Era el adiós de un pontífice indomable y de un papa amigo. Era el colofón lógico para una relación con el pueblo y la Iglesia de España que Juan Pablo II fue amasando a lo largo de los cinco viajes con que distinguió a nuestra tierra. Era el ahora Beato Karol Wojtyla el papa al que España había visto más veces y más de cerca en toda su historia.