"Estemos a la escucha de los jóvenes que expresan su indignación, para comprender sus razones esenciales" Hacia una nueva solidaridad

(Hermano Alois, prior de la comunidad de Taizé).- Para que una nueva solidaridad entre los humanos se abra paso a todos los niveles, en las familias, las comunidades, las ciudades y los pueblos, entre países y continentes, son necesarias decisiones valientes. Conscientes de los peligros y de los sufrimientos que pesan sobre la humanidad y sobre el planeta, quisiéramos no dejarnos sumir en el miedo y la resignación.

Sin embargo, la bella esperanza humana está amenazada sin cesar por el desencanto. Las dificultades económicas cada vez más pesadas, la complejidad a veces abrumadora de las sociedades, la impotencia frente a las catástrofes naturales, tienden a sofocar los impulsos de la esperanza.

Para crear nuevas solidaridades, ¿no ha llegado el momento de ahondar aún más en las fuentes de la confianza? Ningún ser humano, ninguna sociedad puede vivir sin confianza. Las heridas de una confianza traicionada dejan marcas profundas. La confianza no es una ingenuidad ciega, no es una palabra fácil, proviene de una elección, fruto de un combate interior. Cada día se nos llama a rehacer el camino que va de la inquietud a la confianza.

CONFIANZA ENTRE LOS HUMANOS

Abrir caminos de confianza responde a una urgencia: pese a que las comunicaciones son cada vez más fáciles, nuestras sociedades humanas permanecen compartimentalizadas y fragmentadas. Existen muros no sólo entre pueblos y continentes, sino también muy cerca de nosotros, e incluso dentro del corazón humano. Pensemos en los prejuicios entre los diferentes pueblos. Pensemos en los inmigrantes tan próximos y sin embargo tan lejanos. Entre las religiones subsiste una ignorancia recíproca, y los cristianos mismos estamos separados en múltiples confesiones. La paz mundial comienza en los corazones. Para iniciar una solidaridad, vayamos hacia el otro, aunque sea con las manos vacías, escuchemos, intentemos comprender al que no piensa como nosotros… y entonces, una situación bloqueada puede transformarse. Busquemos estar atentos a los más débiles, a los que no encuentran trabajo…

Nuestra atención a los más pobres puede expresarse como compromiso social. Ella es, en lo más profundo, una actitud de apertura hacia todos: los que están más cerca de nosotros son también, en cierto sentido, los pobres que nos necesitan.

Frente a la pobreza o las injusticias, algunos ceden a la rebelión, o incluso son tentados por la violencia ciega. La violencia no puede ser un medio para cambiar las sociedades, pero estemos a la escucha de los jóvenes que expresan su indignación, para comprender sus razones esenciales.

El impulso hacia una nueva solidaridad se nutre de algunas convicciones bien enraizadas: la necesidad de compartir es una de ellas. Es un imperativo que puede unir a creyentes de diferentes religiones, y también a creyentes y no creyentes.

CONFIANZA EN DIOS

La solidaridad entre los humanos podría encontrar un sólido fundamento en una referencia a Dios, pero ocurre que la confianza en Dios a menudo se cuestiona. Muchos creyentes viven esta difícil experiencia en su lugar de trabajo o de estudio, y a veces en su familia. Muchos son los que no pueden creer en un Dios que les ama personalmente. Numerosos también los que, con gran honestidad, se hacen esta pregunta: ¿cómo saber si tengo fe?

La fe se presenta hoy como un riesgo, el riesgo de la confianza. La fe no es en primer lugar la adhesión a unas verdades, sino una relación con Dios.

Ella nos llama a girarnos hacia la luz de Dios. Lejos de volvernos serviles o de sofocar el desarrollo personal9, la fe en Dios nos hace libres: libres del miedo, libres para una vida al servicio de aquellos a los que Dios nos confía. Cuando más crece la confianza en Dios, más se ensancha el corazón para abarcar todo lo que es humano; en cualquier lugar del mundo, en todas las culturas. Se hace acogedor también hacia las ciencias y las tecnologías que permiten aligerar los sufrimientos y desarrollar las sociedades. Dios, como el sol, es demasiado deslumbrante para que lo podamos mirar.

Pero Jesús transparenta la luz de Dios. Toda la Biblia nos conduce hacia esta confianza: el Dios absolutamente trascendente entra en nuestra realidad humana y viene a hablarnos en un lenguaje accesible. ¿Cuál es la especificidad de la fe cristiana? La persona de Jesús, y una relación viva con él. Nunca terminaremos de comprenderlo.

EL CRISTO DE COMUNIÓN

Todos somos peregrinos, buscadores de la verdad. Creer en Cristo no significa poseer la verdad, sino dejar que él, que es la verdad, tome posesión de nosotros, y caminar hacia su plena revelación. Lo que es y siempre será la gran novedad que sorprende, es que Jesús ha comunicado la luz de Dios a través de unavida muy sencilla. La vida divina lo hacía aún más humano.

Al expresarse plenamente en la simplicidad de una vida humana, Dios renueva su confianza en la humanidad, nos concede creer en el ser humano. Desde entonces, no podemos ya desesperar ni del mundo ni de nosotros mismos. Al aceptar la muerte violenta sin responder con la violencia, Jesús ha llevado el amor de Dios hasta donde no había más que odio.

Sobre la cruz, ha rechazado el fatalismo y la pasividad. Ha amado hasta el extremo y, a pesar del carácter absurdo e incomprensible del sufrimiento, ha continuado confiando en que Dios es más grande que el mal y que la muerte no tendrá la última palabra. Paradójicamente su sufrimiento sobre la cruz se ha convertido en el signo de un amor infinito.

Y Dios lo ha resucitado. Cristo no pertenece sólo al pasado, está ahí para nosotros en cada hoy. Nos comunica el Espíritu Santo que nos hace vivir la vida de Dios. El centro de nuestra fe es el Resucitado, presente en medio de nosotros, que tiene una conexión personal de amor con cada uno. Mirar hacia él despierta un asombro y una comprensión más profunda de nuestra existencia.

Cuando, en la oración, miramos hacia su luz, esta empieza a brillar poco a poco en nuestro interior. El misterio de Cristo se convierte en el misterio de nuestra vida. Puede que nuestras contradicciones interiores, nuestros miedos, no se disuelvan. Pero, por el Espíritu Santo, Cristo penetraen lo que nos inquieta de nosotros mismos, hasta el punto de iluminar las oscuridades.

La oración nos conduce hacia Dios y hacia el mundo al mismo tiempo. Como María Magdalena que, en la mañana de Pascua, vio a Cristo vivo, somos llamados a compartir esta buena noticia con los demás.15 La vocación de la Iglesia es reunir en la paz de Cristo a mujeres, hombres y niños de todas las lenguas, de todos los pueblos, a través del mundo. Ella es el signo de que el Evangelio es verdad; ella es el Cuerpo de Cristo, animada por el Espíritu Santo. Ella hace presente al «Cristo de comunión».

«Cuando incansablemente la Iglesia escucha, cura y reconcilia, se convierte en lo que ella es; en lo más luminoso de sí misma, una comunión de amor, de compasión, de consolación, limpio reflejo del Cristo resucitado. Nunca distante, nunca a la defensiva, libre de severidades, ella puede irradiar la humilde confianza de la fe hasta en el interior de nuestros corazones humanos.»

BUSCAR SER «SAL DE LA TIERRA»

El Cristo de comunión no ha venido para constituir a los cristianos en una sociedad aislada y puesta aparte, les envía a servir a la humanidad como fermento de confianza y paz.

Una comunión visible entre cristianos no es un objetivo en sí, sino un signo en medio de la humanidad: «Vosotros sois la sal de la tierra». Por su cruz y su resurrección Cristo ha instaurado una nueva solidaridad entre todos los humanos. En él la fragmentación de la humanidad entre grupos opuestos ha sido ya superada; en él todos constituyen una sola familia.

La reconciliación con Dios implica la reconciliación entre los humanos. Pero si la sal pierde su sabor… Debemos reconocer que nosotros los cristianos a menudo oscurecemos este mensaje de Cristo. En particular, ¿cómo podemos irradiar paz si permanecemos divididos entre nosotros? Estamos en un momento de la historia en el que necesitamos revitalizar este mensaje de amor y paz. ¿Haremos todo lo posible para que sea liberado de malentendidos y resplandezca en su simplicidad primera? ¿Podremos, sin imponer nada, caminar con los que no comparten nuestra fe pero que buscan de todo corazón la verdad?

En nuestra búsqueda para crear nuevas solidaridades y para abrir caminos de confianza, hay y habrá pruebas. Por momentos, parecerá que pueden con nosotros. ¿Qué hacer entonces? Nuestra respuesta a las pruebas, las personales y las que sufren otros, ¿no es amar siempre más?

Volver arriba