ESCUCHAR Y HACERSE ESCUCHAR

Tantas veces nos han repetido ciertos conceptos que terminamos por no hacer caso de ellos; como quien oye llover. Suenan en el tímpano sin penetrar la mente. Prestar atención a lo que se oye; atender un aviso o consejo. Saber escuchar.



Existen nociones puramente especulativas sin ninguna influencia en la vida práctica. Las exponemos o recibimos como simple información, para satisfacer la curiosidad; como disciplina que completa nuestra cultura. Otras ideas, por el contrario, poseen carácter operativo; llegan a mover la voluntad. En este grupo se encuentran las nociones de tipo moral, ético, político, religioso, profesional, convencional.

Un mismo concepto puede tomar forma abstracta, pura. ¡El gozo de mentes metafísicos de altos vuelos! Con frecuencia en un afán de divulgación, para que sea captado por hombres sencillos no entrenados en lides escolares, se reviste de la indumentaria de concreción. En ese momento la idea queda adornada, apta para provocar la admiración de los que escuchan. Aquí radica la habilidad del orador. La cuestión consiste en presentar conceptos con tal ropaje de imágenes, colorido, elegancia, que consiga grabarlos en la mente de los oyentes e incluso mover su voluntad.

El científico aprecia en gran manera la desnudez de los conceptos, los desea totalmente descarnados. Se complace en el escrito sin licencia alguna a la fantasía piensa que, tras el ornato de las ideas, puede esconderse el fraude a la ciencia. Mas la mayoría de las personas gustan de las nociones bien vestidas, de la misma manera que prefieren unos platos aderezados con delicadeza o una mansión suntuosa.

Especial interés en el atavío de los conceptos se ha de procurar cuando se exponen ideas que todos creían haber oído y necesitan atención. Ahí sí que hemos de evitar tópicos, frases de cliché y repeticiones abstractas. La predisposición: “Sé qué me van a decir”, inclina a la pereza, a la desatención, al hastío. El oyente admite, rechaza o asimila según su estado psicológico. A un hambriento, ¿cómo le vamos a alimentar con nociones sobre la generosidad? El hombre fatigado no puede captar una exposición prolija, ni el obsesionado, ni el predispuesto en contra. Sabia norma sería dejar para otra ocasión nuestra plática.

Para ser escuchados necesitamos un ambiente de silencio exterior e interior. Toda labor de acallar ruidos y fantasías del espíritu es importante en el momento de relacionarnos con los demás. A este trabajo he de aplicarme yo mismo cuando estoy escuchando. Si no consigo silenciarme interiormente, con dificulta lograré asimilar los conceptos que el platicante intenta ofrecer.

En la cuestión de si existen verdades objetivas o no, ni quito ni pongo en estos momentos. Esta es mi afirmación: unas mismas ideas me impresionan o no, las acojo o las rechazo, me sirven o las critico, según se encuentra mi ánimo y la persona. ¡Mucho esfuerzo hay que hacer para no dejarse guiar de esta parcialidad psicológica!

José María Lorenzo Amelibia
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