El domingo había más de
un millón de jóvenes en Colonia. Y, sin embargo, los seminarios se vacían, y son muchos los que ya han sucumbido bajo la
fuga de vocaciones. El enorme seminario de Derio que está cerca de mi casa de Fruniz se ha convertido en un hotel, en oficinas y en club de pádel; y la misma metamorfosis recorre toda Europa. ¿Qué ocurre? ¿Dónde está el problema?
Porque es evidente que
la Iglesia tiene un problema, y Colonia muestra que no es el de la fe. La fortaleza de las creencias se mantiene, pero algo pasa con las prácticas, con los practicantes, y, sobre todo, con los pastores.
No es disparatado pensar que bastantes de esos jóvenes de Colonia acudirían a los seminarios si algunas de las exigencias de la Iglesia se adaptaran a sus nuevos modos de vida, por ejemplo, con la
supresión del celibato.
No es un dogma, sino una norma del Derecho Canónico. Ha variado históricamente y no es universal, pues no se exige a los
católicos de rito oriental. Pueden vislumbrarse los beneficios de su revisión y no tan claramente los impedimentos. Y se podría plantear la posibilidad de una revisión tan sólo parcial, aplicada a los curas diocesanos y no necesariamente a los miembros de órdenes religiosas, dadas las diferencias de funciones y estilos de vida.
Edurne Uriarte