23 de abril. Libros, poesías y Pascua Florida

La Semana Santa este año se retrasó tanto que ha coincidido el Sábado de Gloria – como antes se decía - con el Día del Libro. Mi costumbre de honrar a Cervantes y lo que representa se cruza, pues, con la Pascua Florida, que es como se llama en España a la de Resurrección para diferenciarla de la de Navidad... que no se da en primavera, al menos por estas latitudes.

Deseo combinar ambas fiestas en el recuerdo a Rubén Darío, el poeta nicaragüense al que no he dejado de admirar desde que le descubriera en mis primeras lecturas de colegio.

¡Qué delicia su Sonatina! Al decirla, de la boca parece manar una cascada sonora de sílabas. Tan agradable que importa menos la historia que se cuenta – la princesa triste que parece salida de un cuadro de Ghirlandaio - que la melodía de los versos alejandrinos que más piden ser degustados que recitados.

El autor en muchos de sus versos nos regala flores muy especiales. Tenemos, por ejemplo, la rosa que se abre en la boca de la pobre y solitaria princesa; o aquella otra anónima que en un vaso se desmaya de olvido; o las fragantes del rey de las islas; o las dalias del Occidente... Por flores que no quede para una muchacha que quisiera «... ir al sol por la escala luminosa de un rayo, / saludar a los lirios con los versos de mayo / o perderse en el viento sobre el trueno del mar.» ¿Cuántas veces se habrá dramatizado, susurrado esta poesía? Contemos las arenas del mar...

Fue en una fiesta que dieran unos amigos cuando Rubén Darío le dedicó a la hija de los anfitriones una composición que tituló: “La flor de luz”. La olvidé por completo en un antiguo cuaderno llamado “Senda Lírica”. Todo por culpa de marchas triunfales, motivos de un lobo o canciones de otoño en primavera... Miren ustedes, qué cosas, que he tenido que ser abuelo para volver a cantarla aunque la oyente no se llame Margarita. (Es fácil de adaptar a cualquier nombre con sólo su diminutivo.)

Por tanto, en honor de las letras y del Jesús Triunfante - que es siempre, arriba y abajo, amor, belleza y verdad - les propongo disfrutar de este regalo que Rubén Darío nos diera al mundo de habla española.

La flor de luz
("A Margarita Debayle")

Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar;

yo siento
en el alma una alondra cantar
tu acento.
Margarita, te voy a contar
un cuento.

Éste era un rey que tenía
un palacio de diamantes,
una tienda hecha del día
y un rebaño de elefantes;
un kiosco de malaquita,
un gran manto de tisú
y una gentil princesita,
tan bonita,
Margarita,
tan bonita como tú.

Una tarde la princesa
vio una estrella aparecer;
la princesa era traviesa
y la quiso ir a coger.

La quería para hacerla
decorar un prendedor,
con un verso y una perla,
una pluma y una flor.

Las princesas primorosas
se parecen mucho a ti;
cortan lirios, cortan rosas,
cortan astros. Son así.

Pues se fue la niña bella,
bajo el cielo y sobre el mar,
a cortar la blanca estrella
que la hacía suspirar.

Y siguió camino arriba,
por la luna y más allá;
mas lo malo es que ella iba
sin permiso del papá.

Cuando estuvo ya de vuelta
de los parques del Señor,
se miraba toda envuelta
en un dulce resplandor.

Y el rey dijo: "¿Qué te has hecho?
Te he buscado y no te hallé;
y ¿qué tienes en el pecho,
que encendido se te ve?"

La princesa no mentía.
Y así, dijo la verdad:
"Fui a cortar la estrella mía
a la azul inmensidad".

Y el rey clama: "¿No te he dicho
que el azul no hay que tocar?
iQué locura! iQué capricho!
El Señor se va a enojar".

Y dijo ella: "No hubo intento;
yo me fui no sé por qué;
por las olas y en el viento
fui a la estrella y la corté".

Y el papá dice enojado:
"Un castigo has de tener:
vuelve al cielo y lo robado
vas ahora a devolver".


La princesa se entristece
por su dulce flor de luz,
cuando entonces aparece
sonriendo el Buen Jesús.

Y así dice: "En mis campiñas
esa rosa le ofrecí:
son mis flores de las niñas
que al soñar piensan en mí".


Viste el rey pompas brillantes
y luego hace desfilar
cuatrocientos elefantes
a la orilla de la mar.

La princesita está bella,
pues ya tiene el prendedor
en que lucen, con la estrella,
verso, perla, pluma y flor.


Margarita, está linda la mar;
y el viento
lleva esencia sutil de azahar:
tu aliento.

Ya que lejos de mí vas a estar,
guarda, niña, un gentil
pensamiento
al que un día te quiso contar
un cuento.

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