Canisio se vuelve un 'jesuita modelo' en la conexión de la acción y la contemplación" "Si la sal se vuelve sosa", la herencia espiritual de san Pedro Canisio (1521-1597)

san Pedro Canisio
san Pedro Canisio

"Pedro Canisio, tan 'activo' en los acontecimientos político-religiosos de su tiempo y en la aplicación de la reforma tridentina, tenía una naturaleza inclinada a la experiencia mística y a la contemplación"

"Que Canisio no entrara en la Cartuja de Colonia, sino en la nueva Compañía de Jesús, una Orden con el lema "no somos monjes, el mundo es nuestro convento", se debe al encuentro con Pedro Favre, tan inclinado como él a la experiencia mística y a la devoción al Sagrado Corazón"

"Canisius siempre vinculará el compromiso jesuita en el mundo a favor de los demás con una intensa contemplación"

"Canisio fue declarado Doctor de la Iglesia en 1925, seguido en 1926 por su contemporáneo y carmelita descalzo Juan de la Cruz"

Mariano Delgado, decano de la Facultad de Teología de la Universidad de Friburgo, fue invitado por los jesuitas a intervenir el 27 de abril en la Iglesia de San Miguel de Friburgo durante la celebración del 500 aniversario del nacimiento de san Pedro Canisio, allí enterrado, que también marcó la fundación de la nueva Provincia de Europa Central (Alemania, Suiza, Austria, Letonia y Lituania).

La charla del profesor Delgado se centró en la espiritualidad del patrón de esta nueva provincia. "Estoy muy contento de hacerlo, porque en esta espiritualidad también encuentro importantes impulsos para el presente", señaló en su preámbulo. Siguiendo la "práctica retórica de los jesuitas", concentró sus observaciones en tres puntos de reflexión.

Canisio

Primera reflexión

Pedro Canisio, tan "activo" en los acontecimientos político-religiosos de su tiempo y en la aplicación de la reforma tridentina, tenía una naturaleza inclinada a la experiencia mística y a la contemplación. Así lo demuestra el hecho de que antes de entrar en la Compañía de Jesús se sintiera atraído por la espiritualidad de los cartujos y también por la teología mística del dominico Juan Taulero.

La Cartuja de Colonia se inscribía en la tradición de la "devotio moderna", es decir, se caracterizaba por un marcado cristocentrismo, por la devoción al Corazón de Jesús y por el camino místico. Esto convenía al joven Pedro Canisio, que buscaba a Dios por la vía agustiniana hacia el interior. Canisio ya fue introducido en esta tradición mística por su mentor espiritual, Nicolás van Essche, que no pudo hacerse cartujo debido a su mala salud. Durante sus estudios en Colonia, Canisio también recibió la influencia del místico cartujo Johannes Justus von Landsberg.

Landsberg había escrito en 1539: El Corazón de Jesús es "el tesoro de todas las gracias celestiales, la puerta por la que nos acercamos a Dios y Dios baja a nosotros". Sabemos que Canisio cultivaba una pronunciada devoción al Sagrado Corazón, que expresaba en sus oraciones diarias. Antes de hacer sus votos en manos de Ignacio de Loyola, tuvo una experiencia mística, una visión, en Roma el 4 de septiembre de 1549.

Johannes Justus

En su testamento la recuerda con una oración al Sagrado Corazón, que se basa en el lenguaje de Landsberg: "Me abriste entonces hasta cierto punto el Corazón de tu cuerpo tan santo, en cuyo interior tuve la impresión de que se me permitía mirar. Me dijiste que bebiera de esta fuente, invitándome a sacar de tu manantial el agua que me da la salvación, oh mi Salvador. Porque me atreví a acercarme a tu Corazón, tan suave, para que allí se cumplieran mis más profundos anhelos, prometiste entonces cubrir mi alma desvelada con el manto de la paz, el amor y la perseverancia. Que esto sirva para fortalecer mi vocación en la Compañía de Jesús".

Segunda reflexión

Que Canisio no entrara en la Cartuja de Colonia, sino en la nueva Compañía de Jesús, una Orden con el lema "no somos monjes, el mundo es nuestro convento", se debe al encuentro con Pedro Favre, tan inclinado como él a la experiencia mística y a la devoción al Sagrado Corazón. Canisius dice en su testamento que a través de Pedro Favre recibió "el mayor de todos los beneficios de los que fui hecho partícipe en la tierra". Pues Canisio aprendió cómo la institución de la Compañía de Jesús era "muy adecuada para guiarme a una vida buena y piadosa y al servicio de Dios", es decir, que sería un buen lugar para su propia perfección espiritual en el seguimiento de Jesús.

A través de Favre, Canisius descubre que con el ignaciano "encontrar a Dios en todas las cosas", en la actividad pastoral puede ser también un místico en la unión de la acción y la contemplación. Favre pudo inspirar a Canisius para que se uniera a la Compañía de Jesús porque los primeros jesuitas vieron en los "Ejercicios Espirituales" del fundador Ignacio de Loyola un puente hacia la tradición mística de la Iglesia. Mientras que la tradición mística de los cartujos ponía el acento en la vida religiosa individual, Ignacio hacía hincapié en la experiencia espiritual personal. No es casualidad que Ignacio también haya considerado seriamente hacerse cartujo al principio de su biografía religiosa. Había una profunda afinidad entre el espíritu ignaciano y el cartujo.

Pedro Fabro

En sus cartas y recuerdos personales, se nota la fidelidad de Canisio a la mística de los cartujos, por un lado, y su entusiasmo por la síntesis ignaciana de acción y contemplación, por otro. Por ejemplo, en una larga carta, escrita a petición de su superior general Claudio Acquaviva, subraya lo importante que es para un jesuita "ver a Dios como presente en todas las cosas, y no sólo elevar su alma al cielo en la oración, sino relacionar cada cosa y cada acción con Dios. De este modo, no experimentamos menos devoción en el trabajo que en la contemplación, como Ignacio tan maravillosamente ejemplificó y nos enseñó." Canisius se refirió a las palabras de Jesús: "El que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante" (Jn 15,5).

Durante su época de estudiante en Colonia, Canisio también recibió la influencia de la teología mística del dominico Juan Taulero, al que más tarde llamaría "un precioso tesoro del alma". Taulero dio este consejo a los buscadores de Dios: "Déjate caer sobre tu nada y agárrate a tu nada: agárrate a ella y a nada más". Esto también será importante para Canisio a lo largo de su vida: el reconocimiento de su indignidad ("mi ruindad" decía por aquel tiempo Teresa de Jesús) y su nada ante Dios, combinado con la confianza en la gracia y la misericordia de Dios, en la que se dejó caer.

La huella de Taulero, que por supuesto también confluía con la mística ignaciana, es clara en la segunda experiencia mística de Canisio en junio de 1568 en la catedral de Ancona. Se dio cuenta de que debía basar todas sus intenciones y acciones "en el único fundamento verdadero y firme". Este fundamento era "el conocimiento de mi propio yo, de mi propia miseria y de mi propia nada". Sólo desde este "abismo de mi propia nada" podía entonces Canisio, como dice él mismo, acercarse a Dios y dejarse caer en el "abismo de tu sublimidad supremamente digna". Incluso la selección de citas bíblicas en este relato de su experiencia mística se basa en un sermón de Taulero.

Taulero

Canisius se vuelve completamente "jesuita", incluso un "jesuita modelo" en la conexión de la acción y la contemplación. Pero también está presente la influencia de la mística de los cartujos y de la teología mística de Juan Taulero. Esto le ayuda a no ser presa del "activismo" y a convertirse en un "maestro de la oración interior".

Tercera reflexión

Canisius siempre vinculará el compromiso jesuita en el mundo a favor de los demás con una intensa contemplación. No hay contradicción entre el trabajo pastoral con los demás y el perfeccionamiento de la propia imitación de Jesús a través de la oración interior. Muchos jesuitas de los primeros tiempos también pensaban así, empezando por Ignacio, Pedro Favre y Francisco de Borja, sin olvidar a Baltasar Álvarez, el confesor de Teresa de Jesús.

Pero bajo los generales Mercuriano y Acquaviva la Compañía da un giro en vida de Canisio a favor de la clara distinción entre la tradición mística y contemplativa a la manera de los "cartujos" o de los carmelitas descalzos y la forma de oración de un jesuita. En una carta circular del 8 de mayo de 1590 a todos los jesuitas, Acquaviva decía que la contemplación no debía ser desdeñada ni prohibida "a los nuestros". Pero señaló con énfasis la diferencia entre la forma de oración contemplativa de un cartujo o de cualquier otro religioso y la de un miembro de la Compañía de Jesús, empezando por el tiempo que se dedica.

Pedro Canisio

El primero podía rezar y meditar todo el tiempo que quisiera, ya que no tenía nada más que hacer, mientras que el segundo tenía que pensar en su actividad apostólica. Porque los miembros de la Compañía debían interrumpir la oración de reposo por el bien del apostolado, el Beato Ignacio deseaba "que los nuestros en todo lugar y en toda actividad eleven el espíritu a Dios por medio de frecuentes suspiros y que lo tengan siempre presente", por ejemplo en el sentido de encontrar a Dios en todas las cosas. Acquaviva formuló así claramente la forma de oración de la Compañía, pero al mismo tiempo limitó la contemplación en favor del celo apostólico.

Me parece que Canisio no podía estar de acuerdo con este fuerte rechazo a la primacía de la contemplación como vía de perfección individual. En una carta de su época en Friburgo a un desconocido sacerdote suizo, pero también válida para los jesuitas de su tiempo, Canisio da algunos consejos prácticos a partir de su propia experiencia de oración, porque lo peor en la pastoral es, "si la sal se vuelve sosa" (Mt 5,13). Por tanto, no se debe "hojear superficialmente la Liturgia de las Horas, terminarlas descuidada y rápidamente (...), leer rutinariamente las oraciones prescritas (...). A algunos les impide hacerlo mejor la excesiva preocupación por las cosas temporales, a otros la distracción de los estudios; así sólo reflexionan a regañadientes sobre sí mismos y sobre el servicio de Dios, y no prestan la debida atención a su perfeccionamiento espiritual". Canisius exhorta básicamente a combinar la oración oral con la interior y a dedicar suficiente tiempo a la contemplación.

San Juan de la Cruz

Canisio fue declarado Doctor de la Iglesia en 1925, seguido en 1926 por su contemporáneo y carmelita descalzo Juan de la Cruz, que en su juventud también quiso hacerse cartujo antes de que su encuentro con Teresa de Jesús le inspirara a reformar el Carmelo. El "mudejarillo" (José Jiménez Lozano) de Fontiveros observó críticamente el activismo misionero de su tiempo, sobre todo el de los jesuitas, y hacia 1590 se expresó al respecto de forma similar a Canisio: "Adviertan, pues, aquí los que son muy activos, que piensan ceñir el mundo con sus predicaciones y obras exteriores, que mucho más provecho harían a la Iglesia y agradarían más a Dios (...), si gastasen siquiera la mitad de ese tiempo en estarse con Dios en oración (...) ; porque de otra manera todo es martillar y hacer poco más que nada, y a veces nada, y aun a veces daño. Porque Dios os libre que se comience a envanecer la sal (cf. Mt 5,13), que, aunque más parezca que hace algo por de fuera, en sustancia no será nada, cuando está cierto que las obras buenas no se pueden hacer sino en virtud de Dios".

"Que la sal no se vuelva sosa", decían los Doctores de la Iglesia Pedro Canisio y Juan de la Cruz. Este es un mensaje muy oportuno para los operarios actuales en la viña del Señor. Porque esta primacía de la contemplación, del SOLO DIOS, es amargamente necesaria a la sombra de la crisis actual de la Iglesia, que es también una crisis de la experiencia de Dios y de la oración contemplativa que nos ayuda a crecer en la imitación de Cristo.

Tengo la impresión de que los jesuitas de hoy, en sintonía con los inicios místicos de la Compañía de Jesús, a los que también pertenece san Pedro Canisio, lo han comprendido bien. Por ello, deseo a los miembros de la nueva Provincia de Europa Central que permanezcan contemplativamente unidos a la vid en todas sus actividades ante las necesidades de nuestro tiempo, cuasi como "cartujos activos", porque sin ÉL "no podemos hacer nada" (Jn 15,5).

Canisio

Por una Iglesia mejor informada
Volver arriba