una “algorética interdisciplinar” para la paz Francisco incorpora la Inteligencia artificial al poliedro de la paz

Francisco incorpora la Inteligencia artificial al poliedro de la paz
Francisco incorpora la Inteligencia artificial al poliedro de la paz

"Mi oración al comienzo del nuevo año es que el rápido desarrollo de formas de inteligencia artificial no aumente las ya numerosas desigualdades e injusticias presentes en el mundo, sino que ayude a poner fin a las guerras y los conflictos, y a aliviar tantas formas de sufrimiento que afectan a la  familia humana". Francisco

El paradigma tecnocrático expresa una prometeica autosuficiencia que conduce a desigualdades desmesuradas y la acumulación del conocimiento y la riqueza en manos de unos pocos, destruyendo la democracia como ideal de vida y la convivencia pacífica.

El respeto fundamental por la dignidad humana rechaza que la singularidad de la persona sea identificada con un conjunto de datos. Los algoritmos no deben determinar lo que entendemos por derechos humanos,  compasión, misericordia o que eliminen la rehabilitación de una persona.

Este discernimiento ético y jurídico cuyo fin es un mundo más justo y humano, debe escuchar la voz de todos, incluidos los pobres y marginados que suelen quedar afuera de los procesos decisionales globales...y son los primeros en morir en los campos de batalla.

El primer día del año es el día de la Paz. Sin embargo, la guerra habita en el corazón del hombre. Por más que pase otro millón de años, la paz no vendrá automáticamente como fruto de una “evolución natural”, ni porque inventemos más cosas, ni promulguemos pormenorizadas leyes. Podemos comprobar lamentablemente el uso cada vez más letal de la tecnología de los conflictos bélicos o cómo pasamos por encima de la ONU y de miles de normas cuando está en juego el dinero y el poder.

 Sin embargo, todo puede ayudar y debe ser incorporado a la permanente construcción del poliedro de la paz, un sistema de relaciones siempre en situación inestable en este mundo. Seguir a Jesús, es la esperanzada convicción de la paz.

Que Pablo VI haya inaugurado el 1º de enero de 1968 este evento ininterrumpido, muestra la preocupación de trabajar por la paz desde distintos ángulos y lemas cada año. San Agustín afirmaba que la paz era “la tranquilidad del orden”, pero no cualquier orden, sino el “ordo amoris”, el orden del amor de Dios expresado en Jesús, que nos convierte en “instrumentos de su paz” (San Francisco de Asís), nos hace hermanos misericordeadores, samaritanos a tiempo completo, bienaventurados servidores de los pobres, buscadores del Reino y su justicia, etc. etc.

 Lo que está en juego hoy no es el progreso de la ciencia y la tecnología. Sino lo que hacemos con ellas. Si lo acompaña un techo ético o todo vale. Si existen límites, para qué, quienes los enuncian, quienes los hacen efectivos. En el documento sobre la paz de este año, Francisco reflexiona sobre estas preguntas.

 Debemos quitarnos de la cabeza eso de que la ciencia es “neutra”. … la investigación científica y las innovaciones tecnológicas no están desencarnadas de la realidad ni son «neutrales», …tienen siempre una dimensión ética” (Francisco, 57 Jornada mundial de la paz, 2)

 El solo hecho de llamar al complejo manejo de datos, “inteligencia artificial”, sólo puede ser una metáfora sesgada de la inteligencia humana. Por más que produzcan asombro, ésta siempre será “fragmentaria”, en el sentido de que sólo pueden imitar o reproducir algunas funciones de la inteligencia humana. Servirán solo “si somos capaces de actuar de forma responsable y de respetar los valores humanos fundamentales como «la inclusión, la transparencia, la seguridad, la equidad, la privacidad y la responsabilidad».

 Siempre aparece la relación armoniosa de persona y sociedad, mercado y Estado, ejes de la Doctrina social de la Iglesia, que no busca dar recetas políticas mágicas ni apoya ideologías mesiánicas. Por eso no se casa con el individualismo, la absolutización del mercado ni la colectivización de estados totalitarios. Sus principios de dignidad de la persona humana, el bien común, la subsidiariedad, la justicia social, etc., invitan a una permanente reformulación pacífica de la convivencia humana en un planeta de recursos limitados.

 Así como a fines del siglo XIX el papa León XIII formuló con la “Rerum Novarum” la moral social ante los cambios producidos por aquella revolución industrial, así Francisco actualiza las consecuencias éticas del progreso tecnológico en los tiempos actuales.

 “el progreso de la ciencia y de la técnica, en la medida en que contribuye a un mejor orden de la sociedad humana y a acrecentar la libertad y la comunión fraterna, lleva al perfeccionamiento del hombre y a la transformación del mundo”. El peligro hoy no es la falta de información como en otras épocas, sino su sobreabundancia caótica y manipulada por algoritmos programados para cercenar la libertad de las personas y pueblos… un riesgo para la supervivencia humana y un peligro para la casa común.

 El desarrollo de la IA debe ser acompañada por una adecuada formación en la responsabilidad. La libertad y la convivencia pacífica están amenazadas cuando los seres humanos ceden al egoísmo, el afán de lucro y de la sed de poder. Tenemos que orientar la búsqueda técnico-científica hacia la paz y el bien común, el desarrollo integral del hombre y su comunidad

 La IA y el aprendizaje automático están cambiando la cultura, los comportamientos sociales y la construcción de la paz. Por eso es importante actuar ahora, en sus inicios, previendo el agravamiento de sus consecuencias: …campañas de desinformación…noticias falsas…desconfianza hacia los medios de comunicación…pérdida de confidencialidad, posesión de datos, propiedad …discriminación, interferencia en los procesos electorales, sistemas de vigilancia y control social, exclusión digital y la intensificación del individualismo antisocial…alimentan conflictos y obstaculizan la paz.

El mundo es muy amplio para ser completamente conocido, clasificado y cuantificado, ni siquiera con los algoritmos más avanzados. Estos no son previsiones garantizadas del futuro, sino sólo aproximaciones estadísticas. No todo puede ser pronosticado, ni calculado; y siempre «la realidad es superior a la idea»

La IA no es imparcial. Los algoritmos extrapolan informaciones, reproducen injusticias y prejuicios de origen. Sus creadores tienen ideología y se mimetizan detrás de tal tecnología, eludiendo su responsabilidad ante el bien común. Por eso estas formas de manipulación y control social necesitan supervisarse y asignar responsabilidades legales de productores, usuarios y autoridades gubernamentales.  No basta la buena intención del que las produce, además son necesarios organismos de control de “las cuestiones éticas y de tutelar los derechos de los que utilizan formas de inteligencia artificial o reciben su influencia”.

 La supra-ideología del paradigma tecnocrático alía la economía de finanzas con la tecnología y privilegia la eficiencia en la obtención de beneficios a cualquier costo, ignorando sus “consecuencias colaterales”…que serán solucionadas por una “mano invisible” que derramará en un futuro(sic) la riqueza hacia los pobres.

“El ser humano…pensando en sobrepasar todo límite gracias a la técnica, corre el riesgo, en la obsesión de querer controlarlo todo, de perder el control de sí mismo, y en la búsqueda de una libertad absoluta… una dictadura tecnológica”.

El paradigma tecnocrático ya fue denunciado en Laudato Si y en todos los documentos de Francisco. Expresa una prometeica autosuficiencia que conduce a desigualdades desmesuradas y la acumulación del conocimiento y la riqueza en manos de unos pocos, destruyendo la democracia como ideal de vida y la convivencia pacífica. Es una falsa simplificación que elimina los necesarios niveles de mediación humana y deja expuestas a las personas a Injustos errores sistémicos que benefician a unos pocos.

 La IA es capaz de “influenciar las decisiones de los individuos por medio de opciones predeterminadas asociadas a estímulos y persuasiones, o mediante sistemas de regulación de las elecciones personales basados en la organización de la información”.  Estas formas de manipulación o de control social requieren supervisión y asignación de responsabilidad legal para productores, usuarios y autoridades gubernamentales.

El respeto fundamental por la dignidad humana rechaza que la singularidad de la persona sea identificada con un conjunto de datos. No debemos permitir que los algoritmos determinen el modo en el que entendemos los derechos humanos, que dejen a un lado los valores esenciales de la compasión, la misericordia y el perdón o que eliminen la posibilidad de que un individuo cambie y deje atrás el pasado.

También, como toda revolución industrial, afecta a las relaciones laborales. Francisco pide reasignar laboralmente a quienes queden sin trabajo por el uso de estas tecnologías y evitar la viveza “de un beneficio desproporcionado para unos pocos a costa del empobrecimiento y desocupación de muchos”. La tecnología debería favorecernos a todos.

 No es ético el uso de nuevas tecnologías para un injusto desarrollo del mercado de las armas, promoviendo la locura de la guerra. No deben usarse para la guerra sino para la paz. Algo muy diferente del actual uso bélico de “los “sistemas de armas autónomos letales”.

 La propuesta del Papa es que la inteligencia artificial promueva el desarrollo humano integral, innove la agricultura, la educación y la cultura, mejore la vida de naciones y pueblos, aporte a la fraternidad humana y de la amistad social. Que sirva para incluir a los últimos, los más débiles y necesitados, que es el parámetro evangélico que revela la autenticidad de nuestra humanidad.

 Es necesario desde el inicio, una “algorética interdisciplinar”, que señale el itinerario humanizador de las nuevas tecnologías.  

Los jóvenes están inmersos en estas tecnologías, ante lo cual no solo es necesario educar “competencias” para su uso, sino fundamentalmente promover el pensamiento crítico, aprendiendo a discernir éticamente su uso y abuso. El progreso tecnológico ha de ponerse al servicio con otras culturas, no a levantar muros y odios con el otro.

 Dado el alcance global de estas tecnologías, la responsabilidad también es internacional y requiere tratados vinculantes para regular el desarrollo y uso de la inteligencia artificial para estimular sus buenas prácticas y sancionar las inadecuadas.

 Este discernimiento ético y jurídico cuyo fin es un mundo más justo y humano, debe escuchar la voz de todos, incluidos los pobres y marginados que suelen quedar afuera de los procesos decisionales globales.

Mi oración al comienzo del nuevo año es que el rápido desarrollo de formas de inteligencia artificial no aumente las ya numerosas desigualdades e injusticias presentes en el mundo, sino que ayude a poner fin a las guerras y los conflictos, y a aliviar tantas formas de sufrimiento que afectan a la  familia humana. Francisco

poliedroyperiferia@gmail.com

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