La tentación latente

Me maravilla que casi cada semana, o sin casi, el Papa Francisco lance un mensaje profético de calado. Me imagino que tendrá un equipo de personas que le ponen negro sobre blanco sus sensibilidades de gran pastor evangélico de manera adecuada para que restallen en nuestras conciencias. En esta ocasión me he fijado en su encuentro con los jesuitas eslovacos en su último viaje por centro Europa. Su aviso a navegantes, es decir, a toda la comunidad cristiana, ha sido muy claro: el Papa lamenta “la tentación de volver atrás” en las comunidades eclesiales de algunos países porque les “asusta ser libres” (sic).

Esta “ideología del volver atrás”, advirtió, es una forma de colonización ideológica. Estamos ante “el mal de este momento: buscar el camino en la rigidez y el clericalismo, que son dos perversiones. El camino es ir adelante”.

Frente a este desatino cristiano en el que muchos están embarcados bien cerca nuestro, el Papa señala el discernimiento y la sinodalidad. De lo primero ya se ha escrito mucho siendo como es una seña de identidad del carisma jesuítico. De lo segundo, el mensaje sinodal, el Papa está propiciando este camino de Misión en comunión y participación  para remover conductas. Y ahora llega con fuerza a nuestras comunidades cristianas. Ella expresa que todos somos uno, que nuestra identidad cristiana es la Iglesia como Pueblo de Dios en camino, todos con la misma dignidad en corresponsabilidad ante la misión evangelizadora.

Esto supone otra manera diferente de ser Iglesia que no esté centrada en la jerarquía del poder y subrayando la dignidad común de todos los cristianos en corresponsabilidad sinodal. Se trata de un nuevo proceder cuyo origen está en el Evangelio cuando nos invita a hacer el bien de una determinada manera, no vale cualquiera, como indica los Hechos de los apóstoles. Un “nosotros eclesial” que apunta directamente al relevo del clericalismo, al que tantas veces ha criticado el Papa, de manera clara y abierta, como un mal de la Iglesia. Al contrario, se trata de una escucha de los unos a los otros y de todos al Espíritu en una dinámica recíproca y horizontal en lo que concierne a la Misión a la que todos tratamos de llevar a cabo.

La sinodalidad, por tanto, va mucho más allá de los procesos de consulta; más allá de la renovación de la jerarquía eclesial pues lo que busca es potenciar el liderazgo de servicio que propicie la toma de decisiones por consenso; ahí es nada, pasar de una concepción basada en la potestas a otra Iglesia liderada por la credibilidad, por su auctoritas. La institución eclesial al servicio del Pueblo de Dios (Iglesia) y no al revés.

Cuando el Papa expresa abiertamente el peligro que supone mirar hacia la seguridad que da el pasado, añorando una Iglesia institución con mucho predicamento y poder social, nos está recordando que algo parecido sintieron aquellos israelitas ya liberados de la esclavitud de Egipto que se quejaban amargamente de su situación recordando los beneficios de la falta de libertad: “Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en la tierra de Egipto. Pero  cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne y comíamos pan hasta saciarnos. (Ex 16, 3). No es una tentación nueva el miedo a ser libres. Y cuando no se respeta la libertad es cuando se deteriora la convivencia, porque así no se puede generar amor ni dentro ni hacia afuera. 

El evangelio no se impone por la fuerza; lo contagian quienes viven al estilo de Jesústransformando nuestras comunidades en una vivencia verdaderamente evangélica. Para eso sirve esta llamada de atención abierta de Francisco hacia la sinodalidad desde el discernimiento en oración al Espíritu frente a la tentación de volver atrás, cada vez menos latente y explícita en algunos foros eclesiales.

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