El Papa y el vicepapa, dos voces distintas

A ninguno de los dos les ha dotado Dios de una voz alta, potente, de barítono. Ni el Papa, Benedicto XVI, ni el vicepapa, cardenal Rouco Varela, tienen la voz de Juan Pablo II. La del Papa es suave y didáctica como corresponde a un anciano y sabio profesor. La de Rouco hace honor a su apellido que, en gallego, significa ronco, afónico. Pero lo de menos es la voz. Lo importante es el mensaje. Y mientras el Papa centra su mensaje en lo esencial (y lo esencial en estos momentos es salvar de la muerte por hambre y sed a cientos de miles de personas en el Cuerno de África), Rouco regresa a donde solía. Obsesionado con su JMJ, para ensalzar a "sus" jóvenes, arremete contra los otros, a los que acusa de tener "una ética bajo mínimos".

Rouco huye de los medios, pero, ahora, con motivo de la JMJ, lleva unos días "calentando" la macrofiesta de Dios. Y hasta se prodiga. Eso sí, con algunos medios. Con los suyos sólo. Los demás son "enemigos". En sus comparecencias, el cardenal de Madrid es un artista en hablar sin decir. Repite a profusión obviedades y lugares comunes, aderezados con sus consabidos chascarrillos sin gracia, pero que le ayudan a sortear las preguntas más complicadas.

Aun así y como de la abundancia del corazón habla la boca, siempre termina dejando alguna perla para los titulares. La última es aquella en la que asegura que los jóvenes tienen una ética "bajo mínimos". ¿A qué jóvenes se refiere, monseñor? ¿A los jóvenes indignados del 15-M que, con el estandarte de la regeneración ética y democrática, han despertado a este país y le han vuelto a movilizar y a interesar por el bien común y por la política entendida como servicio a ese bien común?

¿O se refiere, más bien, el cardenal a los cientos de miles de jóvenes católicos, de los que él llama suyos, de los que seguramente vendrán a la JMJ, que pasan ampliamente de la moral sexual de la Iglesia? Imagino que el cardenal de Madrid no ha olvidado los resultados de los estudios sobre los jóvenes católicos de la Fundación Santa María. Loe mejores estudios sobre el tema. Según ellos, sólo el 5% de los jóvenes católicos sigue la doctrina de la Iglesia en materia sexual. Y un 83% de los entrevistados admite usar anticonceptivos, y el más frecuente (en un 79,4% de los casos) es el condón.

Ante datos como éstos, Rouco suele decir que las encuestas y los estudios no muestran toda la realidad y que él conoce a muchos jóvenes católicos ejemplares. De la categoría a la anécdota. Y se queda tan pancho.

Le pierde la manía de marcar diferencias, de dividir, de separar a los buenos (siempre los suyos) de los malos (siempre los demás). Infantil dicotomía de ángeles y demonios. Ni los jóvenes arreligiosos tienen la ética por los suelos. Ni los católicos (de nombre) la tienen por la nubes. Humildad, monseñor.

Va a poder presumir de un millón de jóvenes (recuerde que usted mismo comenzó avanzando la cifra de dos millones y medio). Una cifra que, aún así, ninguna otra organización mundial es capaz de reunir. Alégrese, pero sin afear a los otros.

Es para alegrarse, pero sin echar cohetes. Porque, en las parroquias españolas predominan los ancianos y los jóvenes brillan por su ausencia. Y no creo que, despúes de la JMJ, se vaya a producir una masiva conversión juvenil. Las macrofiestas, aunque sean eclesiásticas, son puro fuego de artificio, subidón de adrenalina y autoestima coyuntural, apoteósis papolátrica para convencidos. Por lo tanto: presuma, si quiere, pero sin ofender a los demás. Porque, como bien sabe, sólo los que se humillan serán ensalzados.

José Manuel Vidal
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