Una señora le dió un mordisco al meñique del santo Reaparece la reliquia perdida de un dedo de San Francisco Javier

Libro de Lamet sobre Francisco de Javier
Libro de Lamet sobre Francisco de Javier

Con motivo de la nueva reedición de mi novela histórica sobre san Francisco de Javier, El aventurero de Dios, ahora en ediciones Mensajero, creo oportuno informar de una anécdota que me parece agridulce y ocurrió a raíz de la aparición de mi libro.

De las reliquias auténticas de San Francisco Javier destacan dos principales: el cuerpo incorrupto del santo, que se conserva en Goa, y el brazo derecho de Javier, el que “se cansaba” de tanto bautizar, y que se conserva en la iglesia del Gesù de Roma.

Los dos jóvenes jesuitas que custodiaban después de su muerte el cuerpo del santo en Goa cayeron dormidos. Esto lo aprovechó una señora, doña Isabel de Cron, que, presa de insensata devoción, le arrancó de un mordisco el dedo meñique de la mano izquierda, sin que se supiera a partir de entonces el paradero de la reliquia

Cinco siglos después, un descendiente de la familia del gobernador que conservaba la reliquia y había leído mi libro, me escribió comunicándome que quería devolver la reliquia. Hoy se encuentra en el museo de San Roque de Lisboa

Con motivo de la reedición de mi novela histórica sobre san Francisco de Javier,  El aventurero de Dios, ahora en ediciones Mensajero, creo oportuno informar de una anécdota que me parece agridulce y ocurrió a raíz de la aparición de mi libro en versión portuguesa. Por una parte, revela la devoción universal, incluso por encima de las religiones, al gran santo navarro y, por otra, la veneración excesiva que se llegó a tener en el Siglo de Oro hasta cobrar acentos un tanto macabros.

 Después de aparecer la primera edición de la versión portuguesa de esta novela biográfica (Ed. Tenacitas, Coímbra, 2006, reeditada por AO, Braga, 2020), ocurrió un hecho curioso.

                Se encuadra en la importancia que desde el concilio de Trento (1563), siguiendo la tradición de la Iglesia Antigua y Medieval y luego en los siglos XVI y XVII, se atribuía a las reliquias, sin duda en respuesta al rechazo iconoclasta de las mismas, fomentado por Calvino en su conocido Traité des reliques de 1543. Trento en su XXV sesión exhortaba a los obispos a que los fieles fueran instruidos sobre la importancia de la intercesión de los santos, la veneración de las reliquias y el legítimo uso de las imágenes. Como adalid de la Contrarreforma, san Ignacio de Loyola apreciaba mucho la posesión de las reliquias en su tiempo, aunque el mal uso de esta devoción, tan frecuente en el pueblo, ocasionó no pocos excesos en su multiplicación y falsificación.

El nuevo libro de Lamet

                De las reliquias auténticas de San Francisco Javier destacan dos principales: el cuerpo incorrupto del santo, que se venera en la basílica del Bom Jesus de Goa, después de que, tras su muerte, fuera traslado allí desde Malaca y el seminario de San Pablo; y que sigue convocando a miles de peregrinos, incluso no cristianos, cuando se expone a los fieles cada diez años. La segunda reliquia en importancia es el brazo derecho de Javier, el que “se cansaba” de tanto bautizar, y que se conserva en la iglesia del Gesù de Roma, un brazo que ha peregrinado por diversas partes del mundo para conmemorar diferentes aniversarios. Otras son de menor importancia, como tejidos, objetos tocados por el santo, un libro, un zapato… De estas, la más celebrada es el famoso “Crucifijo del Cangrejo”, que se conserva en el Palacio Real de Madrid.

EL MORDISCO DE UNA DEVOTA

                Pues bien, hay una tercera reliquia personal, cuyo origen un tanto macabro consta por la historia. Durante la primera exhibición del cuerpo incorrupto de Javier en Goa, después de su muerte en Sancian y traslado desde Malaca -cuyas curiosas vicisitudes resistiendo la cal viva narro en este libro-, el pueblo desfiló incesantemente ante el catafalco. Lo custodiaban dos jóvenes escolares (juniores) jesuitas, que irresponsablemente cayeron fulminados por el sueño. Esto lo aprovechó una señora, doña Isabel de Cron, que, presa de insensata devoción, le arrancó de un mordisco el dedo meñique de la mano izquierda, sin que se supiera a partir de entonces el paradero de la reliquia. El dedo sería posteriormente devuelto al santuario del Bon Jesus de Goa, a excepción de un fragmento del mismo, que fue inicialmente incrustado en un relicario en forma de reloj de bolsillo de señora.

                Cinco siglos después, en 2006, recibí una carta de un descendiente de la familia Mendia de Castro (Nova Goa), a la que orfebres de la ciudad habían entregado en 1680, por encargo de don Rodrigo da Costa, gobernador de la India, el cofre con la reliquia. El remitente me explicaba que, después de leer la versión portuguesa de mi libro, era su voluntad donar la reliquia, documentada y conservada de padres a hijos, a la Compañía de Jesús. Le contesté poniéndole en contacto con el superior provincial de los jesuitas de Portugal.  Así, el relicário conservado por  via hereditária a través de las familias de los Costas (1686-1708), los Almeidas (1708-1779) y los Castro (1779-2009), llegó a  ser donado a la Santa Casa da Misericórdia de Lisboa por doña Teresa Mendia de Castro (Nova Goa) en 2009. En la actualidad se encuentra en el museo de San Roque, anejo a la iglesia de la antigua Casa Profesa de la Compañía de Jesús en Lisboa, que es uno de los mayores santuarios de reliquias existente en Portugal, y donde descansan los restos de don Juan de Borja, embajador de Felipe II e hijo de San Francisco de Borja[1]. Muy venerada, cada 3 de diembre, fiesta de San Francisco Javier, la reliquia es regulamente dada a besar a los fieles.

                El cofre-relicario que la contiene y que encargó el gobernador portugués de Goa don Rodrigo de Costa en el siglo XVII a un orfebre de la ciudad, al parecer durante el asedio de los ejércitos del marata Sabadagy, era venarado como protección de las ciudades y familias que lo poseían. Tiene forma de planta exagonal de estilo clásico y evoca un baluarte de arquitectura militar, símbolo de la Iglesia militante alzada en defensa de la fe. Está ornamentado con sincretismo estético oriental de diversas culturas y escenas de la vida de san Francisco Javier prestando centralidad al motivo de la cruz.

                Según el historiador Antonio Julio Trigueiros, SJ,  que ha estudiado el origen de este relicario en su artículo Un Templo para Xavier, Museo de San Roque, 2018,  “San Francisco Javier asume un papel de integrador y unificador de la comunidad católica de Goa, tanto de la residente como la de la diáspora. También entre los practicantes de las religiones más representativas de la ciudad, como hindúes y musulmanes, es reconocido su culto. Calificado de Goencho Sai -el Señor de Goa-, sus milagros y la incorruptibilidad de su cuerpo han contribuido a ello. Queda pues en la memoria colectiva su vida, su ejemplar trabajo en la Compañía de Jesús y su tarea evangelizadora, como inspiración y ayuda para goeanos y portugueses [...]. La fiesta de San Francisco Javier es puntualmente celebrada en Goa y  acompaña a sus comunidades en la diáspora, siendo ocasión de alegres reencuentros comunitarios acompañados de mucha música, danza y buen comer”. Una anécdota más sobre la universalidad de san Francisco de Javier, sin duda el santo más popular y conocido de la Compañía de Jesús, incluyendo a su amigo y fundador san Ignacio de Loyola.

mi libro javier
mi libro javier

FRANCISCO DE JAVIER, EL AVENTURERO DE DIOS

(TEXTO DE CONTRACUBIERTA)

Uno de cada tres días de su vida se los pasó navegando. Joven, guapo, intrépido, nacido en el castillo de una linajuda familia navarra, realizó una gran gesta globalizadora para su tiempo; llevó a cabo el primer esbozo de diálogo entre Oriente y Occidente, y permaneció, a pesar de la distancia, en unión con la Compañía de Jesús, que había cofundado con Ignacio, a la que llamaba “Compañía de amor”. Pero la virtud de Francisco de Javier frente a los poderes de este mundo es la irrupción de lo gratuito y la confianza en el total apoyo a Dios, frente al mundo del poder y el dinero. Su ejemplo tiene una aplicación muy actual, pues vivió un tiempo semejante al nuestro de descubrimientos, cambios culturales, guerras, materialismo y corrupción.

En la Lisboa de los descubrimientos y la Ruta de las Especias, esta narración lo presenta junto  a João Mendes, un judío converso, que huye de la Inquisición y le acompaña en las ignotas tierras de la India, Indonesia y Japón, hasta su muerte en la isla de Sancian, a las puertas de China, con cuarenta y seis años edad.

Reaparece la reliquia perdida de un dedo de San Francisco Javier
Reaparece la reliquia perdida de un dedo de San Francisco Javier

En medio de tempestades, piratas, capitanes corruptos, climas infectos y otras mil privaciones, se mantiene fiel a su ideal, que le convertirá en “el gigante de las misiones” y en un cronista pionero del lejano Oriente, a través de sus cartas, que se leían con avidez en Europa.

Al cumplirse el cuarto centenario de su canonización, gracias a esta novela de Pedro Miguel Lamet, escrita con amenidad y rigor histórico y ahora reeditada y puesta al día, el lector se sumergirá en la aventura humana y espiritual de Javier, en la que no faltan arriesgados pescadores de perlas de la India, eruditos monjes Zen del Japón, ambiciosos navegantes, comerciantes, soldados y gobernadores, junto a la vívida recreación del complejo mundo del siglo XVI.

[1] Juan de Borja narra en primera persona la vida de su padre en mi novela histórica, Duque y jesuita. Francisco de Borja, Ed. Mensajero, Bilbao, 2019.

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