El pasajero de Truman

No sé si me encuentro ante una novela, una historia novelada o un ensayo de psicologia social. Lo cierto es que la lectura de El Pasajero de Truman de Francisco Suniaga tiene un atractivo singular. Se empieza a leer con cierto desgano y se va quedando prendado de tal manera del diàlogo de aquellos dos ancianos que se encuentran después de seis décadas, Romàn Velandia y Humberto Ordonez, que el libro no se cae de las manos sino hasta consumir las trescientas pàginas que lo conforman.

Diògenes Escalante es una paràbola en acciòn de lo que pudo haber sido y no fue. Su vida, o quizà mejor su final, no fue sòlo la tragedia de una persona, sino la de un pais que no encuentra su rumbo, porque los politicos que lo han dirigido, “uno llega a pensar que se puede ser amigo de ellos, mas, cuando les toca actuar en funciòn de su oficio, tienen los sentimientos de una màquina”.

Son muchos, demasiados, los venezolanos que han tenido la dicha de vivir años en el extranjero, unas veces en funciones publicas, otras estudiando o en asuntos de negocios. Sin olvidar que durante unos cuantos anos, fueron miles los coterràneos de todos los estratos que gustaron las mieles de un turismo fàcil y seductor. A la inmensa mayoria, ese contacto los alejò de la realidad compleja y dificil de un pais levantisco, que no ha sabido unir las bondades de la naturaleza con la capacidad de transformaciòn en riqueza social compartida, que pasa y pasarà siempre por otro sentido del trabajo y la honestidad, que le ha sido arrebatado por sus dirigentes, al prostituir la cosa publica en botin a repartir entre los seguidores y adulantes de turno.

Cada pàgina rememorada en las confidencias de dos ancianos, son una lecciòn no tanto de historia, entendida ésta como pasado, sino de vida cotidiana, de presente que clama por una “Venezuela buen que nunca fue, que quedò irremediablemente atràs, porque delante solo le aguardaba la màs terrible oscuridad”.

Aquellos meses de 1945, en torno a la figura desdibujada de Diògenes Escalante, es la historia viva, actual, sangrante del hoy que vivimos sin encontrarle respuesta acertada. “Un buen politico es aquel que mantiene el equilibrio entre lo que cree que se debe hacer y lo que reconoce que se puede hacer. En otras palabras, equilibrio entre su concepciòn de lo ético y sus emociones, por un lado, y el oficio politico desapasionado, por el otro”.

Escalante estudiò “en el colegio de La Grita, en tiempos del padre Jàuregui, por cierto, la eminencia màs grande que ha habido aqui en pedagogia. Un gobierno sabio le habria encargado a ese cura la educaciòn de los venezolanos, porque si habia hecho el milagro de crear, literalmente con la unas, aquella maravilla de instituto en los Andes del siglo XIX, qué no habria hecho en Venezuela contando con los recursos y el apoyo del Estado”.

Gracias a Suniaga, en El Pasajero de Truman, nos encontramos con el tiempo, el de cada uno de nosotros y el de todos como colectivo. Que nuestro tiempo no se lo trague la historia, porque “la historia, se sabe desde los griegos, es como el agua de los rios, parece que està detenida frente a nosotros y en realidad ha corrido y no vuelve”.

Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo
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