ENVEJECER CON FRUTO

Durante un año tuve que comer en solitario a una hora muy temprana. Pero no me lo pasé mal. Entre un bocado y otro vi desfilar delante de la pantalla a muchas personas jubiladas llenas de alegría y esperanza. Llamaba la atención en ellas la variedad de aficiones, las obras de verdadero arte que mostraban a los telespectadores. Algunos hasta habían conseguido de su ayuntamiento un local para ir colocando las múltiples maravillas que habían creado.


Da gusto envejecer así.

Es cierto que el anciano no tiene la agilidad del joven; sus huesos son más frágiles; su agudeza visual disminuye; su corazón late más despacio. Pero la mente sigue funcionando bien. Con el paso del tiempo se han ido acumulando experiencias. Nada de cuanto acontece ha sido en vano. En la ancianidad se disfruta de todos los trabajos, ahorros y sacrificios de la juventud. Cuando nos reunimos los amigos coincidimos en la misma opinión: ha merecido la pena trabajar en la propia formación y en la vida interior.

Si has llegado a esta edad madura, bendice a Dios cada mañana porque gozas del placer de una gran experiencia que te permite ver el mundo en toda su grandeza y miseria. Y piensa de qué forma puedes servir a otros. ¡Hay tantas necesidades en el mundo!
He conocido a muchos ancianos voluntarios. Un grupo de ellos bien unido lleva empresas de altruismo y organiza actividades para el disfrute común. Pero también he conocido a ancianos muy felices en relativa soledad. No hace muchos años paré mi vehículo junto a la iglesia abierta de un pueblo muy pequeño. Me dio un vuelco el corazón ante tal rareza de un pequeño templo sin cerrar, y entré a visitar a Jesús. Allí había un hombre de mucha edad, sentado en el primer banco. Me dio la impresión de que llevaba mucho rato. Salí yo antes y aguardé. Saludé a aquel señor tan piadoso y le felicité por su buen ejemplo. Me impresionó su actitud tan digna y una frase que más o menos era así: "Dicen que santa Teresa de Jesús, la de Francia, fue misionera con su oración. Voy a intentar algo parecido, aunque yo soy muy viejo".
Queda también en la senectud mucho tiempo para dedicarse a la vida interior. ¡Intenta llevar a la realidad este sueño de tu juventud o de aquellas semanas de tus Ejercicios Espirituales! Puedes hacer mucho: lectura de libros santos, visitar a Jesús en la Eucaristía, misas mejor preparadas... Cristo está muy cerca de ti y de mí. Volver a nuestros buenos propósitos de la edad temprana.
¿De qué nos sirve haber sido jóvenes si olvidamos los buenos deseos que entonces no pudimos realizar? Recuerda todo aquello no con nostalgia, sino para practicar lo que entonces aprendiste y no conseguiste poner del todo por obra: desde una serie de manualidades casi olvidadas... hasta una actitud de orante. Hay también muchos ancianos contemplativos, fuerza de la Iglesia
José María Lorenzo Amelibia
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