Los futuros 'hombres de negro'

Cuenta Noemí González en Diario de Jerez que Sergio, Iván, Pablo, Rubén, Pedro, Antonio, Paco, José Manuel y Juan Antonio. Esos son los nombres de los nueve seminaristas que actualmente se forman para ser sacerdotes en la ciudad. El día de San José se celebra la fiesta del Seminario, y hoy, de hecho, tendrán un almuerzo con sus padres en la que les sirve de casa provisional, en el colegio Compañía de María. Es ahí y en toda la diócesis donde se formarán para el día de mañana convertirse en sacerdotes, para ser los futuros 'hombres de negro' y entregarse a los demás.

La vocación les ha hecho que coincidan en un camino largo y difícil que dura seis años y que esperan que culmine con su ordenación sacerdotal. Normalmente la media de futuros sacerdotes en Jerez ronda la docena, tal y como indica el rector del Seminario, Ignacio Gaztelu. "Pero en unos meses se han ordenado tres. No hay mucha cantidad, pero son de calidad", remarca este sacerdote que convive con ellos a diario.

La preparación que reciben gira en torno a estudios de Filosofía y Teología, unos estudios avalados por la Universidad Pontificia de Salamanca. Ellos mismos son conscientes de que necesitan estar preparados para un futuro "porque la gente cada vez estudia más, está más formada y eso es una realidad en las parroquias. Se necesitan esos estudios para atender a los feligreses y saber cómo abordar ciertas situaciones", apunta uno de ellos.

La media de edad es de 30 años, aunque el más mayor se acerca a los 37 y el más joven apenas tiene 22. Esa diferencia no se nota y el 'buen rollo' es una constante aunque es normal que cada uno tenga sus días. Se trata de una convivencia diaria, "como si fuera un colegio mayor, una residencia", dice Rubén Flores.

Dios fue llamando a cada uno de ellos de forma diferente, aunque coinciden en que siempre "debe haber un terreno abonado para que cuaje la semilla", como indica Sergio Moreno. Vive ahora su tercer año de preparación. Su vocación fue algo tardía ya que ingresó con 32 años, pero como él dice, había escuchado la llamada pero fue ahí cuando estuvo dispuesto a decir que sí. "El tren tiene muchos vagones y se queda, lo que pasa es que hay que estar atento a la voz. La vocación no es tuya, sino que es de Dios y sólo se entiende en lugares apropiados porque la oración es para vivirla de rodillas y en silencio".

Moreno ya tenía entonces su carrera de Filología Inglesa,estudios de música y daba de vez en cuando algunos conciertos de piano. Además llevaba once años trabajando en la radio municipal de Arcos. Un día tuvo una idea de hacer un programa religioso y pese a que tuvo que vencer reticencias iniciales, el espacio estuvo en antena varias temporadas. Fue ahí cuando empezó a tener un contacto más fluido con sacerdotes de su pueblo y con religiosos y religiosas.

A su madre no le extrañó nada que el día 28 de agosto, día de San Agustín, le dejara escrito en un papel algo que parece que ya sabía, 'me voy al seminario' y su padre tampoco le puso pegas. "La familia es muy importante y decisiva. La semilla no florece si no se incita a vivir una vida en la fe y actualmente la realidad es difícil", dice. Cada domingo da testimonio de su fe en distintas parroquias de la diócesis. Es consciente de que hay pocas vocaciones "pero lo importante es que las que están sean comprometidas. Mucha gente dice que no tiene tiempo, pero es que el tiempo de Dios no es el nuestro, es muy diferente. Es algo complicado en una sociedad tan hedonista".

Sabe, como sus compañeros, que no se puede perder el tiempo allí. La verdad es que con el horario que tienen y sus obligaciones resulta muy complicado perderlo. Además de tener que estudiar, normalmente es por la tarde cuando tienen sus clases bien en la sede provisional de la Compañía de María como en Bertemati, deben cumplir con otras tareas asignadas que rotan cada semana y que se ciñen directamente al funcionamiento de una casa o a la pastoral, por ejemplo. No olvidan los ratos de oración fijos tanto en grupo (por la mañana, a mediodía y por la noche) como en privado que procuran buscar a lo largo del día.

El caso de Rubén es más especial si cabe. Ingresó a los 25 años. Dejó un trabajo fijo y un buen puesto. Antes había sido militar de la Marina y reconoce haber sido "un polvorilla y tener mi carácter. Con menos años no hubiera aguantado". De pequeño fue monaguillo en su parroquia y ha estado en los scouts. Soltó la noticia 'bomba' en una celebración de cumpleaños. Su madre lo encajó bien, "a mis hermanos sí les sorprendió y mi padre me dijo que estaba loco por dejar todo atrás". Eso fue pasajero porque como lo ven "feliz y contento" pues no hay problema alguno. Entre sus aspiraciones están en principio "metas cortas" como terminar los estudios y "luego la ordenación". Luego tocará ponerse en manos del nuevo obispo e ir dónde él crea conveniente.
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