El gran anhelo del corazón humano: ¡La paz!

El día 1 de enero celebramos la XLV Jornada Mundial de la Paz. El Papa Benedicto XVI nos ha entregado para este año 2012 un mensaje lleno de sugerencias con un lema que, ya en sí mismo, nos marca direcciones fundamentales: “Educar a los jóvenes en la justicia y la paz”. El Santo Padre tiene en cuenta el momento presente, “la crisis que agobia a la sociedad, al mundo del trabajo y a la economía”, y nos insiste que esta crisis no es solamente financiera, sino que hunde sus raíces en aspectos culturales y antropológicos.

Estamos celebrando la fiesta de Navidad, la venida del Señor a esta historia en Belén de Judá. La llegada de Dios a esta historia da rostro a la Verdad. Él es la Verdad. Cuando vivimos unos momentos en los que la verdad se cuestiona o se pretende sustituir con la opinión, urge más el conocer a quien es la Verdad. En nuestra cultura, invadida por tantas cuestiones y tantos problemas, por tantas opiniones y planteamientos, hay una urgencia especial en dejarnos iluminar por la Verdad. Cuando el ser humano se deja iluminar por el resplandor de la Verdad emprende, casi de un modo natural, el camino de la paz.

El texto del Evangelio de san Lucas en el que se nos narra el nacimiento de Jesús y la visita de los pastores, manifiesta lo que acabo de decir, es una realización concreta de cómo el ser humano al dejarse iluminar por Dios encuentra la paz y construye la paz: “El ángel les dijo: No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace… Y fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre” (cf. Lc 2, 8-20).

¡La Paz! Es el gran anhelo del ser humano. Es el anhelo que habita en su corazón. ¿Por qué no hay paz entre los hombres? Porque no han conocido a quien es la Paz. Los pastores, en su pobreza, sencillez y obediencia a lo que el ángel les propuso, se dejaron iluminar por la Verdad que es Jesucristo y entregaron y construyeron la paz. El Concilio Vaticano II nos dice que no se logrará la paz y, por tanto, no haremos “un mundo más humano para todos los hombres, en todos los lugares de la tierra, a no ser que todos, con espíritu renovado, se conviertan a la verdad de la paz” (GS 77). Pero esto no será posible más que en el encuentro, en el seguimiento de Jesucristo. Por ello la urgencia de la misión, del anuncio, de la evangelización nueva, que tenga nuevo ardor, método y expresión.

En nuestros días, también se ciernen sobre el horizonte tensiones diversas, quizá hoy más provocadas por la situación económica que está viviendo nuestro mundo, donde la persistencia de situaciones injustas y violentas amenazan la paz. Hace falta un impulso valiente y de confianza en Dios y en el hombre para hacer una opción por caminar en la construcción de la paz. El Papa Benedicto XVI cree en los jóvenes, sabe lo que anida en su corazón y con una confianza inmensa se dirige a ellos en este mensaje de la Paz de este año, para que aporten algo nuevo, diferente, profundo, lo querido por todos los hombres, la paz. Y con un confianza inmensa les dice que se eduquen con entusiasmo para la paz, convencido de que esa paz se logra cuando conociendo a Jesucristo, descubrimos las verdaderas dimensiones de la Paz, es decir, vemos que la Paz tiene rostro, forma, modo de hacerse y de construirse y que hay que ir necesariamente por un camino. Si es verdad que la paz es un anhelo de todos los hombres, para los discípulos de Jesucristo es un mandato permanente: “la paz os dejo mi paz os doy”. Y es una misión exigente que nos impulsa a anunciar y a ser testigos en medio de todos los pueblos de “el evangelio de la paz”.

Eduquemos a los jóvenes en la justicia y en la paz. ¡Qué aventura más maravillosa y fascinante al mismo tiempo que difícil la educación! Pero meternos de lleno en esta aventura es una necesidad de nuestro mundo. Para ello, los jóvenes necesitan de testigos auténticos de Jesucristo que es el verdadero rostro de la paz y la justicia. Sobran dispensadores de reglas o informadores de noticias por muy importantes que sean. Hacen falta testigos, hombres y mujeres, que el camino que proponen lo vivan y por tanto no sean unos teóricos, sino libros abiertos, escritos con su propia sangre que, como San Pablo, son capaces de decir siempre “no soy yo, es Cristo quien vive en mí”.

Para educar para la paz y la justicia hay unos lugares que son preferentes y que debemos cuidar especialmente: la familia, las instituciones educativas, también quienes son responsables de la política y de los medios de comunicación social. Pero quiero hacer una referencia especial a la familia y a las instituciones educativas. ¿Dónde aprendemos los grandes valores? ¿Dónde podemos hacer una convivencia pacífica y constructiva? ¿Acaso no es precisamente en la familia? ¿Dónde se nos puede comunicar dónde está la fuente de la paz y de la justicia? ¿Dónde mejor que en la familia se nos puede decir dónde está la verdad de la justicia y de la paz? La familia tiene que ser la escuela más importante y más cuidada para educar en la paz y en la justicia. ¿Por qué se amenaza la familia y la vida hoy? Estas amenazas son verdaderas destrucciones de la justicia y de la paz.

La injusticia más grande y la guerra más destructiva de la persona humana está, precisamente, en poner en cuestión a la familia y a la misma vida. El servicio más grande a la justicia y a la paz está en promover, siempre y en todas las circunstancias, la familia y la vida. Por otra parte, las instituciones educativas tienen una importancia especial en la educación para la justicia y la paz, pues en ellas nos tenemos que ocupar de que el joven descubra su propia vocación y que emerjan todos los dones que Dios ha puesto en ellos. ¿No es acaso un lugar especial toda institución educativa para abrirnos al otro y a la transcendencia? ¿Dónde podemos cultivar la compasión, la entrega, el servicio al otro? ¿Dónde poder enseñar a respetar y a valorar la dignidad de la persona humana en todas las circunstancias, desde que se inicia la vida hasta la muerte?

El compromiso por la Verdad, por conocerla, amarla, buscarla siempre, es el alma de la justicia y de la paz. Por eso, conocer a la Verdad que es Jesucristo urge. Hay que hablar del Señor. Hay que dar testimonio de Él. Hay que generar, con nuestro testimonio de vida, seguimiento de Jesucristo. La mentira siempre ha provocado tragedias enormes en la historia humana y las sigue provocando en nuestro mundo. La mentira sobre el ser humano, sobre la vida en sí misma, está provocando tragedias y genera injusticia y guerra. El encuentro con la Verdad que es Jesucristo nos abre el camino al perdón, a la reconciliación que son preámbulos para la justicia y la paz. En este año 2012, os invito a ser mensajeros creíbles de Jesucristo. Así seréis constructores de la Justicia y de la Paz. Entrar en el Itinerario Diocesano de Renovación es una manera concreta de acercarme al rostro de la Justicia y de la Paz que es Jesucristo mismo.
Con gran afecto, os bendice

+ Carlos, Arzobispo de Valencia
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