Yo conduzco, tú me guías

Es bien sabido que San Cristóbal es el patrono de los conductores. He aquí la piadosa leyenda que dio lugar a este especial culto y veneración: cuando era un problema atravesar los ríos, porque había muy pocos puentes, uno de los oficios era el de «porteador» y por el pago de una cantidad, algunos hombres musculosos hacían el servicio de transportar a la gente de una orilla a otra. Este era precisamente el oficio del santo, que un día llevó a hombros un niño sin saber que era Jesús hasta después de vadear el río.

En vísperas de San Cristóbal la Iglesia hace público cada año un llamamiento a la responsabilidad en el tráfico. No podemos resignarnos a la idea de que resulta inevitable que haya un elevado número de víctimas en la carretera. El balance es trágico. En 2016 el número de muertos en España fue de 1.160. En Catalunya, fue de 153. Hay además miles de heridos.

Las autoridades civiles, mediante su actividad legislativa, han logrado que desciendan las cifras con respecto a épocas anteriores. El carnet por puntos ha sido una medida acertada en este aspecto, pero siguen siendo muchos los accidentes y la mayoría se deben a velocidad excesiva, maniobras antirreglamentarias y distracciones al volante, últimamente por consultar el móvil.

La responsabilidad en el tráfico no es simplemente un tema legal que pueda abordarse con medidas punitivas, aunque sean del todo necesarias. Es preciso que los conductores hagan una reflexión de tipo moral, y esto es lo que pretende la Iglesia. Por ejemplo, eliminando la competitividad que a veces se establece en carretera, más o menos conscientemente, y, por supuesto, dominando los nervios, la conducción agresiva cuando el vehículo que va delante va despacio o cosas semejantes.

Hay personas que pierden los nervios cuando se ponen al volante y hacen gestos exagerados y ofensivos. Es una actitud poco cristiana. El carnet de conducir del cristiano debe incluir el dominio de sí, la cortesía y la caridad. La buena educación y los buenos modales no pueden apearse del vehículo que conducimos, sino que han de acompañarnos hasta la meta.

Santa Teresa, que viajaba en carromato, escribió: «El que no deja de andar hacia adelante, aunque tarde, llega». Es un cambio de mentalidad lo que se necesita. Es más importante llegar que ir rápido. Recomiendo alguna brevísima oración al emprender un viaje. Puede servirnos la frase de algunos llaveros: «Yo conduzco, Tú me guías».

Jaume Pujol Balcells
Arzobispo metropolitano de Tarragona y primado
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