Infancia misionera, 22 de enero 2017

El 15 de marzo de 1831 nació en un pequeño pueblo de la provincia del Trentino, entonces austríaca y después italiana, un niño de familia campesina y pobre al que llevaron a bautizar al día siguiente. Se llamaba Daniel Comboni, un nombre que quedó ligado para la historia con la actividad misionera en África.

A los ocho años recibió la Confirmación de mano del obispo de Trento y más tarde entró en el seminario, donde se preparó para la ordenación sacerdotal y especialmente para ir a misiones. «Es un deseo que creció en mí cada vez más desde los catorce años», escribió.

Su vida –murió a los 50 años– fue una continua dedicación a los pobres del continente negro, donde logró rescatar a muchos esclavos en diversos países.

He escogido, como quien abre un libro de muchas páginas, la vida del fundador de los misioneros Combonianos para fijarme en un hecho que tantas veces se ha repetido: nace un niño en un pueblo cualquiera de un territorio europeo. Ni la familia, ni los amigos ni el ambiente en general, le condicionan a que se plantee una existencia ligada a personas que no sabía apenas que existen en lugares muy alejados y distintos. Pero Dios le hace ver que hay gente que le necesita, que será feliz en la medida en que ayude a los demás.

En Tarragona, a finales del año pasado, tuvimos el honor de acoger la jornada mundial del Domund y de poner de relieve la importancia de la actividad misionera. Hoy, como hace la Iglesia en el cuarto domingo de enero, celebramos un aspecto de este mundo solidario y lo hacemos con el día dedicado a la Infancia Misionera.

Al comenzar esta reflexión reparando en la vida de un niño, Daniel Comboni, quería poner de manifiesto que la idea de Infancia Misionera –niños que ayudan a otros niños– siempre ha sido una realidad, a veces de forma explícita.

Pero los niños no solo ayudan haciéndose misioneros, alejándose para ello de su lugar de nacimiento. También pueden ayudar, sin salir de su casa y su ciudad, con la oración y el pequeño sacrificio de una aportación solidaria.

La jornada de hoy es para estimular esta solidaridad espiritual y material, este ejercicio de la misericordia con los más necesitados, que suelen estar en el hemisferio Sur. Con los niños africanos, pero también con tantos latinoamericanos y asiáticos, por no hablar de niños europeos, quizá inmigrantes y refugiados que esperan nuestra mano amiga.

† Jaume Pujol Balcells
Arzobispo metropolitano de Tarragona y primado
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