"Ambos textos recuerdan que la caridad es el nombre de la verdad y el alma del mundo" Del “Dilexi te” al “Dilexit nos”: Una lectura de continuidad magisterial y horizonte liberador

Jesús
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"Dos documentos nacidos en contextos distintos, pero unidos por una misma intuición teológica: el amor como verdad central de la fe cristiana, no como sentimiento privado, sino como fuerza histórica que rehace la comunión entre Dios, el ser humano y la tierra"

"Desde la mirada latinoamericana —donde la teología se piensa entre el polvo del camino y la esperanza de los pueblos—, ambos textos pueden ser leídos como momentos de una misma corriente magisterial"

"La teología de la liberación ha sabido leer este mismo misterio desde los pies descalzos de la historia"

"El amor, en definitiva, sigue siendo la revolución más profunda: aquella que no se impone, sino que se ofrece"

Hay textos que no solo se leen, sino que se escuchan. Parecen pronunciados desde una misma fuente, como si el Espíritu hablara en un eco prolongado a través de los siglos. Tal sensación produce el encuentro entre la exhortación Dilexi te de León XIV (2025) y la encíclica Dilexit nos de Francisco (2024). Dos documentos nacidos en contextos distintos, pero unidos por una misma intuición teológica: el amor como verdad central de la fe cristiana, no como sentimiento privado, sino como fuerza histórica que rehace la comunión entre Dios, el ser humano y la tierra.

Desde la mirada latinoamericana —donde la teología se piensa entre el polvo del camino y la esperanza de los pueblos—, ambos textos pueden ser leídos como momentos de una misma corriente magisterial. En ellos, el amor se despliega como categoría teológica, ética y política: principio de unidad y de justicia, raíz de una espiritualidad encarnada que recuerda que creer es amar y que amar es liberar.

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Las manos de León XIV
Las manos de León XIV

En Dilexi te, León XIV retoma la herencia agustiniana para afirmar que el amor no es solo virtud teologal, sino estructura del ser. Inspirado en el ordo amoris, el Papa enseña que la vida cristiana se ordena según lo que se ama: “dime lo que amas y te diré quién eres” (León XIV, 2025). Su exhortación invita a redescubrir el amor como fuente de unidad interior y comunión eclesial, recordando que sin caridad la fe se disuelve en ideología. La suya es una teología del amor como ascenso, como movimiento del alma hacia Dios en el que el amor purifica el deseo y lo transfigura.

Francisco, en Dilexit nos, retoma esa misma raíz, pero le imprime un giro encarnado. Allí el amor deja de ser ascenso para convertirse en descenso, en kenosis: “Nos amó primero para que aprendiéramos a amar en la historia” (Francisco, 2024, n. 12). El amor divino no se contempla desde el cielo, sino desde los cuerpos heridos del mundo. En su encíclica, el amor se convierte en verbo social, en ética del cuidado y la compasión concreta. Francisco propone así una teología del amor como praxis liberadora, una forma de ortopraxis que traduce la fe en justicia.

Continuidad magisterial.

A primera vista, podría parecer que el tono contemplativo de León XIV y el énfasis histórico de Francisco representan caminos distintos. Pero en realidad se trata de una continuidad magisterial profunda. Ambos textos se sitúan bajo el mismo signo joánico —“Dios es amor” (1 Jn 4,8)— y actualizan esa verdad en contextos diversos: León XIV en la crisis cultural del sentido y Francisco en la crisis ecológica y social contemporánea.

En el centro de esa continuidad se encuentra Deus Caritas Est (Benedicto XVI, 2005), donde se traza el puente entre ambos horizontes. Benedicto propuso una síntesis magistral entre el eros y el ágape, mostrando que el amor divino asume y purifica el deseo humano, transformando la pasión en don. Su afirmación —“El amor es una única realidad con diversas dimensiones” (n. 8)— abre el camino para comprender cómo el amor puede ser a la vez mística y política, contemplación y justicia.
Así, Dilexi te encarna la dimensión ontológica del amor, Deus Caritas Est su equilibrio antropológico, y Dilexit nos su despliegue histórico y cósmico. Tres momentos de un mismo proceso teológico que busca restaurar la integridad del amor cristiano frente a los reduccionismos modernos: ni mero sentimiento, ni pura moral, sino forma de vida en comunión.

Padres de la Iglesia

La tradición patrística ofrece aquí una clave de lectura decisiva. Para Ireneo de Lyon, “la gloria de Dios es el hombre viviente, y la vida del hombre es la visión de Dios” (Adversus haereses, IV, 20,7). Esta intuición —que el amor de Dios se manifiesta en la plenitud de la vida humana— subyace tanto en León XIV como en Francisco. Gregorio Nacianceno y Basilio Magno, en sus homilías sociales, afirmaban que la caridad no era solo limosna, sino restitución de justicia, “liturgia del amor” que vuelve a unir lo que el pecado separó.

Francisco recoge este tono patrístico cuando denuncia las nuevas formas de idolatría del mercado y proclama que “amar hoy es resistir las estructuras que matan” (Francisco, 2024, n. 55). En esa línea, su teología del amor no se limita a la compasión, sino que asume una dimensión profética: el amor como criterio de discernimiento frente al poder, eco del gesto de los Padres que enfrentaron al Imperio con la palabra del Evangelio.

El amor como praxis de liberación y de pueblo

La teología de la liberación ha sabido leer este mismo misterio desde los pies descalzos de la historia. Gustavo Gutiérrez (1971) enseñó que “el amor eficaz es el que busca justicia”, y Jon Sobrino (1991) afirmó que “el lugar del amor cristiano es el cuerpo crucificado del pueblo”. En ellos, el amor deja de ser un concepto moral para convertirse en principio de transformación histórica. En Dilexit nos, Francisco prolonga esa tradición al hablar de la “caridad política” y del amor como “capacidad de construir procesos de fraternidad en contextos de desigualdad” (n. 61).

Leonardo Boff (1993), al articular el “grito de la Tierra y el grito de los pobres”, amplió esta visión hacia una ecología integral donde el amor es también cuidado de la vida planetaria. Desde la sabiduría amerindia, el amor se entiende como reciprocidad, ayni, equilibrio entre los seres. Francisco, en sintonía con esa espiritualidad, afirma que amar es “defender la armonía de la creación” (n. 64). El amor se revela así como energía cósmica y política, mediación entre mística, justicia y ecología integral.

Francisco y Gutiérrez

Desde esta perspectiva, puede decirse que entre León XIV, Benedicto XVI y Francisco se traza un arco teológico que va de la contemplación a la acción, de la metafísica del amor a su concreción histórica. En León XIV, el amor ordena el alma; en Benedicto, unifica la razón y la fe; en Francisco, se hace praxis comunitaria, cuidado del otro y del planeta.

Leído desde América Latina, este itinerario adquiere un tono liberador: el amor se hace historia, pueblo, cuerpo y tierra. La continuidad magisterial no consiste en repetir fórmulas, sino en mantener vivo el fuego originario: el amor que crea comunión y restaura la dignidad de los olvidados. En última instancia, esa es también la intuición patrística que late bajo el magisterio contemporáneo: el amor como recreatio, la nueva creación que comienza cada vez que un cristiano decide amar en medio del conflicto.

Con todo esto, quizá lo más sorprendente de Dilexi te y Dilexit nos no sea su novedad, sino su fidelidad. En tiempos donde todo parece fragmentarse, ambos textos recuerdan que la caridad es el nombre de la verdad y el alma del mundo. En su continuidad, la Iglesia retoma la tradición más antigua del cristianismo: la de los Padres, los profetas y los pobres que entendieron que amar es rehacer la historia desde la esperanza.

El amor, en definitiva, sigue siendo la revolución más profunda: aquella que no se impone, sino que se ofrece. Como diría Ignacio Ellacuría (1989), “el amor no se mide por la intensidad del sentimiento, sino por la eficacia de la justicia que genera”. Tal vez allí, en ese entrecruce entre la mística patrística y la praxis liberadora, se encuentra el hilo que une a León, Benedicto y Francisco: un mismo amor que, al pasar por la historia, sigue aprendiendo a decir su nombre.

Teología de la liberación
Teología de la liberación


Referencias

Benedicto XVI. (2005). Deus Caritas Est. Ciudad del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana.

Boff, L. (1993). Ecología: Grito de la Tierra, grito de los pobres. Madrid: Trotta.

Ellacuría, I. (1989). Escritos teológicos II: Fe y justicia. San Salvador: UCA Editores.

Francisco. (2024). Dilexit nos. Ciudad del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana.

Gutiérrez, G. (1971). Teología de la liberación: Perspectivas. Lima: CEP.

León XIV. (2025). Dilexi te. Ciudad del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana.

Sobrino, J. (1991). Jesucristo liberador. Madrid: Trotta.

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