Junto a las mujeres, en sus luchas y esperanzas

En profunda unión y solidaridad con todas las mujeres, de Madrid, de España, del mundo, que sufren y gozan, luchan y festejan, lloran y sonríen, se sienten solas y se unen para cambiar un mundo que sigue hiriéndolas, minusvalorándolas, marginándolas, un mundo machista, violento, asesino...
Aunque también hay otros muchos hombres que estamos a vuestro lado, luchando junto a vosotras por vuestros derechos, acompañándoos cada día.

Recuerda siempre estas palabras

Cuando hayas emprendido tu propia carrera
no vuelvas tu rostro hacia el pasado, porque
más allá del horizonte te esperan inéditos paisajes.

Aunque la cuchilla del frío rasgue tu piel
y las lágrimas se deslicen hacia el viento,
sigue adelante: una cálida brisa está aguardándote.

En tu corazón hay un hueco donde
se depositan la amargura y el desamor,
que poco a poco se desvanecerán como la niebla.

Y no sucumbas al desaliento, porque
hay mil razones para ocupar la morada
inexpugnable de la esperanza.

Resguárdate en el cálido afecto de tus amigas y amigos;
ellas y ellos sabrán ser silencio sonoro, cercanía,
presencia ardiente, palabra oportuna.

Recoge las redes de tu paz interior,
que sabrá acallar lo absurdo del dolor
hasta llegar a remontar de nuevo altos vuelos.

Y levemente, sin percibirlo apenas,
la sabiduría se irá haciendo un hueco
sobre el perfil de la alegría en tu corazón.

Deja pasar la umbría implacable del odio
para que no te ciegue la visión, sino
que se convierta en estímulo, indignación y ternura.

Pues ya sabes bien que, individualmente,
nos mostramos vulnerables, pero unidos
por un fraternal abrazo, somos invencibles.

Tu suerte está echada en donde se quebrante
la dignidad más pisoteada; entonces tu palabra
se transformará en consuelo y tus manos forjarán deseos.

Hoy te dirijo estos versos pero, en ellos,
van impresos miles de rostros, irreconocibles,
desconocidos y, a la vez, tan íntimos como la sangre.

Nadie está solo cuando se abre al fascinante
camino de la vida, por el que llegarás a descubrir
el asombro y la maravilla del desvelo y la caricia.

Recuerda siempre estas palabras,
que no están escritas para permanecer
sobre la albura del papel, sino en la profunda
confluencia de nuestras miradas.
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