Ya en anteriores artículos considerábamos algunos de los experimentos que, desde las primeras investigaciones en Psicología, nos daban cierta idea de cómo nos comportamos las personas ante determinadas circunstancias y cómo no podíamos esperar demasiado respecto a las supuestas bondades del ser humano, a pesar de la sorpresa que nos produce “descubrir” ciertas cosas (aunque como ya vimos, estuvieran ya más que descubiertas y descritas en el texto bíblico). Hoy volvemos a retomar alguno de esos experimentos para considerar otra realidad de cara a lo que somos y a la relación que establecemos con Dios en función de ello.
Solomon Asch desarrolló allá por los años 40 una serie de experimentos sobre la manera en que las personas tomamos información de la realidad y la utilizamos para movernos en nuestro entorno. En particular, dedicó mucho de su tiempo y buena parte de sus investigaciones a extraer conclusiones acerca de la forma en que nos creamos las primeras impresiones y cómo ello influye en nuestras sucesivas aproximaciones a las personas tras esos primeros contactos.