La naturaleza y el propio ser humano se han venido rigiendo desde siempre por la sucesión de las estaciones y los períodos de tiempo. La Biblia explica cómo Dios después de haber creado el universo descansó el día séptimo y lo santificó de manera especial para que marcara los sucesivos períodos de actividad y descanso que debían seguir los humanos, así como también los animales domésticos que les ayudaban en sus labores. “Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo. Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación” (Gn. 2:2-3).