Con Pagola y contra los trolls que contagian odio

Como todos los domingos, José Antonio Pagola aterriza la palabra de Dios en la realidad actual. Con tino y mesura, como siempre. Pero sin esconderse ni arrugarse. Y siempre da en la diana. Hoy denuncia el odio que "sectores que se dicen cristianos y se sirven de Internet para sembrar agresividad y odio". Llevo más de 10 años al frente de Religion Digital y es una de mis constataciones más amargas y dolorosas.

Comparto por completo el análisis y las conclusiones de Pagola. Es cierto que hay cristianos que utilizan Internet para fiscalizar, colocar en su punto de mira a los que no van en su carro (rígido y estrecho carro a misa), disparar contra todo lo que se mueve y, en el colmo de la desfachatez, urgir a los obispos a que alzen el báculo y se lien a baculazo limpio.

Pero, al menos, dan la cara y firman sus soflamas anti-herejes. Y eso les honra y les coloca en el nivel de los opinadores. Inquisidores, pero opinadores. Eso sí, opinadores que, como dice Pagola, siembran descalificaciones, arrojan sombras sobre las personas y sus trayectorias y, al hacerlo, contagian odio. Y, en algunos casos, reacción. Porque, como dice un amigo mío, Dios nos manda ser buenos, pero no tontos.

La culpa, lógicamente, es de ellos. Ya son mayorcitos y se lse supone una conciencia recta y bien formada. Pero también, de los obispos que, por miedo a Internet, le hacen caso y se pliegan a sus deseos. Afortunadamente, pocos. Porque en la jerarquia de la Iglesia todavía predomina el sentido común y, sobre todo, el sentido de comunión. Y los obispos se saben y quieren y se esfuerzan por ser pastores de todas las ovejas. De las negras y de las blancas.

La auténtica lacra de Internet son los Trolls. Los comentaristas y hasta las páginas web (estoy pensando en Germinans, por ejemplo), en las que, escudados en el anonimato más absoluto, se escupe suciedad, se lamina a la gente que piensa distinto y se mancha el nombre y el honor de las personas. Y todo ello (y ése es el colmo de la incongruencia) en nombre del cristianismo. O de una supuesta defensa de las esencias del catolicismo fetén, cuyas llaves sólo ellos poseen.

Estos comentaristas anónimos y sus anonimos planfletos surcan Internet y llegan, vía email y hasta por cartas escritas, a los despachos de los obispos. Y algunos jerarcas caen en la tentación de hacerles caso. O, al menos de dudar...

Pido, con Pagola, que nuestros obispos desautoricen públicamente a ambos colectivos: a los inquisidores y, sobre todo, a los trolls.

Porque ni unos ni otros se comportan como cristianos. Y los obispos no pueden dejar que sigan utilizando el nombre de Dios en vano para defender sus propias ideas. Ni para expender carnets de creyentes.

Es la gran tarea pendiente de la Iglesia española: la reconciliación entre las diversas sensibilidades eclesiales, como decíamos antes de la visita del Papa a la JMJ de Madrid. En eso estamos. Y los obispos, con el triunfante Rouco a la cabeza, no pueden mirar para otro lado. Nos jugamos la crediblidad social. Y la fraternidad cristiana.

José Manuel Vidal
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